Opinión

Beauty Pass: cenar gratis es de guapas

Phil González
Actualizado: h
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No es algo nuevo, nacer guapos siempre fue una gran “ventaja competitiva”. Las redes sociales solo abrieron un poco más la veda a cualquier hija de vecina. Esta exposición digital diaria y masiva impulsa, aún más, la difusión de contenidos describiendo unas personas y sus vidas perfectas.

En una sociedad regida por la estética, la belleza se ha convertido en un potencial seguro de vida. Facebook, Instagram, y ahora TikTok, nos hacen tomar consciencia de nuestra valiosa imagen de marca, de la necesidad de salir siempre bien en la foto, aunque haya sido sutilmente retocada.

En este contexto nació Beauty Pass, una aplicación americana que recompensa a las personas más agraciadas. Permite a los dioses y diosas disfrutar gratuitamente de las experiencias y locales más exquisitos de la ciudad neoyorquina.

Una app reveladora de nuestra era

Su premisa es simple pero provocadora: si eres lo suficientemente guapo o guapa, podrás gozar de restaurantes, eventos o incluso de lujosos tratamientos de belleza, por la patilla.

Mediante el análisis del perfil por la inteligencia artificial, la app otorga una puntuación de belleza a cada persona. Criterios físicos tales como las proporciones o la simetría facial son claves para abrir las puertas de este exclusivo club social.

Los más suertudos recibirán invitaciones para saborear un brunch en domingo o asistir a una cena para el “morro más fino”. Estas experiencias, habitualmente de costes altos, son gratuitas para quienes cumplan con los estándares fotogénicos. Los aspirantes que no pasen el corte verán sus sueños esfumarse.

Si ya existían, desde hace años, apps para “ligar entre famosos”, “relacionarse entre gente adinerada” o “conectar establecimientos con influencers de alta audiencia”, esta nueva propuesta no deja de ser polémica. En definitiva, genera una comunidad con entrada muy selecta donde la apariencia física es el precio aleatorio del tique de entrada.

Brecha digital y sociedad de la apariencia

Este fenómeno (reservado a modelos de momento) pone de manifiesto los debates actuales sobre superficialidad y meritocracia. La exacerbada sociedad de la apariencia causa mucha preocupación entre profesores y padres, que pasan por difíciles procesos de educación de los adolescentes.

La obsesión por tener un atractivo aspecto se ha intensificado y no es algo exclusivo de los jóvenes. En redes se ha normalizado el cuidado diario de la marca personal incluso entre los más adultos. Compartimos nuestras más idealizadas versiones, buscando likes, comentarios o reacciones. Esta búsqueda constante de la perfección nos arrastra a una dinámica en la que no importa tanto quienes somos, sino lo que aparentamos.

La aparición de todas estas apps no es casual. Es el reflejo del lugar preponderante que ocupa hoy la belleza como añadido al estatus social. Se podría estar fomentando incluso una nueva forma de “brecha digital” ya que promueve un criterio de elección desigual. Aquellas personas que no cumplan con las expectativas se verán, tarde o temprano, marginadas. Sabemos que “no estar en redes” es equivalente hoy a un “no existes”.

La cara B de la Belleza

Aunque a simple vista pueda parecer una propuesta divertida, las implicaciones de ver estos softwares expandirse son peligrosas. El énfasis en el físico como factor de éxito, y obtener de ello algún rédito, puede derivar en desarrollar en algunos, un serio problema psicológico. La presión por cumplir con ciertos estándares estéticos acaba desembocando en trastornos como la anorexia, la bulimia, la dismorfia corporal y la baja autoestima.

Este fenómeno tiene también profundas implicaciones socioculturales. Estas aplicaciones refuerzan la teoría de que el éxito está, en gran medida, determinado por la apariencia física, desplazando el talento, el esfuerzo y la inteligencia, a la última fila.

Las aplicaciones que premian la belleza física no solo generan una mayor ansiedad en individuos que no alcanzan esos niveles, sino que también promueve una visión pobrísima de nuestra sociedad actual y su componente humano. La idea de que la belleza pueda convertirse en una forma de pago demuestra lo superficial de las relaciones de este siglo.

Como si se tratase de marketing de gran consumo, prioriza siempre el envoltorio sobre su contenido. Alimenta también la industria cosmética, así como una espiral de consumo de tratamientos donde alteraremos nuestro cuerpo para encajar en los moldes establecidos.

La belleza ya no es simplemente un rasgo admirado, sino que también se convierte en una importante moneda de cambio. Significa un potencial ingreso en especie y, cómo si de la nueva ley de influencers se tratase, habrá que ver cómo valorará Hacienda todo este trueque.

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