No podía ser distinto esta vez. Salta la sorpresa a última hora de la tarde de que por fin se ha cerrado, tras años de negociaciones, un acuerdo entre España y Reino Unido sobre Gibraltar. Ni más ni menos. Uno de los conflictos históricos más relevantes para España desde que, en 1713 con el Tratado de Utrech, cedimos su soberanía -junto con Menorca- al Imperio Británico, solo que aquí no hemos sido capaces todavía de recuperarla. Va a ser ahora, se atreve uno a pensar.
El Presidente del Gobierno, con la habitual autocontención que le caracteriza, decía “después de tres siglos sin avances…cerramos un acuerdo global”. Las primeras palabras de Albares califican el acuerdo de “histórico”. Hemos de tener en cuenta que, tras la visita del mes pasado de Bourita, declaró que las relaciones con Marruecos estaban “en el mejor momento histórico”. Con tanta pomposidad, hay motivos sobrados para la preocupación.
Efectivamente. Las piezas no encajan. No podía ser distinto esta vez. Este gobierno lo ha convertido en costumbre.
Primero: No se conoce el contenido del acuerdo, se conocen solo los calificativos al mismo. Gracias, pero si fuesen tan amables de compartirnos el texto podríamos leer el detalle del mismo para poder valorarlo con rigor.
Segundo: las partes no coinciden en los términos del acuerdo.
Tercero: no sabemos quiénes son las partes. Históricamente eran el Reino Unido y España quienes se sentaban en la mesa de negociación cuando el espinoso asunto se ponía sobre la mesa. Moratinos fue quien sentó por primera vez a Gibraltar también, haciendo que una negociación que hasta entonces había sido equilibrada, al menos en número, dejase de serlo. Ni qué decir del rango, dos ministros y un alcalde -con ínfulas eso sí-. En la foto de hoy son cuatro las partes, se ha unido la Comisión Europea. Bueno no es que se haya unido, es que, si leemos el comunicado del Foreign Office británico, el “acuerdo político” alcanzado hoy no es con España -a quien no menciona siquiera- sino con la Unión Europea. Insisto. No podía ser distinto esta vez. Otra vez una decisión clave, fundamental, casi vital para la política exterior de España, enmarañada. Como con Marruecos.
No se trata de no querer darle la razón al gobierno, que ojalá la tenga. Ojalá sea un acuerdo histórico en beneficio de los intereses de España. Y ¿qué le interesa a España? Sin lugar a dudas que estén claros los términos en varias cosas:
- Al no haber control en la verja, el control de entrada se realizará en el puerto y el aeropuerto, “y por parte de la Unión Europea”, dice el texto, lo hará España. ¿Es en exclusiva o compartida? Lo conocido es confuso al decir que los controles serán duales y que “en el caso del Reino Unido los controles gibraltareños completos seguirán llevándose a cabo como hasta ahora”. ¿Significa esto que España reconoce la soberanía británica sobre el terreno en el que se ha construido el aeropuerto?
- ¿Cómo queda el tema fiscal? y no nos referimos tanto a lo que afecta al tabaco sino a la decisión de la Comisión de retirar a Gibraltar de la lista antiblanqueo de capitales y qué va a pasar con multitud de sociedades fantasma que alberga el Peñón y que son, no de casualidad, su fuente de financiación prioritaria. Además del dumping fiscal que existirá respecto al territorio español.
- ¿Qué ocurre con la expansión territorial que ha realizado Gibraltar a través de rellenos en los últimos años? ¿Se reconoce ese territorio? Esto implicaría una cesión clara de soberanía.
- La desaparición de la verja de la que se jacta Albares, para los habitantes de la zona es, sin duda, una buena noticia ya que podrán seguir entrando sin necesidad de controles, pero ¿cómo se va a realizar el cruce de mercancías? ¿Esto supone hacer a los llanitos europeos de facto? ¿Habrá también libertad de movimientos de mercancías? ¿Cómo se controlará entonces el contrabando de tabaco o, dicho de otra manera, que no entre tabaco en España libre de impuestos?
- ¿Cómo queda el uso de las instalaciones militares que el Reino Unido tiene en Gibraltar? ¿Cómo se va a controlar el suministro de las mismas y el movimiento de los militares?
Estas son algunas de las muchas preguntas que tendrá que explicar, concretar y detallar el gobierno con absoluta claridad. Debería ser distinto esta vez, pero no lo parece.
Nos jugamos mucho. Nos jugamos toda la prosperidad real de una zona de España especialmente castigada por los tráficos ilícitos. Nos jugamos el control del Estrecho. Nos jugamos el respeto. Nos jugamos una reclamación histórica. Nos jugamos, de facto, conceder la soberanía<