El Gobierno ha presentado este martes su “Plan de Acción por la Democracia”, cuyo nombre suena pretencioso y temible, como anunciando un desembarco para combatir contra los nazis de nuevo cuño, o sea, la ultraderecha, la fachosfera y/o la “máquina del fango”, según la hora, un ente creciente, diabólico y multipolar que integran, entre otros, Isabel Díaz Ayuso, Felipe González y Pablo Motos. Se escuda el Ejecutivo en el Reglamento Europeo sobre la Libertad de los Medios de Comunicación, aprobado por sociatas y peperos en Estrasburgo para neutralizar el impacto, en la medida de lo posible, del estiércol informativo proveniente de Putinlandia, y así se materializa una operación concebida en abril, cuando el juez Peinado abrió su investigación contra Begoña Gómez, esposa del “hombre profundamente enamorado” Pedro Sánchez y “presidenta” según Patxi López, por los presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción –el 30 de septiembre, por cierto, la Audiencia de Madrid decide si archiva o no el caso–.
En las Vidas de los doce césares, el historiador romano Suetonio escribió que el emperador Tiberio, antes de apurar su existencia en Capri educando al zumbao de Calígula y bañándose desnudo con niños lactantes que le mordisqueaban la entrepierna, “como respuesta a los insultos, malintencionados rumores y versos difamatorios contra él y los suyos, afirmaba a menudo con firmeza y paciencia que en una ciudad libre también los pensamientos y las palabras tenían que ser libres”. El presidente del Gobierno compró este argumento hasta que su mujer fue objeto de los, en su opinión y la de sus feligreses, supuestos bulos propagados por “pseudomedios” y “tabloides digitales”. El lunes, Sánchez vendió las supuestas bondades de un plan que “emana de nuestra Constitución”, que fue presentado veinticuatro horas después en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros y del que recelan todos aquellos periodistas que no bailan al son del macho alfa de la Moncloa.
El Gobierno comandado por un partido que, según El Confidencial, prepara desde hace meses una campaña contra jueces, fiscales e informadores –incluido Ferreras– dirigida por una militante que responde al nombre de Leire Díez, vende que la regeneración pasa por chorradicas como publicar los microdatos de las encuestas, alzar la mano con quien se cisque en el Rey y en la Iglesia –a los muyahidines, en fin, mejor no provocarlos– u obligar a Feijóo a acudir a los debates electorales. Confeti sonoro aparte, llegamos a lo mollar: el control de los medios críticos. Los ministros Bolaños y Urtasun han hablado de treintaiún medidas, entre las que cabe destacar que el Ejecutivo definirá qué es un medio, creará un registro de estos que será supervisado y tutelado por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, presidida por la exasesora de Sánchez Cani Fernández, reformará la Ley de Publicidad Institucional, limitará la financiación pública –ya, ya…– y mimará a aquellos que utilicen lenguas cooficiales. “Es un primer paso, queda mucho por hacer”, ha apuntado al respecto el ministro de Cultura. Nadie descarta que las facultades de Ciencias de la Información pasen a llamarse “Begoña Gómez”. Qué bonito es el amor, ay.