Opinión

¿Las mujeres buscamos un hombre rico?

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Rico de dinero, no de que esté rico. Rico de ser, no de estar. ¿Hoy en día también? Se podría pensar que estas actitudes y estas reflexiones resultan anacrónicas en una sociedad donde la mujer entró hace décadas en el mercado de trabajo y muchas veces gana más que el hombre. Buscando por la red, me encuentro un artículo muy interesante de Rosemary L. Hopcroft, profesora Emérita de Sociología de la Universidad de North Carolina, Charlotte. Hopcroft es autora de Evolution and Gender: Why it matters for contemporary life (Evolución y Género: Por qué es importante para la vida contemporánea) y también de muchos trabajos importantes. El artículo que me interesa lleva este título: How To Marry A Billionaire y empieza fuerte: “Busco un hombre en finanzas/fondos fiduciarios, de un metro 95 cm y ojos azules”. Según parece, esta frase es de una canción muy viral y famosa de una tiktoker, Megan Boni, de la que no tengo el gusto. Canción que, según la socióloga, podría considerarse el himno del “movimiento de citas de alto valor”, una novedad online que arrasa entre ciertas mujeres.

Vaya, parece que tenemos un nueva tendencia en marcha. Ahora con influencers de todo el mundo ofreciendo consejos sobre cómo casarse con un hombre con buenos posibles. ¡Han inventado la rueda! De novedad, nada. Simplemente la vuelta, ahora sin vergüenzas, de unos antiguos patrones que ingenuamente creíamos superados. Que estadísticamente a los hombres les atraen cualidades de las mujeres que no pasan necesariamente por la riqueza, la intelectualidad o el poder ya lo sabíamos. Y que pocas veces es al revés, también. Pero, cuidado, Hopcroft es evolucionista, y lo analiza desde la ciencia. Las diferencias de género en fisiología, psicología y comportamiento se pueden atribuir a ligeras diferencias en los rasgos evolutivos entre hombres y mujeres. Estas diferencias existen a causa de la inversión de cada uno en la descendencia, lo que significa que, en el entorno evolutivo, algunos problemas adaptativos eran más importantes para los hombres que para las mujeres, y viceversa. Para los hombres, el problema adaptativo más importante a resolver era encontrar pareja. Los hombres que no dejaron descendencia no son nuestros antepasados. Para las mujeres, el problema adaptativo más importante a resolver era tener y criar hijos con éxito. Las mujeres que fallaron ahí no son nuestras antepasadas.

Hopcroft, para reforzar su tesis, se apoya en un trabajo de principios de este año de Ria Wilken, una joven socióloga, que señala que las mujeres multimillonarias actuales tienen más probabilidades de haber heredado el dinero que los hombres multimillonarios: alrededor del 68% de ellas lo obtuvo por herencia en comparación con aproximadamente el 21% de los hombres. Las mujeres también tenían más probabilidades que ellos de haberse convertido en multimillonarias a través del matrimonio. La mayoría de estos hombres no estaban casados con una pareja multimillonaria: solo alrededor del 30% de las esposas de los hombres multimillonarios lo era, mientras que alrededor del 65% de los esposos de las mujeres multimillonarias sí lo era.

¿Fácil? Incluso si estos multimillonarios defienden valores no tradicionales y apoyan causas de izquierda, como muchos hacen, su propio comportamiento marital tiende a ser más conservador que otra cosa. Ignoro cuáles serán los consejos de las influercers, pero la propia Ria Wilken muestra en sus investigaciones unas barreras de entrada difíciles de sortear: la mejor manera de casarse con un millonario es, ¡oh!, pertenecer a la clase alta. Utilizando un conjunto de datos único de todos los multimillonarios estadounidenses y sus cónyuges, Wilken descubrió que el 95 % de las esposas de los multimillonarios pertenecían a la clase alta. Eso sí, según su definición de “clase alta económica”, no sólo estaban ahí los propietarios de grandes empresas, directores ejecutivos y corredores financieros. Hay que tener en cuenta a la llamada “clase alta cultural”, que incluye a funcionarios públicos, jueces, médicos, filántropos, pilotos y políticos de alto nivel. Por no hablar de académicos reconocidos, profesores, científicos y directores de instituciones culturales o museos. ¿Decepcionadas? Que también incluya Wilken en esa “clase alta cultual” a artistas de renombre, modelos y productores ofrece brechas interesantes. Tal vez quepan también las influencers

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