Desde que el 29 de octubre la Dana provocara una de las mayores catástrofes que han asolado nuestro país, la Casa del Rey tuvo por delante un reto clave: cumplir con el deber de un Jefe del Estado y Capitán de las Fuerzas Armadas dentro de los límites que establece una Monarquía Constitucional.
En una catástrofe en la que suman oficialmente más de 220 víctimas mortales, con el Gobierno central y el autonómico valenciano lanzándose toda la artillería de reproches posibles entre sí, era muy difícil que los pasos del Rey no acabaran manchados de barro, y no sólo por las consecuencias naturales de la Dana. Como sucedió en Paiporta.
La visita a uno de los municipios más afectados marcó un antes y un después en los protocolos de las visitas a las zonas afectadas por la gota fría. La indignada reacción de los vecinos hacia las autoridades, que se materializó en lanzamientos de bolas de barro o botellas, evidenció la inconveniencia de repetir una comitiva conjunta.
Máxime cuando las reacciones por ambas partes fueron tan distintas. Por un lado, los Reyes se quedaron en la zona y, por otro, el presidente del Gobierno se marchó del lugar aconsejado por su equipo de seguridad. El reconocimiento de esta actitud por parte de las personas afectadas por la catástrofe se vio en las posteriores visitas a las zonas de Chiva, Utiel, en Valencia, y Letur, en Albacete, zonas en las que el recibimiento a los Reyes estuvo lleno de vítores.
En esta línea, los pasos de Zarzuela están siendo claros: independencia respecto al Gobierno y máxima discreción, dentro de lo posible, en los sucesivos desplazamientos. Sedoví, Catarroja, Torrent y Algemesí son otros pueblos que faltan por visitar: son los más afectados con cuyos alcaldes el Rey habló dos días después de que trascendiera el alcance de la riada.
La visita a Paiporta generó tal revuelo mediático que la expectación ante las siguientes era muy invasiva, y es precisamente lo que se quería evitar desde la Casa del Rey. Para el Jefe del Estado, tal y como ha repetido en reiteradas ocasiones, lo prioritario es ayudar y escuchar a la gente, y lógicamente con las cámaras de por medio es algo muy difícil de conseguir.
El día escogido para el segundo desplazamiento fue el 19 de noviembre, fecha que coincidía con la celebración del G-20, a la que asistió el presidente del Gobierno. La coartada perfecta para no acompañar a los Reyes. Según establece la Constitución, los actos del Monarca tienen que estar refrendados por el Ejecutivo, por lo que Ángel Torres, responsable de la cartera de Política Territorial, fue el ministro de Jornada. Un perfil discreto que encajaba con el perfil que quería adquirir la visita.
Lo que no se pudo evitar fue la afluencia de medios congregados. Zarzuela no incluyó las visitas en la agenda de los Reyes, que se publica a final de cada semana, para hacerlo de la manera más discreta posible. Pero las filtraciones fueron inevitables, y además el Ejecutivo sí lo hizo público el día antes en su agenda de Gobierno. Los propios vecinos se quejaron de que las cámaras impedían mantener una conversación con Don Felipe y Doña Letizia. Está por ver si las próximas visitas se harán sin anunciarse públicamente, aunque la previa organización de cada desplazamiento que hacen los Reyes abarca tantas áreas de trabajo -seguridad, coordinación con las administraciones…- que se antoja una misión imposible.
Los mensajes que más ha repetido Don Felipe desde la zona cero son tanto la importancia de no olvidar a los damnificados, como de que “lleguen las ayudas y hacer todo el proceso burocrático más fácil y eficaz para que lleguen y funcionen”. Algunas voces criticaron que el Jefe del Estado no se hubiera desplazado de manera inmediata a la zona de operaciones in situ.
Las explicaciones que aportaron desde la Casa del Rey a lo largo de esos días es que el Monarca no quería interferir en las labores de emergencia, y que debía ir en coordinación con las correspondientes autoridades autonómicas. Como capitán de las FAS, puso a disposición del ministerio de Interior y de Defensa un total de 195 efectivos de la Guardia Real, más 48 guardias civiles. Tanto él como la Reina despejaron sus agendas para centrar toda su actividad en el seguimiento de los destrozos de la Dana. El Jefe del Estado ha mantenido encuentros con la CEOE y demás entidades del sector empresarial, así como con las unidades militares desplegadas en las zonas afectadas. Por su parte, Doña Letizia se ha centrado en el sector más vulnerable afectado por la catástrofe, y ha mantenido reuniones con las principales asociaciones que trabajan sobre terreno, como la AECC -Asociación Española Contra el Cáncer-, FEDER -Federación Española de Enfermedades Raras-, CERMI -Comité Español de Personas con Discapacidad- o Cáritas, entre otras. “Es importante una atención sostenida y constante”, ha remarcado en diversas ocasiones.