La escritora que casi nadie ha leído en España y cuya literatura es un refugio para las almas perdidas

Elif Shafak escribe como quien tiende la mano a un desconocido, como quien abre una ventana en una habitación sin aire

Elif Shafak - Cultura
Una fotografía de archivo de la escritora Elif Shafak.
EFE/ Ferhat Elik/Lumen

En el inmenso océano de la literatura contemporánea, hay nombres que resplandecen en las listas de ventas. Y otros que, en silencio, construyen refugios donde las almas heridas pueden descansar. Elif Shafak pertenece a esa segunda estirpe. Es la voz de quienes no encajan, de los que miran el mundo desde una esquina y encuentran belleza incluso en la fractura. Y aunque su obra ha sido traducida a más de cincuenta idiomas, en España sigue siendo una autora casi secreta, conocida solo por unos pocos lectores que han sentido, al leerla, algo parecido a ser comprendidos.

Una autora entre dos mundos

Elif Shafak nació en Estrasburgo, creció entre Turquía y Europa, y ha pasado buena parte de su vida sintiéndose dividida entre culturas, lenguas y patrias. Esa dualidad impregna cada una de sus novelas, donde lo femenino, lo marginal, lo silenciado o lo exiliado encuentran espacio para hablar. La suya es una literatura que se mueve entre la mística sufí y la realidad política, entre el desarraigo y el anhelo de pertenencia.

La bastarda de Estambul - Elif Shafak
Portada de la novela ‘La bastarda de Estambul’, de Elif Shafak.
Lumen

En obras como La bastarda de Estambul, El arquitecto del universo, Las tres pasiones o Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo, Elif Shafak explora lo que ocurre cuando una persona decide no renunciar a su sensibilidad, incluso en medio del ruido, la violencia o la indiferencia. Su escritura es una forma de resistencia emocional, una manera de decir: aunque el mundo esté roto, todavía hay belleza.

Su prosa tiene una cadencia poética que la emparenta con las grandes narradoras del siglo XX. Pero su mirada es absolutamente contemporánea. Elif Shafak no escribe para entretener: escribe para sanar.

El dolor como punto de partida

En el universo de Elif Shafak, el dolor no se oculta ni se decora. Es un territorio que se habita, una materia con la que se construyen puentes entre seres humanos. En Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo, la protagonista, una prostituta asesinada en Estambul, revive los momentos más importantes de su vida durante los escasos minutos posteriores a su muerte. Esa premisa, que podría parecer trágica, se convierte en una meditación sobre la dignidad y la memoria: una reivindicación del derecho a ser recordada, incluso por aquellos a quienes la sociedad prefiere olvidar.

Ahí está una de las claves del poder de Elif Shafak: su capacidad para transformar la oscuridad en ternura, para hablar del abandono sin caer en el sentimentalismo, para encontrar luz en los márgenes. Sus personajes —mujeres solitarias, niños desplazados, hombres que aman en silencio— no son héroes, sino supervivientes. En su derrota se esconde la semilla de una redención posible.

Leerla es como escuchar a alguien que ha visto demasiado y, aun así, sigue creyendo en la humanidad.

Una voz silenciada que no deja de hablar

Aunque Elif Shafak ha sido finalista del Premio Booker y una de las autoras más leídas de Turquía, en España su presencia editorial ha pasado desapercibida. Sus libros no figuran entre los más vendidos. Y, sin embargo, quienes la descubren suelen recomendarla con una devoción silenciosa. Hay algo íntimo en su lectura, algo que pertenece al terreno de lo espiritual, incluso cuando aborda temas políticos o sociales.

Mis últimos 10 minutos y 30 segundos en este extraño mundo - Elif Shafak
Portada de la novela ‘Mis últimos 10 minutos y 30 segundos en este extraño mundo’, de Elif Shafak.
Lumen

En Turquía ha sido censurada, señalada e incluso llevada a juicio por “insultar la identidad turca” en una de sus novelas. Su respuesta no fue el silencio, sino seguir escribiendo. Desde entonces, su obra se ha convertido en un refugio para quienes también se sienten fuera de lugar. Elif Shafak ha dicho en más de una ocasión que escribe para “los solitarios, los olvidados, los que viven entre fronteras”. Y quizá por eso, leerla se parece tanto a encontrar consuelo.

Su escritura recuerda que la literatura puede seguir siendo un acto de fe. En un tiempo dominado por la inmediatez y el ruido, sus novelas invitan a detenerse, a mirar con compasión, a aceptar que incluso en la herida hay belleza.

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