En pleno corazón de la Sierra Norte de Guadalajara, oculto entre valles remotos y protegido por una montaña envuelta en leyendas, se alza uno de los enclaves más desconocidos y fascinantes de Castilla-La Mancha. Hablamos de Majaelrayo, un pequeño municipio que forma parte del conjunto de pueblos de la Arquitectura Negra y que, pese a su tamaño y aislamiento, guarda un patrimonio histórico, cultural y natural digno de los mejores destinos rurales de España.
Majaelrayo: piedra, silencio y memoria
Majaelrayo es uno de los mejores ejemplos de la llamada Arquitectura Negra. Se trata un estilo constructivo tradicional de la Sierra de Ayllón y del Alto Rey que emplea casi exclusivamente la pizarra local para levantar muros, tejados y corrales. Este uso del material autóctono da lugar a una armonía estética impresionante, donde las viviendas se camuflan con el paisaje, creando una simbiosis única entre naturaleza y arquitectura.
Majaelrayo es, en este sentido, mucho más que un simple pueblo. Es una cápsula del tiempo que conserva intacto el modo de vida de siglos pasados.
La localidad apenas cuenta con 57 habitantes, fruto de un largo proceso de despoblación. Pero cada calle, cada rincón, cada piedra habla de su historia pastoril. El trazado urbano de Majaelrayo está configurado en grandes manzanas de viviendas adosadas que giran en torno a corrales comunes.

También se pueden encontrar vestigios de su pasado ganadero como los chozos de pastor, pequeñas edificaciones circulares de piedra que sirvieron durante generaciones como refugio temporal en la montaña.
Un entorno natural marcado por el Ocejón
El paisaje que rodea a Majaelrayo es uno de sus mayores tesoros. El pueblo se asienta a los pies del pico Ocejón, una de las cumbres más emblemáticas de la provincia de Guadalajara. Desde sus calles se inicia una de las rutas de senderismo más espectaculares del centro peninsular, con vistas de vértigo y una riqueza ecológica extraordinaria.
Pero el Ocejón no solo es una maravilla natural. Es también el eje de una antigua leyenda que dota de magia al entorno de Majaelrayo. Según la tradición oral, tres montañas —el Moncayo, el Alto Rey y el Ocejón— fueron en realidad tres hermanos malditos. El mito cuenta que un jefe tribal prerromano, cansado de las disputas entre sus hijos por la herencia, los transformó en montañas, condenándolos a estar siempre a la vista unos de otros, pero eternamente separados.
Así, Majaelrayo, que se ubica junto al Ocejón, parece formar parte de un territorio sagrado donde la naturaleza y el mito se funden.
Patrimonio rural y esencia comunitaria
A pesar de su pequeño tamaño, Majaelrayo conserva elementos arquitectónicos de gran valor etnográfico. Destacan sus taínas, construcciones de pizarra utilizadas para guardar el ganado, y sus fuentes comunitarias, como la del Caño, la de las Cabezadas o la Buena, aún en uso hoy por los vecinos y visitantes.
Todo ello acompañado por la Iglesia de San Juan Bautista, que articula la vida social del municipio y se convierte en punto de encuentro para los escasos habitantes que aún resisten al paso del tiempo.