Cuando se estrenó el 26 de julio de 1925 La quimera del oro (The Gold Rush), dirigida y protagonizada por Charles Chaplin (1889-1977), el cómico británico era ya toda una estrella de Hollywood. Tras unos duros inicios, después de haber conocido la pobreza y el hambre en Londres y de haberse abierto paso en el competitivo mundo de las variedades, Charles Spencer Chaplin había desembarcado en Estados Unidos para convertirse en Charlot, El Vagabundo eterno, conquistando no sólo las taquillas y a la crítica más exigente, incluyendo intelectuales y surrealistas, sino el corazón de los espectadores, con su personaje pícaro, antiautoritario y algo sinvergüenza pero también sensible, tierno y sentimental.
Sin embargo, en su vida privada, Chaplin tenía otra pasión tan obsesiva y posesiva como su amor por el cine: las mujeres jóvenes. En 1915, Chaplin descubrió en una cafetería a Edna Purviance (1895-1958), que se convertiría en su primera estrella, apareciendo en 35 de sus filmes. Su relación pronto pasó de profesional a sentimental, sin que ello supusiera escándalo alguno. Ambos eran mayores de edad, siendo Purviance apenas seis años más joven que él. Los problemas surgieron cuando la actriz descubrió, al mismo tiempo que el resto del asombrado mundo, que Chaplin había contraído nupcias con la también actriz Mildred Harris (1901-1944), de dieciséis años, con quien llevaba cierto tiempo manteniendo relaciones. La joven creía estar embarazada de Chaplin, lo que condujo a un rápido enlace privado el 23 de octubre de 1918 en Los Angeles.

Como era de suponer, el matrimonio fue tan corto como desgraciado. Chaplin se sentía engañado por el supuesto embarazo y al mismo tiempo descubrió que las dotes interpretativas de Mildred no estaban a la altura de lo que exigía. Un nuevo embarazo, ahora real, terminó trágicamente con el fallecimiento prematuro del bebé. En 1920, tras varios intentos de reconciliación, Harris pidió el divorcio basándose en acusaciones de crueldad mental. Por su parte, su marido la acusó de infidelidad (según las malas lenguas, con la directora y actriz bisexual Alla Nazimova). El divorcio quedó confirmado en noviembre de ese mismo año, recibiendo Mildred una compensación económica de 100.000 dólares y varias propiedades. La actriz volvería a casarse dos veces, falleciendo prematuramente por causas naturales en 1944.

Pero el verdadero escándalo llegaría cuando saliera a la luz el romance de Chaplin con la jovencísima Lita Grey (1908-1995), quien se había presentado con quince años al casting de La quimera del oro. El cómico la conocía de tiempo atrás. Había llamado su atención en un café de Hollywood (territorio de caza para el actor) con tan sólo ocho años, y en 1921, cuando contaba doce, Chaplin la contrató para interpretar el personaje del “ángel” en El chico (The Kid), apareciendo también brevemente en Vacaciones (The Idle Class, 1921). Cuando comenzó su relación, el cineasta contaba 35 años, veinte más que su nueva conquista, quien quedó pronto embarazada con dos consecuencias inmediatas: no pudo protagonizar La quimera del oro, donde fue sustituida por Georgia Hale, y la pareja tuvo que abandonar rápidamente California, donde Chaplin podía ser detenido por cargos de violación estatutoria, para contraer matrimonio secretamente en Empalme, Sonora (México).
Aclaremos que “violación estatutoria”, la misma acusación que pesa contra Roman Polanski, no significa violación en términos de violencia sexual, sino mantener relaciones con una o un menor, incluso aunque sean consentidas, lo que constituye delito en el Estado de California. El matrimonio fue otro fracaso. Lita tuvo dos hijos de Chaplin en rápida sucesión: Charles Chaplin Jr. y Sydney Chaplin, mientras su padre se entregaba a dirigir La quimera del oro y El circo (1928), dos de sus mejores filmes, descuidando por completo a su familia.

