A primera hora, cuando Extremadura despierta, hay una certeza silenciosa: al otro lado del Tajo, Almaraz ya está entregando electricidad. No depende de si hay nubes o sopla el viento; simplemente cumple. Y cumple a lo grande: en 2023 produjo 16.927 GWh entre sus dos unidades, alrededor del 7% de la demanda eléctrica del país y el consumo anual de unos cuatro millones de hogares. Es, además, la instalación que más ha aportado históricamente al sistema eléctrico español, con más de 611.000 GWh entregados al sistema desde su puesta en marcha.
Bajemos el debate al terreno de lo concreto. ¿Qué hacemos con un activo que produce mucho, emite muy poco en su operación y acredita excelencia internacional? En febrero de 2025, la Asociación Mundial de Operadores Nucleares revalidó para Almaraz su máxima calificación, tras tres semanas de auditoría con expertos internacionales. No es un sello decorativo: es el estándar más exigente del sector y la prueba de una cultura de seguridad madura y una mejora continua real.
Impacto social
La estabilidad que ofrece Almaraz no es retórica: sostiene vida real. Es el quirófano que no puede parpadear, la pyme que se juega el mes con cada factura, el regadío que necesita previsibilidad en un verano duro. Por eso la electricidad firme, disponible 24/7, importa tanto. La base gestionable que aporta la nuclear es la que permite que las renovables crezcan sin poner en jaque la estabilidad del sistema ni el precio para familias e industria. Almaraz, con su aporte anual y su regularidad, es columna vertebral de esa base.

También está el territorio, que a veces olvidamos cuando discutimos desde la capital. En torno a la central se sostienen cerca de 3.000 empleos entre directos e indirectos, y en cada gran parada de recarga se incorporan tradicionalmente alrededor de 1.200 profesionales de más de setenta empresas, en su mayoría del entorno. Eso fija población, impulsa pymes auxiliares y sostiene servicios municipales. Cerrar sin alternativa industrial equivalente no es transición: es vaciar de oportunidades una comarca que lleva décadas aportando al conjunto del país con trabajo cualificado y una cadena de valor tecnológica.
Inversión
La excelencia no se improvisa, se invierte. Cada año se destinan del orden de 50 millones de euros a modernización, actualización y mejoras de seguridad. Esta inversión continuada explica por qué Almaraz llega a 2025 con indicadores sobresalientes y auditorías externas favorables: no hablamos de una planta al límite, sino de una instalación cuidada y exigente consigo misma. Mantener lo que funciona, y además mejora, es prudencia industrial y también sentido común energético en un país que quiere precios estables y menos dependencias. Ese esfuerzo sostenido no es retórica, es presupuesto y planificación.
El espejo internacional es claro. Almaraz pertenece a la misma familia tecnológica —reactor Westinghouse de agua a presión de tres lazos— que Surry y North Anna, en Estados Unidos. Allí, tras evaluaciones de envejecimiento y seguridad, el regulador ha concedido renovaciones para operar hasta los 80 años: Surry, hasta 2052 y 2053; North Anna, hasta 2058 y 2060. El mensaje es nítido: cuando se invierte y se exige, estas instalaciones pueden seguir operando con seguridad y aportando estabilidad.

Calendario
¿Y qué hacemos aquí? Mantenemos un calendario que fija el cese de Almaraz I el 1 de noviembre de 2027 y de Almaraz II el 31 de octubre de 2028, en torno a los 45 años de operación. Esas fechas no son un límite técnico: son un hito administrativo revisable si hay razones —técnicas, económicas y sociales—. Mientras las “gemelas” obtienen licencias a 80 años, España se plantea prescindir prematuramente de una instalación con producción sobresaliente, auditorías de excelencia e impacto clave en Extremadura.
No hablamos de conservar por inercia, hablamos de excelencia operativa y de una inversión nacional que rinde frutos cada día. Lo responsable es extender su operación mientras se mantengan los estándares más altos, con un marco regulatorio y fiscal estable que dé certidumbre a la industria y a los territorios. Es una decisión de país que protege empleo cualificado, soberanía energética y clima. Almaraz prometió luz fiable y limpia. Lo ha cumplido cada día. Ahora nos toca cumplir a nosotros: mantenerla operativa es elegir un futuro mejor informado, más seguro y más justo para España.



