¿Es mejor bañarse con agua fría o caliente en verano? Esta es la explicación de un especialista

Un médico explica por qué podría ser mejor ducharse en verano con agua caliente que con fría

Ducharse con agua caliente en verano podría ser más beneficioso que el agua fría.

Con la llegada del verano y las altas temperaturas, muchos recurren sin pensarlo a duchas frías como solución rápida para refrescarse. Sin embargo, el médico peruano José Luis Pérez-Albela, especialista en medicina preventiva y reconocido divulgador de salud, plantea una visión que rompe con esta creencia común: el agua caliente podría ser mucho más beneficiosa para el cuerpo en días de calor.

Lejos de lo que el sentido común podría dictar, Pérez-Albela sostiene que ducharse con agua caliente o tibia en verano no solo refresca de forma más duradera, sino que también contribuye al bienestar general del organismo.

Una frescura que viene después

“El frescor que da una ducha fría es inmediato, pero también pasajero”, explica el doctor. El cuerpo, al ser expuesto de golpe a bajas temperaturas, reacciona con un efecto de vasoconstricción, es decir, los vasos sanguíneos se estrechan, reduciendo el flujo de sangre a la piel. “Eso provoca una falsa sensación de frescor que dura poco y puede dejar al cuerpo tenso y menos preparado para enfrentar el calor posterior”, detalla.

En cambio, una ducha con agua caliente produce el efecto contrario. “El calor del agua dilata los poros, relaja la musculatura y mejora la circulación sanguínea. Además, permite que el cuerpo regule mejor su temperatura una vez que terminas el baño. Aunque durante la ducha puedas sudar un poco, al salir sentirás una sensación de frescura real y prolongada”, asegura el especialista.

La noche, el mejor momento para probarlo

Pérez-Albela recomienda especialmente ducharse con agua caliente por la noche, antes de ir a dormir. “Una ducha caliente antes de acostarse ayuda al cuerpo a liberar la tensión del día, relaja el sistema nervioso y mejora el descanso. Es una forma eficaz de prepararse para dormir, incluso cuando el calor parece insoportable”.

Según el médico, el cuerpo necesita mecanismos eficaces para regular su temperatura interna, y el uso del agua caliente puede facilitar esa autorregulación natural sin recurrir constantemente a ventiladores o aire acondicionado.

Más allá del frescor: beneficios para la salud

Además del efecto térmico, las duchas calientes ofrecen otros beneficios asociados con la salud. Según Pérez-Albela, al dilatar los vasos sanguíneos y mejorar la circulación, se contribuye también al alivio de dolores musculares, al tratamiento de la fatiga y a la recuperación del cuerpo tras la actividad física.

“El agua caliente también ayuda a eliminar toxinas a través del sudor y mantiene la piel en mejores condiciones, sobre todo cuando se ha estado expuesto al sol durante muchas horas”, añade.

En contraste, el agua fría puede generar una respuesta de defensa corporal, provocando rigidez o incluso estrés térmico en algunos casos. “El cuerpo se contrae, cierra sus ‘ventanas’, y ese cierre limita la capacidad de liberar calor adecuadamente”, explica.

Un consejo para reconsiderar

Aunque la ducha fría sigue siendo un recurso habitual y puede tener su utilidad en ciertos momentos del día, la propuesta de Pérez-Albela invita a repensar nuestros hábitos. No se trata de eliminar el agua fría del todo, sino de entender cómo responde nuestro cuerpo y qué es lo que realmente necesita para mantenerse fresco y saludable en verano.

Así, lejos de lo que dicta la costumbre, puede que la próxima vez que sientas el calor agobiante, una ducha caliente sea el gesto más sabio para combatirlo. Y como apunta el propio médico, “puede parecer contradictorio, pero el cuerpo sabe más de lo que creemos: si lo cuidamos con inteligencia, responde con equilibrio”.

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