Para Aristóteles, la política era un instrumento para lograr el bien común y la felicidad de los ciudadanos y tenía mucho que ver con la ética, pero mucho ha cambiado el significado de la palabra desde el siglo IV. Entiéndame, no creo que desde la época del filósofo griego todo haya sido virtuosismo porque la corrupción ha existido siempre, lo que pasa es que ahora los ciudadanos diferencian entre la corrupción que llevan a cabo “los míos” y la que perpetran “los contrarios” para ser más benevolente con una que con otra.
Estando un día en Rabat en un viaje como periodista, un diplomático nos contó que la embajada de España en la capital marroquí había sido construida por un ministro de Hassan II. El hombre había dedicado cantidades ingentes de dinero a construirse esa casa, dinero que había sustraído de las arcas del reino, claro. Y no es que los demás no lo hicieran, pero quizá a él se le fue la mano y no cayó en la cuenta de que había empezado a perder el favor del rey. Para inaugurar su casa, organizó una enorme fiesta a la que también fue invitado el monarca y, en un momento dado, Hassan II le dijo: – Esto te ha tenido que costar muchísimo dinero. Y él contestó: – No, no, me ha costado sólo “x”, majestad (una cantidad mucho menor de la que había gastado). El rey le dijo entonces: -Ah, pues te la compro por ese dinero. Y así fue como el ministro corrupto se quedó sin casa. Al poco tiempo, Hassan II regaló el palacete a Franco, y, al morir el dictador, su familia lo restituyó al estado.
Parto de la base de que la mayoría de los políticos son honrados, por eso no comparto la idea de que la política en sí misma es asquerosa, pero sí que hay muchas personas que se aprovechan de ella para medrar y para enriquecerse. Y estamos viendo muchos ejemplos en los últimos tiempos. La semana pasada, sin ir más lejos, conocimos que el exministro Montoro, formaba parte de una supuesta trama que modificaba leyes para enriquecerse. Los investigadores sostienen que el ministro seguía siendo socio de su despacho y utilizaba para ello a varios testaferros, por lo que el ministro de Hacienda tendría unos beneficios ilícitos que no declararía, claro. Todo eso mientras amenazaba a periodistas y adversarios y utilizaba el departamento que dirigía para perjudicarles. Veremos qué dice la justicia de todo esto, pero siguiendo la máxima hamletiana, algo olía “a podrido” en Hacienda.
Las revelaciones de la semana pasada se unen a todas las que estamos conociendo en los últimos meses sobre el supuesto amaño de obras públicas a cambio de mordidas en otra trama encabezada supuestamente por los dos secretarios de Organización del PSOE: por José Luis Ábalos y Santos Cerdán. Ayer, el juez Ismael Moreno retiró el pasaporte y prohibió salir de España a la ex presidenta de Adif, Isabel Pardo de Vera, y al exdirector de Carreteras, Guillermo Herrero, dos piezas claves para llevar a cabo esas adjudicaciones bajo sospecha. Las consecuencias de todo ello las estamos viendo también en estas semanas. El Gobierno de Navarra ha tenido que admitir, algo que había ocultado durante mucho tiempo, un sobrecoste de 8,5 millones de euros en una de esas obras, la de los túneles de Belate. El grueso de esas partidas se debe a carencias en el proyecto inicial, pero, qué más daba, si una de las empresas adjudicatarias pertenecía en gran parte a Santos Cerdán… Por supuesto, nadie en el Gobierno de Navarra se ha planteado dimisión alguna, quizá porque pensarán que, como dijo en cierta ocasión Carmen Calvo, “el dinero público no es de nadie”.
Algunos políticos seguirán delinquiendo, sobre todo porque las leyes, lejos de endurecerse, se suavizan, o se hacen amnistías a la carta, e incluso el Tribunal Constitucional con Cándido Conde-Pumpido al frente ha hecho la vista gorda con el mayor fraude que ha habido en la política española, el de los EREs de Andalucía, que costó a las arcas públicas 680 millones de euros (veremos qué dice de todo ello el Tribunal de Justicia de la Unión Europea).
Me repugna cualquier tipo de corrupción, venga de donde venga. No hay que generalizar, pero tampoco hay que hacer la vista gorda si la perpetra el partido al que uno vota porque esto implica una degeneración de la democracia, por eso comparto lo que decía el senador Edward Kennedy: “En política pasa como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente correcto, está mal”.