Generación conectada Phil González
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Generación IA: ¿Y si tu hij@ tuviera una doble vida?

Las conversaciones con amigos y profesionales son el mejor estudio para entender las tendencias sociales. Siempre pensé que no era necesario fichar una gran consultora para detectar un nuevo hype, una nueva moda. Y aunque haya cada vez más herramientas para hallar nuevos patrones de comportamientos, no hay nada mejor que hacerle sencillamente caso a relatos ocasionales y diarios. En el pasado intuí muy pronto cómo Instagram iba a “petarlo” sencillamente escuchando el tono y entusiasmo con el que se referían los jóvenes a la aplicación recientemente lanzada en redes.

Hoy, de forma mucho más discreta pero inequívoca, noto algo omnipresente que avanza a pasos agigantados sin que madres y padres sean aún del todo conscientes. Son ya insistentes las anécdotas que estoy oyendo a mi alrededor sobre la IA y su rol como asistente, psicóloga o amante.

Los jóvenes beben menos y salen menos que sus anteriores generaciones (y si no preguntádselo a los propietarios de locales), se quedan más en casa pasando la tarde en sus habitaciones. Si bien los juegos online y las redes ya les tenían ciertamente enganchados y fieles, lo que se nos viene encima es una especie de culto a la doble vida en entornos virtuales. Los chavales van creando sus propios avatares y diseñando ese amigo que les escuchará, las 24 horas, día y noche.

Será un compañero que les entienda, les anime antes de los exámenes o les escuche al enfrentarse al desamor, y eso sin tener que contárselo ya a nadie. ¿Finiquitada la era del social media? Quizás aún no pero cierto es que los filtros y stickers ven cediendo poco a poco el paso a esas personas virtuales. Se les puede elegir una voz, un acento y hasta el semblante. Plataformas como Replika permiten desarrollar, en unos clics, la que será su amiga. No me extrañaría que, dentro de muy poco, se pueda hasta elegir entre un catálogo de influencers o actrices famosas. Al final, todo se comercializa y no me sorprendería que se le saque pronto partido a esa faceta hasta ahora desaprovechada. ¿Y por qué no? Podrían preguntarle acerca de su estilo de juego hasta al propio Mbappé.

Siempre disponibles, esos avatares pueden estar ya en sus cuartos, charlando con ellos, escuchando sus problemas y opiniones, sin que nada ni nadie repare en ello. Fieles y resilientes, estos asistentes virtuales nunca se enfadan, ya que siempre acaban dando la razón a su “amo”, para evitar confrontaciones. Para estas nuevas generaciones impacientes e hiperconectadas, tener un asesor o confidente será una solución tan mágica como omnipresente. Esta nueva modalidad de asistencia digital no estará exenta de abrir un amplio debate sobre el frenético ritmo de los avances y cómo cambiarán también nuestras existencias, la relación de nuestros hijos con sus figuras adultas de referencia y docentes.

Crear personajes ficticios está de moda. Hasta las propias marcas crean ya copias virtuales de modelos reales así que de ahí a que se instalen en todos nuestros hogares… Y con el lanzamiento de asistentes como Apple Intelligence o Meta AI, la entrada de estos avatares en la vida diaria será tan silenciosa como irreversible.

El rol emocional de los avatares

Si hace años que los móviles nos proponen diseñar nuestros propios avatares en formato de seudo emoticonos, la inteligencia artificial ha propulsado estos nuevos formatos en unos grafismos cada vez más interactivos y veraces. Hoy podemos crear nuestra “muñeca” digitalizada, para que esté siempre ahí esperando en una esquina de nuestra pantalla, dispuesta a hacernos caso, y hasta ayudarnos a hacer la cocina.

Si tener una doble vida, con un trasfondo de amoríos, confesiones y secretos, parece algo ya común para muchos, hoy son muchos jóvenes los que se echan a tener “otra vida” en mundos paralelos tan bien diseñados como aparentemente reales. El año pasado, una encuesta de la empresa Lenovo  ya destacaba que un 46% de los adolescentes americanos entrevistados confesaba tener una doble vida, diferenciando claramente su existencia virtual y ficticia, de la que vivía en la realidad. El 68% admitía incluso una gran desconexión entre cómo se mostraba en redes y cómo se sentía en realidad.

