Hay libros que, como ciertas prisiones, encierran más de lo que muestran a simple vista. Condenados a escribir. Escritores entre rejas (Impedimenta, 2025), de la filóloga y profesora italiana Daria Galateria, es uno de ellos. A medio camino entre el ensayo literario, la crónica carcelaria y el álbum de rarezas, este volumen reúne cuarenta historias de autores que vivieron —o escribieron— entre barrotes.
El periodista Marcos Pardeiro, subdirector de Artículo14, lo recomienda sin reservas: “Hay algo en común entre Oscar Wilde, Voltaire, Apollinaire, Dostoievski y Norman Mailer. Todos ellos pasaron por la cárcel. Sus cinco celdas (y 35 más) son protagonistas del insólito viaje escrito por la profesora Daria Galanteria”.
Con un estilo ágil y a ratos irónico, Galateria traza una galería de autores cuya obra se forjó, en parte, a la sombra de una condena. Desde los calabozos parisinos a los gulags soviéticos, de los tribunales morales a los castigos políticos, el libro despliega un mapa de detenciones insólitas, muchas veces absurdas, pero siempre reveladoras. Pardeiro destaca algunos pasajes memorables: “Apollinaire acabó preso después de ser acusado de robar la Gioconda, Voltaire fue encarcelado por acusar en verso al regente de acostarse con su hija, y Dostoievski encontró en un penal de Siberia la inspiración para Los hermanos Karamázov”.
Editado con el mimo habitual de Impedimenta y traducido por Teresa Clavel, Condenados a escribir propone un enfoque tan erudito como divertido. El lector puede entrar por la celda de Burroughs o la del Marqués de Sade, perderse en los relatos de Semprún o Truffaut, o pasar de una estancia a otra sin orden aparente. Porque, como señala Pardeiro, “da igual por dónde comenzar y por dónde acabar. Siempre acaba uno cautivo en la gran prisión de celebridades construida por la profesora Galanteria”.
Más allá de las anécdotas, lo que convierte este libro en una lectura fascinante es su manera de desmontar la dicotomía entre libertad e inspiración. Como si el encierro —físico, mental o ideológico— fuera a menudo un motor inesperado para la creación. Condenados a escribir es, más allá de una historia de autores presos, un manifiesto sobre la resistencia intelectual, sobre la palabra como forma de evasión, sobre la escritura como acto de libertad (y liberación) incluso en los márgenes más opresivos.