Ducharse todos los días es un acto cada vez más común. Especialmente, en los meses de más calor. Pero no solemos pararnos a pensar si lo hacemos por pura convicción, porque realmente lo necesitamos, porque en nuestra familia siempre se ha hecho así…
Los dermatólogos tienen claro cuál es la frecuencia ideal de la ducha y los factores a tener en cuenta, dependiendo de cada caso.
¿Es bueno para la piel ducharse todos los días?
La piel no es solo una capa superficial del cuerpo. Es un sistema completo, con su propia barrera protectora natural, la cual está compuesta por aceites beneficiosos y bacterias “buenas”. Ambas protegen la piel de patógenos, mantienen su hidratación y regulan el pH.
Al ducharse con demasiada frecuencia, especialmente con agua muy caliente y jabones agresivos, se puede dañar esta barrera. Por lo tanto, no es necesario ducharse todos los días, y puede llegar a ser perjudicial en algunos casos. Pero eso no quiere decir que no haya gente que no se deba duchar a diario.
Un lavado frecuente y agresivo elimina los aceites naturales y las bacterias protectoras, dejando la piel más vulnerable a la sequedad, la irritación e incluso infecciones. Los síntomas más comunes son la piel tirante, descamada o con picazón.
La frecuencia de la ducha depende de diferentes factores. Por ejemplo, el nivel de actividad física diaria, si tienes la piel seca o grasa, el clima de donde vives o la edad.
Si tu piel tiende a ser grasa, tienes actividad laboral o deportiva diaria, y el clima es más bien húmedo y caluroso, probablemente sí necesites ducharte cada día. Si tu caso es más bien opuesto, todo lo contrario: tu frecuencia de ducha puede irse a los 2 o 3 días. Consulta con tu dermatólogo la frecuencia ideal para ti si tienes dudas.
Recomendaciones de los dermatólogos a la hora de ducharse
Una vez resulta la duda de si ducharse todos los días o no, hay consejos de los dermatólogos que pueden venirte muy bien a partir de ahora.
Como indica la doctora Leire Barrutia, lo ideal es limitar la temperatura y el tiempo de la ducha. No deberías superar los cinco minutos de duración, con agua tibia, ni muy fría ni muy caliente.
Los productos deben ser adecuados a tu tipo de piel. Generalmente, la preferencia es que sean suaves y que respeten tu pH. Y si contienen ingredientes hidratantes, mucho mejor. La OCU tiene una guía detallada al respecto.
Asimismo, trata de no frotar excesivamente tu piel. Puedes dañar tu barrera cutánea si lo haces. Es mejor utilizar tus propias manos, aplicando el gel con suavidad. Tampoco te frotes con la toalla o albornoz al salir de la ducha.
Y por último, si tu gel no dispone de elementos para la hidratación, puede ayudarte usar una crema hidratante para sellar la humedad en tu piel. Verás que, si no realizas una gran actividad física ni pasas mucho calor, te ayudará a mantener la hidratación hasta tu próxima ducha.
En todo caso, recuerda acudir con tu dermatólogo o dermatóloga de confianza ante cualquier cambio en la piel, o problema con las duchas.