España es un país lleno de rincones insólitos, pero pocos tan sorprendentes como Valverde, una aldea que parece desafiar la lógica administrativa. A simple vista, es un pueblo rural más, con su iglesia, su plaza y sus costumbres de siempre. Pero al mirar con un poco más de atención, o sobre todo si nos fijamos en un mapa, uno descubre lo extraordinario: este diminuto pueblo pertenece, de forma simultánea, a cuatro comunidades autónomas distintas.
Sí, has leído bien. Valverde, oficialmente una pedanía del municipio riojano de Cervera del Río Alhama, está estratégicamente situada en un vértice geográfico donde convergen La Rioja, Aragón, Navarra y Castilla y León. Un fenómeno sin parangón en todo el país, y probablemente también en Europa.

Un cruce de caminos
La explicación de esta anomalía geográfica se encuentra en la historia. Durante la Edad Media, esta zona fue un enclave fronterizo entre tres de los grandes reinos peninsulares: Castilla, Navarra y Aragón. De esa época proviene la leyenda del Mojón de los Tres Reyes, una gran piedra que, según la tradición, sirvió de punto de encuentro para tres monarcas que discutían asuntos de estado sin abandonar sus respectivos territorios. Hoy, el nombre sobrevive en un restaurante que recibe a viajeros junto a la carretera nacional N-113, que cruza el pueblo.
La actual delimitación de Valverde refleja esa historia compartida: un puñado de calles, parcelas y fincas se reparten entre las cuatro comunidades, y aunque el núcleo principal está dentro de La Rioja, sus alrededores se extienden como brazos hacia Navarra, Aragón y Castilla y León. La antigua estación de tren, por ejemplo, quedó literalmente partida en dos por una línea imaginaria.
Una vida entre líneas invisibles
Lo más llamativo es que esta curiosa condición no genera conflictos ni confusión. Todo lo contrario. En Valverde, la convivencia entre diferentes autonomías se asume con naturalidad. Algunos vecinos hacen la compra en Navarra, trabajan en Aragón y acuden al médico en La Rioja. Las diferencias administrativas —festivos distintos, normativas que varían según el lado de la calle— forman parte del día a día.
Lejos de generar disputas, esta singularidad ha reforzado la identidad local. Los habitantes no se definen por una comunidad concreta: son de Valverde, simplemente. Y están orgullosos de vivir en un lugar donde cada paseo puede significar cambiar de comunidad sin salir del mismo entorno rural.
Qué ver en Valverde y cómo llegar
Más allá de su peculiar situación, Valverde merece una visita por su encanto tranquilo y su historia palpable. La Iglesia de Nuestra Señora del Rosario es el epicentro de la vida social, y las fiestas patronales en agosto son todo un acontecimiento. También destaca la celebración de San Blas, en febrero, donde los vecinos preparan los tradicionales manguitos, unos dulces de sabor antiguo que llenan el aire de aroma a horno casero.
Para los amantes del senderismo, los caminos que rodean el pueblo ofrecen paisajes suaves, campos abiertos y pequeñas colinas que permiten cruzar, sin apenas notarlo, de una comunidad a otra. Es un lugar donde las divisiones administrativas desaparecen entre los árboles, los campos y la historia compartida.
Llegar a Valverde es sencillo, aunque no esté en el radar turístico habitual. Desde Logroño, el viaje por la AP-68 y la N-113 dura poco más de una hora. Desde Zaragoza, el trayecto es similar. La carretera nacional cruza el corazón del pueblo, y a su vera, el ya mencionado restaurante ‘El Mojón de los Tres Reyes’ ofrece una parada obligatoria tanto por su cocina como por su simbolismo.