Un niño se despierta prematuramente y, al salir a rastras de su refugio subterráneo, se encuentra solo en medio del paisaje invernal. El suelo está cubierto de nieve; no es el momento adecuado para que los humanos estén despiertos. El pequeño, Erin, se va alejando hasta que no sabe encontrar el camino de regreso. Grita pidiendo auxilio, pero nadie escucha. Posteriormente llega la primavera, y otras personas salen de sus agujeros; se observan, se tocan y se huelen. Entre ellos está Clara, la hermana mayor de Erin, que no tarda en descubrir la desaparición del chaval y empieza a buscarlo. Pregunta a otros humanos, que recolectan alimentos para preparar el siguiente invierno.
Esa críptica introducción es el arranque del primer largometraje de la catalana Anna Cornudella, The Human Hibernation, que imagina un mundo alternativo en el que el ser humano se ve obligado a hibernar igual que muchas otras especies animales durante varios meses al año para sobrevivir a condiciones climáticas extremas. Situada en la encrucijada entre la ficción, el documental y el videoarte, la película se sirve de una sofisticada gramática estilística compuesta de movimientos de cámara escasos y precisos y de un diseño sonoro que mezcla los ruidos procedentes del mundo natural con la prosa de los humanos para ofrecer un experiencia más estética y sensorial que convencionalmente narrativa, y se las arregla para localizar lo metafísico entre lo mundano.

Fotograma de ‘The Human Hibernation’
Para concebirla, Anna Cornudella contó con la ayuda del jefe de investigación de la Agencia Espacial Europea, organismo que estudia la hibernación en vistas a aplicarla a los viajes al espacio exterior, y recibió ayuda de expertos de la NASA. La filmó en localizaciones del norte de Nueva York, Dakota del Sur, Nashville y el Ripollès.
Una reivindicación climática
A causa de su ausencia durante los meses de invierno, los humanos han perdido buena parte de su control sobre el entorno, y por tanto deben asumir los ritmos que marca el mundo natural en igualdad de condiciones con el resto de animales. Vemos un hogar que evidentemente ha sido descuidado. Pollos y cabras deambulan libremente en el interior, el polvo se acumula, la enredadera se desparrama por el suelo. Un caballo aparece en una sala de estar. A lo largo de la película también reclaman su espacio cabras, ciervos, serpientes que mudan sus pieles, ranas, mapaches que corretean, caracoles que hacen el amor y muchas, muchas vacas, todos ellos radicalmente ajenos a la lógica antropocéntrica que ha marcado la historia del planeta.
En cuanto despiertan los humanos, Anna Cornudella se toma su tiempo para observarlos mientras reanudan la vida en el exterior. Cuentan historias sobre las familias que han encontrado durante el periodo de letargo, porque la estructura nuclear que rige este mundo no se basan en la consanguinidad, sino en la hibernación; en un momento dado, un hombre que lleva a un niño en brazos asegura haber sido criado por una madre y tres padres. Descubrimos, asimismo, que los humanos experimentan con formas de comunicación propias de otros animales, esforzándose por leer la mente o detectar los latidos del corazón. Tratan de buscarle un sentido a su lugar en el entorno, a su nostalgia por un tiempo perdido y su incertidumbre frente al mañana.

Anna Cornudella plantea el despertar del animal humano en ‘The Human Hibernation’
¿Qué significa todo ello? The Human Hibernation invita a ser interpretada como una reflexión sobre lo que nos pasará cuando la Tierra nos pase factura por el maltrato al que la hemos sometido, pero al mismo tiempo, al presentar un universo que mantiene grandes similitudes con el nuestro pero que opera de acuerdo a un orden natural distinto, también sugiere la posibilidad de una utopía por llegar. Propone un futuro en el que las estructuras sociales, económicas y políticas que sostienen el capitalismo han sido disueltas, y en el que todos los seres vivos coexistimos compartiendo espacio y respeto. Y nos sugiere, asimismo, una forma alternativa de existir como humanos, sintonizando con lo telúrico y haciendo del planeta un lugar seguro para nosotros y, sobre todo, a salvo de nosotros.