Opinión

Cenas de verano

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Uno de los placeres que nos brindan las vacaciones de verano es no tener que mirar el reloj.  Otro, es el poder compartir ese tiempo, sin mirar el reloj, alrededor de una mesa en una cena de verano al aire libre. Y es que las cenas de verano al aire libre son, para mí, uno de los grandes placeres de esta estación del año.

Me gusta el frío, no soy de las personas que pasan el invierno añorando el verano, pero cuando llega el verano intento aprovechar al máximo lo que sí es posible hacer en el estío y no es posible hacer en otra época del año, por ejemplo, las cenas de verano al aire libre, uno de los grandes placeres de esta estación.

Y es que las cenas de verano al aire libre pueden ser tan sofisticadas o tan sencillas como uno decida hacerlas, dependiendo, entre otras cosas, del lugar donde uno está. Todo sirve siempre que sea al aire libre: la mesa de tu terraza, el jardín, el patio de la casa del pueblo de tus padres, aquel pequeño restaurante en aquel pueblito de la costa en aquel país que no es el tuyo… Todo sirve, pero tiene que ser al aire libre para tener la posibilidad de escuchar los grillos o las chicharras si uno está en el campo, o ver las luces de la ciudad cuando estás en una terraza elevada, observar a las personas que transitan por la calle, observar la cúpula de la catedral que tienes a unos metros.

Y de ahí en adelante, dependiendo de donde te encuentres y del ciclo de la luna, pues la cena puede ser a la luz de la luna llena en el medio del campo, en un chiringuito a la orilla del mar, en ese restaurante en ese acantilado, o puedes ver el Partenón de Atenas iluminado mientras cenas en una terraza que está justo enfrente, tener Roma a tus pies, que se te pierda la mirada en el estrecho del Bósforo…

Un grupo de chicas comparte unas bebidas en una tarde de verano.
Shutterstock

Y la compañía. Amigos. Las cenas de verano son de esos momentos felices para dejarse ser en amistad, como escribió Gil de Biedma en su poema:

Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.

Tu familia. Y es que a veces estas cenas de verano producen extraordinarios encuentros intergeneracionales donde se mezclan abuelos, hijos, nietos. Tu pareja. O tú solo, porque el plan ideal puede ser sentarte solo en una terraza una noche de verano, dejando pasar el tiempo, mirando a tu alrededor, sin prisa, todo va a su ritmo.

Está comprobado científicamente: en las cenas de verano el tiempo es diferente. Comes, ríes, hablas de temas de los que quizá no hablas nunca hasta que alguien dice “bueno, creo que voy a retirarme que ya son las tres de la de la mañana”. “¿Las tres de la mañana? Si yo pensaba que serían las doce como mucho. ¿Llevamos aquí casi seis horas?”, dice asombrado otro de los comensales.

Y es que, insisto, la ciencia lo ha confirmado o, si no, estoy segura de que está a punto de hacerlo: en las cenas de verano el tiempo fluye de otra manera. Acostumbrados a horarios más o menos rígidos debido a nuestros trabajos, el tiempo que necesitamos para llegar a ellos, y el resto de compromisos que tenemos cada uno en nuestras vidas, las cenas de verano son un paréntesis en los que parece que vivimos otra vida. No hay prisa, no tenemos necesidad de madrugar al día siguiente, y no nos preocupa el reloj. Y por eso sucede que te sientas a cenar a las nueve de la noche, mientras el sol aún está presente, y pasan horas que parecen minutos.

Cenas de verano al aire libre. Uno de los placeres del estío. Todavía nos queda verano. Todavía nos quedan cenas por compartir. Si vas a una cena de verano, tírate de cabeza y nada con ligereza. Con suerte, conseguiremos hacer, como decía Bradbury, que nuestras palabras sean verano en la lengua.

Y cuando llegues a una de estas cenas de verano al aire libre no pienses que estás con tus amigos de siempre a los que ves muchos fines de semana en invierno, aunque sean los mismos con los que compartes cenas en invierno tantas veces. No estás con ellos, igual que no estás con tu familia con la que estás cada día en tu casa, porque todo el mundo está con otro espíritu, el espíritu de una noche de verano al aire libre.

Si lo piensas, tú tampoco eres el mismo cuando estás en una cena de verano al aire libre.

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