‘La reina de la belleza de Leenane’: el dolor del odio en el hogar

La obra no solo no ha envejecido lo más mínimo, sino que continúa siendo una de las más sobresalientes aportaciones del teatro de nuestro tiempo

El Teatro Infanta Isabel de Madrid acoge La reina de la belleza de Leenane, de Martin Mcdonagh, bajo la dirección de Juan Echanove
El Teatro Infanta Isabel de Madrid acoge La reina de la belleza de Leenane, de Martin Mcdonagh, bajo la dirección de Juan Echanove Sergio Parra

Una madre anciana, Mag, y su hija mayor de 40 años, Maureen, se sobreviven en una competición por ver quién hace más desgraciada la existencia de la otra mientras el tiempo pasa y en sus vidas, aparentemente, no pasa nada. Viven juntas en una colina a las afuera de Leenane, en Irlanda, mientras las otras dos hermanas de Maureen siguen con sus vidas despreocupadas por su madre lejos de allí.

El Teatro Infanta Isabel de Madrid acoge La reina de la belleza de Leenane, de Martin Mcdonagh, bajo la dirección de Juan Echanove. La obra nos presenta un espacio del reducido y decadente hogar, alejado de la vida urbana y con escasa conexión con el mundo: una radio por la que Mag espera impaciente una canción dedicada de sus hijas que le importa más que cuidar a la presente.

Mag y Maureen, protagonistas de 'La reina de la belleza de Leenane', en el Teatro Infanta Isabel de Madrid

Mag y Maureen, protagonistas de ‘La reina de la belleza de Leenane’, en el Teatro Infanta Isabel de Madrid

La propuesta explora la relación conflictiva entre la madre, quien huye de su soledad a costa de someter a su hija en una dependencia forzada, obviando cualquier inquietud y posible pretensión de esta. Por su parte, Maureen nos traslada la desazón de un día que se repite constantemente, como la lluvia que no cesa en la región, las gachas y medicaciones, que ahondan en lo gris que se ha vuelto su existencia.

Violencia y dolor

El dolor y la crudeza marcan el ritmo de la obra en un ambiente enrarecido, fuera de lo común, casi inverosímil, pero tan plausible a la vez que traspasa al espectador. La reina de la belleza afronta la violencia de una relación familiar descompensada y egoísta que normaliza un trato inhumano a través de lo cotidiano.

María Galiana y Lucía Quintana brillan en este conflicto con una interpretación impecable que dota a sus personajes de una tensión constante sin llegar a ser tediosa. No sólo en su interacción, sino en los gestos en soledad, en las miradas, gritos e insultos se traslada la fricción y, en varios momentos, la ternura frente a lo inexplicable de haber alcanzado esta situación.

María Galiana y Lucía Quintana, intérpretes, y Juan Echanove, director de 'La reina de la belleza de Leenane'

María Galiana y Lucía Quintana, intérpretes, y Juan Echanove, director de ‘La reina de la belleza de Leenane’

Los 20 años que Maureen ha estado cuidando de su madre se ha visto empujada a sacrificar su propia vida y la narrativa nos sitúa en una de las que, por edad, podrían ser sus últimas oportunidades de reconstrucción. Poco a poco vamos conociendo diferentes episodios y reproches sobre la represión que ha sufrido, ayudándonos a empatizar y preguntarnos si hay una buena salida posible.

Aparece entonces un fantasma del pasado, el regreso de Pato Dooley (Javier Mora), quien trabaja en Londres de obrero y vuelve a Leenane para despedir a unos familiares que marchan a América. Su retorno, y también la aparición en la trama de su hermano menor Ray (Alberto Fraga), llevarán al límite la tensión entre madre e hija.

Pato es la esperanza del cambio de vida que Maureen ansía desde hace tiempo y que, a su vez, materializa el gran temor de Mag: una intromisión del exterior a su comodidad que podría empujar a su hija a otra realidad que la relegue a ella a la soledad o a una residencia. Esto hará aflorar todavía más mentiras, violencia y mezquindad en la casa que un día fue un hogar y hospedó una familia, suponemos que feliz, y de la que sólo quedan ausencias y reproches.

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