Hay silencios que nos atraviesan y palabras que nos hieren como puñales. En los pasillos del Hospital Sant Pau de Barcelona, entre consultas rutinarias y salas de espera llenas de futuras madres, hay un espacio donde el embarazo no siempre es sinónimo de vida. Aquí, el silencio pesa, y el dolor de quienes han perdido a su bebé busca ser comprendido, acompañado y validado.
En la consulta, la ecografía muestra lo que el corazón se negará a aceptar. Elisa Llurba, directora del servicio de ginecología del hospital, sabe que ese instante es un antes y un después. Por eso, espera a que su paciente esté acompañada y en un momento de calma antes de comunicarle lo que nadie quiere escuchar. “Nunca debe hacerse durante una ecografía trasvaginal. La comunicación debe ser empática y respetuosa. Es fundamental que la mujer esté acompañada, que tenga tiempo para asimilar la noticia y que se le informe en un momento de serenidad”, cuenta.
La Unidad de Gestación Precoz nació con esa intención: formar a médicos y matronas para comunicar la noticia con sensibilidad y acompañar a las mujeres en un proceso que, hasta hace poco, apenas se consideraba. La pérdida gestacional ha sido históricamente un tema tabú, minimizado con frases como “no pasa nada, ya tendrás otro” o “era muy pequeño”. Pero lo cierto es que sí pasa. Y sí importa. “La invisibilización viene de que, como es pequeño, parece que no tenga importancia. Pero aunque sea pequeño, sí que importa. Cuando te dicen ‘no pasa nada, ya tendrás otro’, están deslegitimando a ese hijo y a esa mujer, que no puede hacer el duelo porque, en realidad, le están diciendo que esa pérdida no tenía importancia”, señala Llurba.
El dolor que no se cuenta
Gemma Collell sabe lo que es vomitar de dolor, en silencio. En julio de 2023 se quedó embarazada por primera vez, pero siete meses después ya había sufrido dos abortos espontáneos. “Es algo que no te planteas hasta que te ocurre. Y, por desgracia, es más común de lo que se cuenta“, explica con la voz entrecortada. El segundo aborto fue especialmente traumático. “Me dieron una medicación, pero en ningún momento me dijeron el dolor que iba a sentir. Estuve siete horas con una contracción constante, vomitando del dolor, sin que nadie me explicara lo que podía pasar. Cuando pregunté por qué no me habían avisado, me respondieron que había tenido mala suerte. Esa respuesta no es de recibo“, relata entre resignada y enfadada.

Una paciente de la Unidad de Gestación Precoz del Hospital de Sant Pau
El duelo por un embarazo que no llega a término es un proceso doble: hay un dolor físico intenso, pero también un sufrimiento emocional, mental y psicológico que a menudo se queda sin tiempo para ser procesado. “Estuvieron poco tiempo, pero estuvieron. Son mis hijos”, afirma. Por eso Gemma les puso nombre. “Siempre se dice que no se debe compartir la noticia del embarazo hasta el primer trimestre, pero yo no estoy de acuerdo. Es una vida que está o estuvo dentro de ti, aunque haya sido por poco tiempo. Hay que darle el espacio y el reconocimiento que se merece”, reivindica.
Al día siguiente, como tantas otras mujeres, Gemma tuvo que ir a trabajar. Sin tiempo para procesar el dolor, en silencio y sin posibilidad de hacer el duelo. “En el momento en que lo explicas, lo integras y puedes sanarlo, pero si no lo haces, se queda ahí, en el miedo a volver a quedarte embarazada“, reconoce.
El reconocimiento de la pérdida
Uno de cada cuatro embarazos termina en un aborto espontáneo durante el primer trimestre. Pero, para muchas mujeres, ese aborto espontáneo no es sólo una cuestión biológica. Es la despedida de una vida en la que ya habían empezado a creer. Por eso, en la Unidad de Gestación Precoz trabajan para ir más allá de los términos médicos. “Siempre se nos había dicho que en el primer trimestre las pérdidas son frecuentes, que es algo normal”, explica Llurba. “Nunca se nos había planteado que una mujer quisiera ponerle nombre a ese hijo. Fueron ellas mismas quienes nos hicieron verlo. Sentían la necesidad de reconocer la pérdida, de verla, en lugar de escuchar que lo que han perdido son ‘restos abortivos’.”

Doctora y paciente durante una consulta tras hacer una ecografía
Con el tiempo, la sensibilidad ha crecido. Ahora se habla de duelo, se reconoce el impacto emocional y se lucha para que estas pérdidas no sean invisibles. “Las mujeres quieren información: qué les está pasando, qué sucederá a partir de ahí, cómo se cierra el proceso. Quieren respeto por ese embarazo e hijo no nacido, un acompañamiento psicológico y que se les reconozca tanto en su registro como en el trabajo”, explica Llurba.
Más que acompañamiento, derechos
Pero el reconocimiento emocional no es suficiente. Las mujeres que atraviesan una pérdida gestacional también necesitan apoyo institucional. Quieren respeto por su embarazo y la posibilidad de hacer el duelo sin presiones. “Necesitamos que se reconozca en el registro y en el trabajo. Que haya una baja que nos permita procesarlo, tanto física como psicológicamente”, reclama Collell.
Porque la pérdida gestacional sigue siendo una herida silenciada. Y porque, como dice Llurba, “aunque sea pequeño, sí que importa.”