Opinión

Morbo

María Jesús Güemes
Actualizado: h
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Hace años leí Vestido de novia de Pierre Lemaitre en un vuelo entre Berlín y Madrid. Del tirón. La trama, de suspense y bastante truculenta, me tenía tan atrapada que no reparé en las turbulencias ni en lo que me comentaban mis compañeros de trabajo. No podía levantar la vista de sus páginas. Daba escalofríos. Está claro que no es una de las obras cumbre de la literatura universal, pero me pareció desconcertante, original y completamente adictiva.

Siempre he admirado la capacidad de los escritores para relatar una historia. Hacen que parezca tan fácil… Y no me refiero a la maestría para enlazar frases con una ortografía correcta. Hablo más bien del engranaje. De esa idea que les llega como una chispa y de cómo a partir de ella construyen el argumento con varios personajes llenos de aristas.

Debo admitir que, en esto último, Lemaitre me pareció un genio. Me dejó maravillada por su forma de generar intriga, por sus giros narrativos y por sus golpes de efecto. Desde entonces he devorado todo lo que ha hecho tanto en novela negra -con los casos del comandante Camille Verhoeven- como en la de aventuras con tintes históricos. Ahora está enfrascado en una saga familiar.

Me fascina que todo lo que narra sea producto de su imaginación. Sus thrillers son bastante escabrosos y retorcidos y, la verdad, agradeces que sea todo inventado. Por desgracia, luego la realidad supera la ficción. Basta con escuchar un informativo. Sólo entonces somos conscientes de que convivimos con la maldad y el horror.

Ahora acabo de ver la película La viuda negra y no dejo de darle vueltas. Este largometraje nos traslada al verano de 2017 cuando apareció el cadáver de Antonio Navarro en el garaje de su edificio en el barrio valenciano de Patraix. No estoy haciendo ningún spoiler. En su día tuvo una gran repercusión mediática porque se descubrió que lo había matado Salva, el amante de su mujer. Aunque ella, Maje, fue quien lo orquestó.

Esta cinta, de Bambú Producciones (los mismos de Fariña o El caso Asunta), retrata perfectamente el poder de manipulación que tenía esta mujer sobre los hombres. Hay dos escenas que lo ilustran muy bien. En una se ve a Maje acariciando la nuca de Salva con la mano. Es un leve gesto, pero transmite hasta qué punto dominaba la situación. También hay un abrazo muy significativo. Ella busca cobijo en él. Así le llegó a convencer, mostrándose frágil y despertando el instinto de protección masculino.

No recordaba sus auténticas caras y las busqué en internet. También quise sabe qué había sido de ellos y los dos se encuentran cumpliendo condena en la cárcel. La investigación policial fue todo un éxito. Habría sido el crimen perfecto, pero les pincharon el teléfono y con el tiempo terminaron delatándose en sus conversaciones.

Está de moda el True Crime. Hay un boom en todo tipo de formatos: documentales, podcast, series… Nos da morbo escarbar en lo turbio. Esperamos que nos den los detalles y conocer la verdad de lo ocurrido. Somos espectadores-detectives buscando respuestas a lo incomprensible.

Desde que el mundo es mundo, los sucesos suscitan un gran interés. Se puede comprobar todos los días en televisión con los picos de audiencia. Tienen algo diferente, despiertan nuestro dolor e indignación. Cualquier noticia perturbadora nos sacude por dentro y tenemos la necesidad de comentarla en voz alta para espantar el malestar que nos causa.

En España hemos tenido crímenes y tragedias de sobra. No hace falta que los enumere, están en la mente de todos. Y cada vez que ocurre una desgracia, los periodistas nos lucimos. Por cada uno que aborda el asunto con sensibilidad, hay diez tertulianos que caen en el sensacionalismo.

Puede que tras confesar mi atracción y curiosidad por estos asuntos sea contradictorio recordar que hay un límite moral. No hay que olvidarlo. Las productoras han dado con un filón, pero cuidado con derrapar. No me hace falta ver toda la crónica negra de mi país plasmada en la gran pantalla con un reparto de lujo. Hay asuntos que todavía pueden causar daño y que por ética no deberían ser recreados jamás.

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