En la costa gaditana, lejos del bullicio de las zonas más turísticas, existe un rincón que parece detenido en el tiempo. Uno en el que las aguas cristalinas del Atlántico bañan una playa salvaje custodiada por dunas y pinares, mientras, a escasos metros de la orilla, emergen los restos bien conservados de una ciudad romana milenaria. Este lugar mágico es Bolonia, una playa virgen en el término municipal de Tarifa, y uno de los secretos mejor guardados del sur de España.
Entre historia y naturaleza
Bolonia no es solo un paraíso natural, sino también un enclave arqueológico de primer nivel. Mientras los visitantes se relajan en su arena dorada o se zambullen en sus aguas puras, pueden contemplar a escasa distancia los vestigios de Baelo Claudia, una antigua ciudad romana que floreció entre el siglo II a.C. y el siglo II d.C. La experiencia es doblemente impactante: al paisaje virgen se suma la sensación de caminar por calles empedradas que hace dos mil años pisaban mercaderes, senadores y pescadores que vivían del comercio marítimo y de la fabricación del célebre garum, la salsa de pescado fermentado que fue el “oro líquido” de Roma.
Baelo Claudia, la Roma antigua a orillas del Atlántico
El conjunto arqueológico de Baelo Claudia se sitúa justo detrás de las dunas. Allí pueden admirarse los restos de un foro monumental, una basílica, termas públicas, templos dedicados a Júpiter, Juno y Minerva, y un teatro con capacidad para 2.000 personas. Todo ello forma parte de una red urbana perfectamente trazada que muestra el esplendor de una ciudad que servía como nexo entre la Hispania romana y el norte de África.
Uno de los aspectos más fascinantes de este yacimiento es su estado de conservación. Paradójicamente, fue la arena del viento de levante —la misma que hoy forma la impresionante duna de Bolonia, que sigue desplazándose— la que protegió durante siglos estos restos, enterrándolos y alejándolos del expolio y la erosión.
Una visita entre ruinas, mar y gastronomía
Recorrer Baelo Claudia es sumergirse en la vida cotidiana del Imperio: desde sus industrias de salazón hasta sus espacios de culto. Todo está explicado y contextualizado en el Centro de Interpretación, donde también se ofrecen visitas guiadas, exposiciones y actividades culturales a lo largo del año. En verano, incluso es posible asistir a representaciones teatrales en el mismo escenario romano original, una experiencia que funde pasado y presente como pocas. La entrada al recinto es gratuita para ciudadanos de la Unión Europea, y cuesta apenas 1,50 € para el resto. El acceso está bien señalizado desde la carretera N-340 y cuenta con zona de aparcamiento y servicios para el visitante.
La playa: un remanso de paz y belleza salvaje
Tras la lección de historia, Bolonia invita al descanso. Esta playa se extiende a lo largo de casi cuatro kilómetros, sin urbanizaciones a la vista. Sus aguas limpias y tranquilas contrastan con el verde de los pinares y el ocre de la gran duna que se eleva a un lado como un monumento natural en constante movimiento. Desde su cima se obtiene una de las mejores panorámicas de la costa gaditana e incluso, en días despejados, se vislumbran las montañas de Marruecos al otro lado del estrecho.

El entorno pertenece al Parque Natural del Estrecho, lo que garantiza su conservación y protege su biodiversidad. Además, existen pequeñas calas y senderos cercanos perfectos para caminatas suaves entre vegetación autóctona y vistas marinas.
Una escapada que combina cultura, mar y sabores del sur
Además del valor paisajístico y patrimonial, Bolonia ofrece también un acercamiento a la tradición gastronómica gaditana. En los restaurantes cercanos al yacimiento y la playa se puede degustar atún rojo de almadraba, capturado de forma sostenible, así como pescados frescos, ortiguillas y otros manjares del litoral andaluz. Todo esto convierte a Bolonia en una opción ideal para quienes buscan una escapada auténtica y completa: baño, senderismo, arqueología y buena mesa, todo en un entorno natural protegido que sigue siendo, pese a su creciente fama, un rincón poco masificado.