No es lo mismo divertirse con una adolescente que convertirla en esposa y madre: Lita y Chaplin tenían poco o nada en común. El cineasta se aburría mortalmente con ella. Su divorcio tuvo lugar el 22 de agosto de 1927, saliendo a la luz con morbosos y sensacionalistas detalles las varias relaciones adúlteras de Chaplin. Se dice que Nabokov se inspiró, al menos parcialmente, en la pasión de Chaplin y Lita para la creación de su no menos polémica obra maestra, Lolita. El nombre del actor se ligó también al asesinato de Don Solovich, mayordomo de Lita, por su propio chófer, Sheldon Clark, al parecer resultado de algún turbio asunto de chantaje relacionado con el divorcio. Incluso se especuló con la posibilidad de que Solovich, abiertamente homosexual, hubiera sido amante de Chaplin, quien habría “ordenado” su ejecución. ¡El buen y viejo Hollywood Babilonia!

Quizá escarmentado, el artista centró ahora su interés en la actriz Paulette Godard (1910-1990), protagonista de Tiempos modernos (1936) y El gran dictador (1940), con quien estableció una larga y relativamente tranquila relación en 1932, casándose en secreto en 1936 en Guandong (China) y divorciándose en México en 1942. Ambos mantuvieron siempre su amistad tras el divorcio.
Sin embargo, los deseos de tranquilidad de Chaplin se vieron totalmente arruinados cuando, cediendo una vez más a su pasión por la juventud, inició en 1941 una aventura con la actriz Joan Barry (1920-2007). Joan tenía 21 años y la estrella 52. En esta ocasión, el comediante se topó con una situación incontrolable: su amante se negó a dar por finalizada la relación y anunció a la prensa que estaba embarazada del cineasta. Este negó ser el padre de la criatura, siendo llevado a juicio por la Barry, desatando uno de los procesos más polémicos en la historia de Hollywood.

El caso es que ahora Chaplin estaba bajo la lupa del FBI de Hoover y del infame Comité de Actividades Antiamericanas. Su pacifismo, supuestas (o reales) simpatías por el comunismo y actitudes izquierdistas, incluso el que nunca hubiera llegado a nacionalizarse estadounidense, le convertían en persona non grata. Las acusaciones de Joan Barry y el juicio de paternidad (que perdió pese a que el Tribunal admitió no tener pruebas de esta) resucitaron sus anteriores escándalos, aprovechando Lita Grey para publicar unas memorias que después reconocería exageradas y amañadas. La popular columnista de Hollywood Hedda Hopper, conservadora y puritana, orquestó una eficaz campaña contra la estrella, que vivió sus horas más bajas.

¿Cómo respondió Chaplin? ¡Casándose con Oona O´Neill de 18 años! La hija del dramaturgo Eugene O´Neill, poco antes prometida al joven escritor J. D. Salinger, cayó bajo el encanto del genio de 54 años. Chaplin acabó abandonando los Estados Unidos para vivir el resto de su existencia en Europa. Con Oona encontró el amor de su vida. Seguirían juntos hasta la muerte del cineasta. Tuvieron ocho hijos en menos de veinte años (incluyendo a “nuestra” estupenda Geraldine Chaplin). Pese a su abandono del país que le diera refugio y fama, todavía realizó películas espléndidas como Monsieur Verdoux (1947), filmada en Estados Unidos y otro clavo en su ataúd gracias a su humor negro, denuncia de la guerra y pesimismo, o Un rey en Nueva York (1957), su primer filme europeo, sátira descarada de la fiebre anticomunista que le había llevado al destierro. Pese a las acusaciones de George Orwell (confidente secreto del Comité de Actividades Antiamericanas), siempre mantuvo que nunca había sido comunista.

¿Qué moraleja se desprende de la existencia de este artista genial obsesionado por las adolescentes? Se me ocurre una que rara vez se asocia a estos escándalos. Una quizá no demasiado popular pero que el caso Weinstein volvió a sacar a la luz: la capacidad que los movimientos más reaccionarios, moralistas y conservadores poseen para asimilar la vida privada sexual de las personas públicas a sus ideas políticas, sociales y artísticas, para usar la primera como instrumento de persecución, censura y condena de las segundas. Para el FBI de Hoover y McCarthy ser sátiro sexual implicaba, sin duda alguna, ser comunista y antiamericano. O a la inversa. Que cada cual, busque la suya.