En el corazón del Pirineo aragonés se encuentra Baños de Panticosa, un lugar donde la naturaleza y el bienestar se entrelazan para crear un destino único. Este pequeño enclave, conocido por su balneario y por ser un punto de partida para la espectacular ruta a los Ibones Azules, se ha ganado su lugar como uno de los rincones más mágicos del Pirineo. En este artículo te llevamos a descubrir los secretos de este pueblo del Pirineo, desde sus aguas termales hasta sus paisajes de alta montaña.
Baños de Panticosa: un pueblo del Pirineo con historia termal
Situado a 1.630 metros de altitud en el Valle de Tena, Baños de Panticosa es mucho más que un pueblo del Pirineo. Este lugar ha sido conocido desde la época romana por sus aguas termales, que brotan a una temperatura de entre 30 y 50 grados y poseen propiedades mineromedicinales. Se dice que incluso el emperador Tiberio ya conocía los beneficios de estas aguas, y desde entonces, el balneario de Panticosa ha sido un punto de referencia para quienes buscan salud y bienestar.
Hoy en día, el balneario Termas de Tiberio conserva esa esencia, ofreciendo modernos circuitos de spa y tratamientos terapéuticos en un entorno rodeado de montañas. Sus instalaciones incluyen piscinas termales, saunas y espacios de relajación, todo ello diseñado para aprovechar al máximo los beneficios del agua termal. Este balneario histórico ha sabido adaptarse al paso del tiempo, convirtiéndose en una parada obligatoria para los visitantes que llegan a este pueblo del Pirineo.
La ruta a los Ibones Azules: un desafío para los aventureros
Aunque el balneario de Baños de Panticosa es un reclamo turístico importante, la verdadera joya para los amantes de la naturaleza es la ruta a los Ibones Azules. Considerada una de las mejores rutas de senderismo de España, este recorrido combina la belleza de los paisajes de alta montaña con el desafío de un trayecto exigente.
La ruta, que comienza en el mismo balneario, tiene una longitud de aproximadamente 16 kilómetros entre ida y vuelta, con un desnivel acumulado de 929 metros. Su nivel de dificultad es moderado-alto. Eso la hace ideal para senderistas experimentados o personas con buena forma física. No es una ruta apta para principiantes, pero quienes se atreven a enfrentarse a este reto son recompensados con vistas espectaculares y una conexión íntima con la naturaleza.

Una fotografía magnética de uno de los dos Ibones Azules | Travel Echoes
El inicio de la ruta se encuentra en el refugio Casa de Piedra, en el balneario de Panticosa. Desde allí, el sendero asciende siguiendo el cauce del río Caldarés, rodeado de vegetación y el sonido constante de las cascadas. A medida que avanzas, el paisaje comienza a transformarse, dejando atrás los frondosos bosques para dar paso a las zonas de alta montaña.
El primer hito importante es la Cuesta del Fraile, una subida empinada pero accesible que lleva hasta el ibón de Bachimaña Bajo. Este lago glaciar, de aguas cristalinas y rodeado de montañas, es un lugar perfecto para una pausa antes de continuar el ascenso. Desde aquí, el refugio de Bachimaña se encuentra a poca distancia, ofreciendo una parada para quienes deseen dividir la ruta en dos días.
El espectáculo de los Ibones Azules
Tras dejar atrás el refugio de Bachimaña, la ruta se vuelve aún más espectacular. El sendero continúa ascendiendo, flanqueado por rocas y pequeñas cascadas, hasta llegar a los Ibones Azules, dos lagos de origen glaciar situados a más de 2.300 metros de altitud. Estos ibones destacan por el intenso color azul de sus aguas, resultado de su pureza y la luz que se refleja en su superficie.

Fotografía de la cara norte del pico Infiernos | Wikipedia
Desde este punto, las vistas son simplemente impresionantes. Los picos del Infierno, que superan los 3.000 metros de altitud, se alzan majestuosamente al fondo, creando un escenario que parece sacado de un cuadro. Es un lugar donde el esfuerzo del ascenso queda más que recompensado, y donde los amantes de la fotografía encuentran un paraíso natural.