Víctimas ’invisibles’ de las falsas ginecólogas chinas

Sólo daban cita a compatriotas. Si hay problemas, no denuncian. Es una de las reglas no escritas del ‘guānxi’, vínculo en mandarín. Y uno de los retos de la Operación Bianque

La discreción era su máxima: atendían con cita previa, en locales sin horario fijo o a domicilio, y siempre contactando a través de WeChat, el conocido como ‘Whatsapp chino’. En el puerta a puerta, que probaron los propios agentes de la Policía Nacional durante sus pesquisas, el filtro era aún más tajante: “Tu piel no es apta”. De forma educada, su derecho de admisión lo limitaban expresamente a la comunidad china. Fuera de ese círculo no entraba nadie. La barrera les había funcionado hasta que entraron en el radar del Grupo V de la Brigada Provincial de Extranjería de Madrid.

Sin antecedentes y sin denuncias, el trabajo policial ha sido minucioso, pero sobre todo tan discreto como pretendían serlo sus objetivos: dos mujeres de origen chino, de 37 y 43 años, que habían montado un negocio médico-estético en el que ofrecían todo un abanico de servicios a precios reducidos. Los implantes dentales oscilaban entre 240 y 600 euros. Pero lo mismo ponían carillas, que inyecciones de bótox o ácido hialurónico. En el interior de los dos locales que tenían alquilados en un centro comercial de Fuenlabrada (Madrid), los investigadores se encontraron con ecógrafos y aparatos propios de una consulta ginecológica, salvo porque ninguno estaba homologado.

“Todo sucio, mal conservado, sin cadena de frío, y sin ningún tipo de control”, detalla el jefe del grupo V. A simple vista no parecía siquiera apto para una sencilla manicura, que es la única formación con la que sí contaban las dos detenidas. Ambas, impostoras, ejercían como doctoras con variedad de material a su disposición, desde jeringuillas a viales de toxina botulínica y medicación -con sello no oficial de la Comunidad Europea y prospectos en mandarín-. Lo habían introducido en España de forma clandestina, a través de paquetería y por vía portuaria.

El recorrido de su mala praxis recayó de lleno en una clientela hermética, más confiada en sus compatriotas que en una asistencia médica legal. “Hemos preguntado en hospitales en busca de esas más que posibles víctimas y no constan”, reseña Víctor de las Heras, inspector jefe de la Sección de Investigación de Trata. Dar con esas clientas ha sido el gran reto de la Operación Bianque. El nombre no está elegido al azar: Bian Que es una figura legendaria en la medicina china, anterior a la dinastía Qin. Allá por el 400 a.C. su lema era ver, escuchar, preguntar y tomar el pulso.

A nivel policial, los experimentados investigadores de Extranjería se movieron con las mismas premisas, hasta que el pasado 6 de mayo decidieron interceptar a las falsas doctoras, tras un mes de seguimientos y vigilancias. “Las pillamos en la misma puerta, a punto de acceder al local, y no opusieron ninguna resistencia ni pega a que accediéramos. Tienen un respeto máximo por la autoridad”, recalca De las Heras, que conoce bien el perfil de la comunidad asiática: “Se mueven por el vínculo, lo que ellos llaman ‘guānxi’”.

El ‘guānxi’ funciona tanto para fiarse de la supuesta doctora con formación de manicurista, como para luego no denunciar en caso de que le haya podido causar un daño estético o médico. Si hay dolo o mala praxis lo arreglan entre ellas, con dinero de por medio, “como una especie de extorsión”. En definitiva, se paga por el silencio de unas víctimas que en la Operación Bianque conforman “una cifra negra”. Incalculable e imparable.

Las dos falsas doctoras, expertas en uñas, están ya en libertad con medidas cautelares. Las acusan de intrusismo profesional y delito contra la salud pública. Las clínicas en las que ejercían están cerradas, y sus propietarios sancionados con 120.000 euros al no contar con licencia de actividad. Pero nada impide que las infractoras vuelvan a ofertarse en sus redes sociales chinas y entre una comunidad de confianza, que prefiere optar por esa regla no escrita del ‘guānxi’. Un vínculo por el cual a muchas de sus clientas les inyectaban bótox en sus casas; servían a domicilio. De hecho, “parte de lo incautado lo llevaban descuidado en el maletero”. Con lo que los agentes del grupo V no descartan volverse a topar con ellas en breve.

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