GASTRONOMÍA

Pinchamberí: 20 razones para quedarse en Chamberí este junio

Del 19 al 29 de junio, Chamberí contará con 20 locales que se unen en una ruta inédita, desbloqueando una nueva necesidad para los amantes de los pinchos

Hay una obsesión que se repite cada verano en Madrid: la búsqueda desesperada de la terraza perfecta. Que tenga sombra, que no sea un horno, que no esté llena de guiris, que sirvan algo más que croquetas tristes. Mientras tanto, Chamberí -ese barrio que siempre va a su ritmo- ha decidido que la felicidad no está en el cielo, sino a ras de acera. Y que, si se acompaña de un buen pincho y un Tinto de Verano frío, mejor.

De eso va Pinchamberí, una ruta gastronómica que del 19 al 29 de junio reúne a 20 locales del barrio para reivindicar lo que nunca debería haberse dejado de lado: el bar como refugio, la tapa como excusa, el sabor como centro de gravedad. Lo organizan con Tinto de Verano La Casera y no tiene mucho misterio, que es precisamente su gran acierto: cada establecimiento ha creado una tapa exclusiva que se sirve con un tinto bien fresco, en cualquiera de sus tres versiones. ¿El precio? Entre 3,5 y 4,5 euros. Lo justo. Lo que apetece.

La ruta se despliega por Ríos Rosas, desde la calle Hernani hasta la propia Ríos Rosas, en esa parte de Chamberí que no sale tanto en los mapas gastronómicos pero que guarda secretos mejores que los de Ponzano. Aquí no hay postureo, hay barra. No hay DJ, hay servilletas de papel. No hay vistas, pero hay sabor. Participan lugares tan variados como Gochu, Chaladā, D’ Tertulia, Coconut o Donde Tati. Entre todos, ofrecen una carta improvisada que mezcla tradición y juego, cuchara y trampa, cocina de siempre con ideas nuevas.

Pero Pinchamberí no es solo un festival de tapas. Es también una pequeña revuelta contra la tiranía del “sitio bonito”. Una manera de recordar que no hace falta que todo sea perfecto para que esté bien. Que a veces la mesa pegada a la puerta, con un ventilador girando, es el mejor sitio del mundo si al otro lado hay una conversación que merece la pena.

Y claro, está el Tinto de Verano. Ese invento españolísimo que ahora La Casera ha convertido en algo más serio, más variado, pero igual de refrescante. Se sirve clásico, con limón o sin alcohol, y siempre recuerda a lo mismo: verano, terraza del pueblo, sobremesa sin hora, risas a medio gas. Funciona porque no intenta deslumbrar, sino acompañar.

Hay algo bello en todo esto. Algo que tiene que ver con lo auténtico, sí, pero también con lo cómodo. Con la idea de que no hace falta salir de Madrid ni reservar con dos semanas de antelación para comer bien y estar mejor. Que la felicidad, a veces, es tan sencilla como un pincho recién hecho, una bebida bien fría y la certeza de que no hay prisa.

Pinchamberí no pretende competir con nada. Solo quiere que salgas a la calle, entres a un bar, te sientes un rato y te acuerdes de lo que de verdad importa cuando aprieta el calor: sombra, amigos y algo rico delante. Y si no hay terraza, mejor. Así no te distraes.

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