La retirada de España del festival ha dejado una pregunta flotando en el ambiente mediático: ¿podrá el público ver Eurovisión 2026 aunque RTVE haya renunciado a emitirlo? La decisión del ente público de apartarse del certamen no solo implica la ausencia de candidatura española, sino también la renuncia a adquirir los derechos televisivos.
Sin embargo, eso no significa que el festival quede automáticamente fuera del alcance del espectador español. La posibilidad de que otra cadena, una plataforma de streaming o incluso un servicio internacional compre los derechos de Eurovisión 2026 existe. Aunque su viabilidad real es mucho más compleja de lo que parece.
Un escenario inédito para el mercado audiovisual español
La renuncia de RTVE abre un vacío histórico, porque Eurovisión 2026 deja, por primera vez en décadas, de tener garantizada su emisión en España. Esa ausencia provoca una cuestión central para la industria. ¿Conviene a una cadena privada adquirir un evento de tanta magnitud cuando el país no participa?

Aquí aparece el primer obstáculo. La ausencia de España reduce el interés comercial, porque buena parte del rendimiento publicitario del festival procede de la identificación emocional del público con su representante. Sin ese elemento, la rentabilidad puede desplomarse.
Además, las cadenas privadas trabajan con modelos económicos donde cada inversión debe justificar un retorno claro. Emitir Eurovisión 2026 implica pagar derechos, producir una retransmisión y asignar una franja decisiva del prime time a un contenido que, sin presencia española, podría no alcanzar audiencias competitivas frente a otros formatos. La pregunta, por tanto, no es solo si pueden comprar los derechos, sino si querrán hacerlo.
¿Qué pasa con plataformas como Netflix, HBO Max o Prime Video?
En teoría, las plataformas de streaming también podrían negociar con la UER para emitir Eurovisión 2026. Técnicamente, nada lo impide. Sin embargo, el modelo de estas plataformas se aleja del directo tradicional. La retransmisión en vivo es compleja, cara y exige infraestructuras específicas. Aunque algunas plataformas han empezado tímidamente a experimentar con eventos en directo, la emisión de un festival de esta envergadura sería un salto estratégico muy improbable.

A ello se suma un elemento esencial: Eurovisión 2026 no genera suscripciones. El atractivo del festival es inmediato, puntual, y no encaja en la lógica del crecimiento sostenido que persiguen estos servicios. Una plataforma podría adquirirlo como golpe mediático. Pero la inversión no parece alinearse con su estrategia actual.
Una posibilidad real, pero poco probable
La pregunta que se hacen los eurofans es sencilla: ¿podrá verse Eurovisión 2026 en España? Y la respuesta, aunque abierta, tiende hacia el pesimismo. Sí, otra cadena puede adquirir los derechos. Sí, una plataforma podría hacerlo. Nada lo prohíbe. Pero la lógica económica y las dinámicas actuales del mercado apuntan a que ninguna tiene incentivos suficientes para asumir el coste de un festival que, por primera vez, no contará con España entre sus participantes.
Esto no significa que el escenario sea definitivo. Todo depende de si alguna cadena detecta un interés comercial latente, si la UER facilita acuerdos más flexibles o si el fenómeno eurovisivo, incluso sin presencia española, demuestra poseer una audiencia fiel que haga rentable su emisión. Hasta que alguien dé el paso, la incógnita seguirá abierta.