Y lo que da más miedito. Entre todos ellos, un 53% se sentía más cómodo al comunicar online y detrás de las pantallas en lugar del tradicional cara a cara. Una tendencia que va in crescendo (y afectando a todas las clases y generaciones) provocando ansiedad, sensación de soledad, depresión y todo tipo de males. Muchos entrevistados aseguraban sentirse más seguros compartiendo con sus avatares, algunos secretos que nunca contarían ni a sus amigos cercanos y leales.

Empezaron probablemente por pedirles ayuda para tareas triviales y escolares y pronto descubrieron que estas inteligencias generativas podían contestarles con criterio y en voz alta. Asesorándoles en cómo actuar con esa chica que les gusta o cómo olvidarla después si no va bien la cosa.

En medio de toda esta situación paradójica – la generación más conectada de la historia es también la que siente más sola – la IA se erige como juez y parte. Aparece como un nuevo tratamiento, una nueva medicina, cuando es realmente el propio virus, su nueva causa.

Más acompañados virtualmente, más solos realmente

Aunque parezca que lo único que brille últimamente sea ese móvil, y hasta muy tarde, cierto es que somos muchos a quienes nos preocupe. Si los filtros de belleza llevaban, desde una década, distorsionando la realidad, nos venimos preguntando qué va a pasar con las relaciones humanas en esta nueva era. ¿Seguirán los niños pidiendo ayuda a sus padres para hacer sus deberes?, ¿qué va a pasar con la educación, el recreo, las vacaciones y el resto de interacciones sociales?

Según un estudio de Immerse, una empresa dedicada a la formación en entornos inmersivos, el 92% de los jóvenes aseguraban ya sentirse también más cómodos al tener exámenes orales con un avatar de IA antes que con interlocutores reales.

Todo esto nos pinta un panorama bastante cruel del futuro de los vínculos emocionales entre los seres. Una huida de las responsabilidades y de tener que dar explicaciones ya patentes en fenómenos como el stalking (acoso virtual), el ghosting y otras prácticas asociales actuales.

Todos esos beneficios y bondades que nos podría aportar la inteligencia artificial también podrían convertirnos (¿aún más?) en adictos a auriculares y pantallas. Una dependencia exacerbada de la tecnología en paralelo a una pérdida de la noción del tiempo o de la realidad. Un entorno donde no habría ya lugar para las contradicciones, ni para los errores, fracasos y aprendizajes. Una burbuja que nos recordaría el guion del Show de Truman, película americana donde el protagonista vive una sociedad guionizada, aseptizada y controlada.

Quien dice que, algún día, unos malvados no hackeen esos generadores de avatares para adoctrinar a sus millones de propietarios, manipulando sus mentes y decisiones. No es ya del dominio del futurible, es algo ya bastante actual y factible. Son decenas de casos aparecidos en medios y titulares, los de jóvenes desquiciados disparando en colegios pensando que estaban realizando una acción loable. Y eso mucho antes de que llegase la IA a su alcance. Otro riesgo de la personalización a ultranza es que todo debe adaptarse rápidamente a ti y a tus decisiones. Los jóvenes serán cada vez más impacientes, frustrados e irascibles cuando una experiencia no se les vaya bien o tengan que esperar demasiado para conseguir sus objetivos y fines.

Los riesgos de una realidad distorsionada

Son muchas las preguntas que nos venimos haciendo últimamente: ¿cómo (y dónde) se gestionan los datos de nuestros adolescentes?, ¿quién está recopilando toda esa información del otro lado del atlántico?, ¿qué pasará cuando la IA recomiende importantes decisiones sobre salud mental, relaciones amistosas, profesionales o sentimentales, o para hacer frente a crisis de identidades? La adolescencia y época preadulta es un momento delicado y clave. Si las pantallas y móviles ya habían creado una tremenda trinchera entre hijos y padres, ¿qué espacio de conexión quedará tras la llegada de la IA en los hogares en esa etapa?

No soy de los que siembran el alarmismo y de la tecnología siempre fui un fiel adepto y creyente, pero suena a que la tan poderosa IA podría pronto adueñarse de nuestras casas y decisiones, educación de nuestros hijos y menesteres. Por supuesto que será algo fantástico para organizarnos mejor, encontrar información, no sentirse solos y hasta divertirse, pero con los niños deberemos poner pronto ciertos límites.

Forzar a la desconexión, crear momentos de conversación y de desconexión, de escucha y educación y de sencillos paseos por el campo. Porque en un mundo cada vez más regentado por los algoritmos, necesitarán constantemente que alguien les recuerde que en la vida real existe el azar, el error… y los abrazos reconfortantes.