En el corazón de la provincia de Granada, al norte del Parque Natural Sierra de Baza y lejos de los circuitos turísticos habituales, se alza una ciudad que parece detenida en el tiempo. Se trata de Baza, una localidad que conjuga historia milenaria, arquitectura singular y una atmósfera que, por momentos, remite a las islas más bellas del Mediterráneo. Aunque muchos sueñan con perderse en las calles encaladas de Santorini, lo cierto es que esta localidad granadina ofrece una experiencia similar sin necesidad de cruzar fronteras ni soportar aglomeraciones.
La estampa de Baza sorprende al visitante desde el primer instante. Viviendas blancas, detalles de color en puertas y ventanas, y un conjunto de casas-cueva excavadas en la montaña que se integran de manera armoniosa en el paisaje. Este patrimonio troglodita no es un capricho reciente, sino una manifestación milenaria de adaptación al entorno. Y, sin embargo, sigue siendo uno de los secretos mejor guardados del sureste peninsular.
Un pasado romano, árabe y andaluz
La historia de Baza se remonta a tiempos prerromanos. Conocida como Basti durante la dominación romana, la ciudad fue un importante enclave comercial y religioso, alcanzando gran relevancia como sede episcopal. Más tarde, bajo el dominio nazarí, Baza se convirtió en una de las plazas clave del Reino de Granada. Esta acumulación de épocas ha dejado huellas palpables en cada rincón del municipio.
Entre sus joyas patrimoniales destacan la Alcazaba —una fortaleza árabe erigida en lo alto del casco histórico— y la Iglesia Mayor, erigida sobre los restos de una antigua mezquita, que ilustra la superposición de culturas en el alma de Baza. El Palacio de los Enríquez, en proceso de restauración, aspira a ser pronto un nuevo foco de actividad cultural en la ciudad.
Baza, el Santorini andaluz
Uno de los aspectos más llamativos de Baza es su arquitectura. Sus casas blancas con remates coloridos y su trazado urbano irregular evocan sin esfuerzo los paisajes típicos de las islas griegas. El apodo de “el Santorini andaluz” no es casualidad: en los barrios trogloditas, las viviendas no se alzan, se excavan.
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Las cuevas de Baza son frescas en verano, cálidas en invierno y absolutamente originales en su diseño. Vistas desde la distancia, parecen parte de la montaña misma, como si la tierra las hubiera engendrado.
Esta peculiar forma de vivir no solo ofrece un atractivo visual, sino también un modelo de sostenibilidad pasiva adaptado al clima. En un mundo que busca volver a lo natural, Baza lleva siglos conviviendo con la tierra.
Naturaleza en estado puro
Además de su arquitectura y su legado histórico, el entorno natural de Baza es otro de sus grandes tesoros. El Parque Natural Sierra de Baza, que abraza la ciudad, se extiende a lo largo de más de 52.000 hectáreas y alberga bosques mediterráneos, pinares de montaña y una fauna rica en especies endémicas. Sus rutas de senderismo son populares entre quienes buscan escapar del ruido y sumergirse en paisajes de extraordinaria belleza.
Caminar por estos senderos ofrece una visión distinta del sur peninsular, mucho más verde y montañoso. Y permite al visitante redescubrir la riqueza ecológica del Altiplano. Desde las lomas se contempla la ciudad de Baza en su conjunto, como una maqueta blanca que se esconde entre las colinas.