Opinión

Déjà vú

María Jesús Güemes
Actualizado: h
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En una discusión solemos decirnos cosas sin medir las palabras. Seguramente muchas las pensamos y con el enfado se nos escapan. Pero también hay otras que se expresan con el único objetivo de hacer daño al contrario y, a ser posible, ganar o salir airosos del enfrentamiento. Esto que puede ocurrir en cualquier momento entre una o varias personas, se da mucho entre políticos. Andan todo el día a la gresca. No hay tregua verbal y, a veces, agotan. La diferencia es que sus broncas quedan grabadas o por escrito para la posteridad y se puede volver a ellas sin cesar para comprobar que la vida da muchas vueltas.

Ahora mismo Pedro Sánchez debería reflexionar sobre ello y recordar cómo en su día descalificó a Mariano Rajoy sin contemplaciones. Le pidió “ejemplaridad” y “regeneración democrática” para afrontar los escándalos que salpicaban al PP. Cuando estaba en la oposición, reclamó mil veces su dimisión.

“¿No cree que los españoles merecen un presidente del Gobierno limpio de sospecha?”, le preguntó en 2017 cuando fue citado como testigo en el juicio del caso Gürtel. Un año después, ya en la moción de censura, resaltó que “la corrupción actúa como un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país” porque “debilita a los poderes del Estado”. Ahora todo lo dicho se vuelve en su contra. Le toca aplicárselo.

Desde la semana pasada, con el informe de la UCO y la dimisión de Santos Cerdán, tengo una tremenda sensación de déjà vu. Salvando las distancias, me parece que la historia se repite, aunque hayan cambiado el partido y los protagonistas.

Yo recuerdo a Rajoy pidiendo disculpas, igual que hizo el otro día Sánchez. El primero también puso en marcha una auditoría externa para revisar las cuentas de su formación, como si eso sirviese de algo. Por aquel entonces también se comentaba que era imposible que él desconociera el entramado. De ahí que ahora no me extrañe que opinen lo mismo del jefe del Ejecutivo.

Los dos daban ruedas de prensa y se paraban a hablar con periodistas sin ningún problema hasta que empezaron a estallarles los problemas en la cara. A partir de ese momento, mejor esconderse y aparecer sólo cuando ya no queda más remedio. Se ha visto en esta semana en la que Sánchez ha dicho que no piensa dar un paso atrás ni convocar elecciones. Los mismos mensajes de antaño. Hay acusaciones, acciones y discursos clonados de otros tiempos. Da igual las siglas que sean.

En el PP el foco se puso en el tesorero Luis Bárcenas. En el PSOE, en los secretarios de Organización. No son sólo afiliados que pasaban por allí. Son cargos de peso y decisivos en el funcionamiento de una formación. Los líderes saben que no deben poner la mano en el fuego por nadie, pero siempre cometen el mismo error, terminan haciéndolo y se achicharran.

Así que, de pronto, ya estamos en la misma dinámica de siempre. Los informativos abren con un goteo incesante de informaciones comprometidas, van apareciendo nuevos implicados, se escucha la indignación de los compañeros, se habla de persecución, de cambios, de más medidas, de bajas de militancia o entrega de actas, sobrevuelan las imputaciones, se cuestiona el papel de los jueces… Está peli ya la hemos visto.

Toca que Alberto Núñez Feijóo juegue sus cartas y, por lo que veo, seguirá la misma dinámica. Ya ha llamado “mafioso” y “mentiroso” a Sánchez. El domingo tachó al Gobierno de “indecente”. Tampoco es nuevo. Ya se había escuchado en el otro sentido. Pero debería andarse con cuidado porque a él también le llegará el turno y será examinado con lupa. La hemeroteca es demoledora y traicionera para todos.

Pienso que Rajoy nunca supo medir lo que se le venía encima. Jamás imaginó que lo arrasaría todo. Fueron nueve años terribles. Hasta que, por fin, llegó la sentencia. Entonces, se activó la maquinaria y, por primera vez en democracia, salió adelante una moción de censura.

Actualmente no puede repetirse la situación porque el PP, de momento, no cuenta con los apoyos necesarios para ganarla. Pero la confianza de los socios se está resquebrajando y la situación puede cambiar.

Para calmarlos, Sánchez anunció ayer que comparecerá a petición propia en el Congreso de los Diputados. También habló de impulsar una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados. Debe ganar tiempo y mientras se erige en el “capitán” al que le toca “capear” la tormenta. Sabe que llegó a La Moncloa prometiendo limpieza y hoy en día encara su peor crisis. Ha sobrevivido a una pandemia, a las guerras, a un volcán, a un dana, a un apagón… Ahora va a afrontar un vía crucis semejante al de Rajoy y habrá que ver si no se ahoga igual que él.