Otra vez, ellas. Las mujeres que más necesitan protección vuelven a quedar expuestas por un sistema que falla donde no puede errar. El sistema de seguimiento telemático que debía garantizar la distancia entre víctimas y agresores ha vuelto a sufrir una incidencia grave, y con ella se ha vuelto a quebrar la confianza de quienes dependen de esas pulseras para sentirse a salvo. Si les rompes la confianza a las víctimas de violencia de género, les rompes todo.
En septiembre ya sonaron las alarmas. Se denunciaron errores en las llamadas pulseras Cometa, se escucharon testimonios desgarradores y se exigieron explicaciones. Dos meses después, el Ministerio de Igualdad, dirigido por Ana Redondo, vuelve al punto de partida: sin respuestas claras, sin medidas concretas, sin transparencia. En septiembre, la ministra prefirió no responder a preguntas, parapetada tras comunicados técnicos y promesas de protocolos “activados de inmediato”. Pero lo urgente no era activar un protocolo: era evitar que el sistema volviera a fallar. Ahora ha anunciado que comparecerá en la Comisión de Seguimiento y Evaluación de los acuerdos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género del Congreso de los Diputados. Es tarde. El daño ya está hecho.
La pregunta es sencilla: ¿cuántas mujeres se han visto afectadas? Nadie lo sabe, porque Igualdad no ha querido decirlo. Tampoco ha aclarado cuántos errores se produjeron ni cómo se corregirán. La ministra no compareció por iniciativa propia ante las Cortes, delegando su responsabilidad en otros cargos, mientras las víctimas siguen escuchando pitidos y alertas que ya no saben si significan protección o desamparo.
La ministra de Igualdad debe responder. No ante los medios, sino ante las víctimas. Porque lo que está en juego no es un contrato tecnológico ni una cuestión burocrática: es la seguridad -y la dignidad- de miles de mujeres que confiaron en Ana Redondo y les ha vuelto a fallar. Es hora de dar un paso al lado, ministra.