En el corazón de los Valles Pasiegos, entre montañas verdes, nieblas densas y un legado ancestral que se resiste al tiempo, se esconde Merilla. Una aldea tan recóndita que ni siquiera figura correctamente en Google Maps. Perteneciente al municipio de San Roque de Riomiera, en la comarca del Pas-Pisueña, es una de las joyas rurales más desconocidas de Cantabria. Y, sin embargo, una de las que mejor representa el alma montañesa del norte peninsular.
El aislamiento de Merilla no es casual ni moderno. Es el resultado de una historia milenaria ligada a la trashumancia, la vida pastoril y un modelo de asentamiento humano basado en la autosuficiencia. Hoy, cuando el turismo masivo amenaza con diluir la esencia de muchos pueblos, esta localidad permanece intacta. Como si fuera un secreto que solo se revela a quien realmente lo busca.
Un entorno natural de valor excepcional
Merilla está ubicada a más de 600 metros de altitud, en un paisaje de media montaña moldeado por la acción del hielo, el agua y la mano paciente del ser humano. Su entorno inmediato está formado por prados en terrazas, cabañas de piedra, bosques de hayas y robles, y cursos de agua que dan forma al ecosistema del río Miera.
La belleza de Merilla no solo reside en su paisaje, sino también en su silencio. En la ausencia de carreteras rápidas o señalización turística. Es un refugio natural dentro del Parque Natural de Los Collados del Asón, una de las zonas más salvajes y mejor conservadas de Cantabria.
Una de las claves que hacen de Merilla un lugar único es su arquitectura. Las cabañas pasiegas, con muros de piedra seca y tejados de lastra, se diseminan por las laderas como si brotaran del propio terreno. Este sistema de hábitat disperso, lejos de ser arbitrario, responde a una lógica agropecuaria profundamente enraizada en la tradición pasiega.
En Merilla, la vida sigue el ritmo del ganado, de las estaciones y de la montaña. A diferencia de otros pueblos más accesibles, aquí el modelo de ocupación sigue siendo trashumante, con estancias temporales en las cabañas según la época del año. Este modelo de vida, casi extinto en Europa, aún sobrevive en este recóndito lugar de Cantabria.
Rutas, fauna y experiencias sin artificios
Para los amantes del senderismo, Merilla ofrece algunas de las rutas más espectaculares y solitarias del norte. Desde sus inmediaciones parten caminos hacia lugares como el Portillo de Lunada, el Puerto de la Sía o la cima de La Piluca. Todos ellos permiten disfrutar de vistas únicas sobre los cordales de El Castro Valnera y La Matanela, elevaciones que superan los 1.700 metros.

La riqueza de la fauna en torno a Merilla también es notable. En sus bosques se han registrado avistamientos de especies como el urogallo cantábrico, el águila real o incluso el oso pardo, que ha reaparecido de forma ocasional en estas montañas. La preservación del entorno ha permitido que la biodiversidad siga siendo uno de los grandes valores del lugar.