La Saga de los Longevos, escrita por Eva García Sáenz de Urturi, es una de esas sorpresas literarias que uno empieza con cierto recelo y termina devorando sin apenas darse cuenta. Lo que parecía una historia más sobre personajes eternos, con tintes de ciencia ficción o fantasía, acaba revelándose como una trama sólida, emocionante y profundamente humana.
Con una mezcla sutil de historia, mitología y ciencia, esta trilogía ha conseguido consolidar un universo narrativo adictivo que ha cautivado a miles de lectores.
La propuesta central de la Saga de los Longevos es arriesgada. ¿Y si algunas personas llevaran vivas miles de años sin envejecer? ¿Qué tipo de vidas llevarían? ¿Qué secretos deberían guardar? ¿Cómo se enfrentarían al amor, la pérdida o la necesidad constante de empezar de nuevo? La autora convierte esta premisa en una oportunidad para explorar la naturaleza del tiempo, la evolución de la sociedad y los lazos familiares a lo largo de los siglos.
La saga que no puedes soltar
En casi todos los párrafos de la Saga de los Longevos, Eva Gª Sáenz de Urturi teje un equilibrio notable entre el ritmo de thriller, la introspección filosófica y la ambientación histórica. Desde el primer libro, La Vieja Familia, el lector se sumerge en la historia de Iago del Castillo, un hombre que lleva más de diez mil años vivo y que ha formado una familia de otros longevos. Su rutina se ve alterada con la llegada de Adriana, una joven investigadora que arrastra un pasado complicado.
Lejos de caer en los tópicos del género, la Saga de los Longevos escapa de los caminos predecibles. La autora evita el efectismo fácil para adentrarse en dilemas morales, secretos inconfesables y decisiones que pesan durante siglos. Además, la narrativa se apoya en un trabajo de documentación histórica meticuloso, que aporta verosimilitud y profundidad a cada capítulo.
Uno de los grandes aciertos de la Saga de los Longevos es el modo en que Eva Gª Sáenz de Urturi logra que el lector empatice con personajes que, en teoría, deberían parecerle ajenos. Los longevos no son dioses ni héroes. Son seres humanos arrastrando siglos de culpa, amor, errores y silencios. El tiempo, en su caso, no los hace más sabios necesariamente, sino más frágiles. Y es esa vulnerabilidad lo que los vuelve tan adictivos.
En cada entrega de la trilogía, la autora introduce nuevas piezas en el puzle emocional y genealógico de los personajes. Al hacerlo, eleva la saga por encima de un mero pasatiempo. La convierte en una indagación sobre la identidad, el legado y las relaciones que sobreviven al paso del tiempo. La escritura es elegante, pausada cuando debe serlo, y vertiginosa en los momentos justos.
El éxito que nadie vio venir
Quizás uno de los aspectos más interesantes de la Saga de los Longevos es cómo ha crecido desde sus márgenes. Publicada inicialmente sin el respaldo de una gran campaña mediática, fue el boca a boca —y la fuerza arrolladora de su historia— lo que la convirtió en un fenómeno editorial. Hoy, es habitual encontrar a lectores recomendándola con frases como “no pensaba que me iba a gustar, pero…”.
Y ese “pero” lo cambia todo. La Saga de los Longevos tiene esa rara virtud de romper prejuicios. No importa si el lector no es aficionado a las historias de inmortales, a las sagas familiares o a las tramas con giros históricos. La fuerza de sus personajes, la atmósfera envolvente y el magnetismo de la narrativa logran arrastrar incluso al lector más escéptico. En ese sentido, es una saga que se conquista a sí misma a cada paso.