Opinión

El marido de la catedrática

Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

Pienso en Begoña Gómez “vestida de azul, zapaticos blancos, delantal de tul”. Recordarán la canción, que sigue así “la saqué a paseo y se me constipó, la tengo en la cama con mucho dolor. Esta mañanita me dijo el doctor que le dé jarabe con un tenedor”. ¡Qué imagen la de ellos dos, altos y guapos, caminando de la mano en la Cumbre de Granada! Era octubre del 23 y Begoña Gómez “deslumbraba”, en palabras del Harper´s Bazaar , con un vestido de firma española “ideal para mujeres de todas las edades”. Efectivamente, Begoña había brillado con un atractivo vestido azul de Marcos Luengo, uno de sus diseñadores favoritos. ¡Incluso se habló del “duelo de estilo” que había protagonizado con Doña Letizia!

Ya no lo recordamos pero hubo una época en la que casi dieron el pego. Medio año después, en abril del 24, Pedro Sánchez mantendría a los españoles cinco días “en pausa” noqueado al conocer que estaban investigando a su amor por corrupción. Todo por un quítame allá unos compadreos con empresas y por fingirse catedrática de una cátedra para la que carecía de titulación. “No se contentan con el temor que infunde el poderoso: exigen el reconocimiento que se otorga al sabio. Se apodera de la pareja una aparatosa necesidad de autoafirmación cultural” dijo memorablemente Jorge Bustos al respecto.

El globo se pinchó ya entonces. Ella sólo quería su cátedra y remover las cerezas. Todas las que pudiera. ¿Acaso alguien podría pensar que una pichona como la suya se iba a quedar en casa? Incomprensible para un Sánchez que empezó él mismo copiando su tesis. Que luego metió mano en las primarias. El informe de la UCO entregado al Tribunal Supremo recoge una conversación que señala un posible amaño en las primarias del PSOE de 2014, en las que Sánchez se convirtió en secretario general del partido. Nos mintió desde el principio diciendo que no pactaría con Podemos, ni mucho menos con los independentistas, nunca jamás con Bildu. Nos vendió por 7 votos que fue a comprar a Waterloo ese mismo Santos Cerdán del que ahora abomina. A un huido de a justicia.

Pero volvamos a la foto de Granada. Cuando el principito y la princesita vestida de azul se paseaban por allí, hacia un año que había destituido a Ábalos sin aclarar por qué. Dos del trasiego incomprensible de las maletas de Delcy. ¡Y medio año antes había entregado el Sahara a Marruecos! Presumiblemente los dos guapos ya estaban inmersos, pronto sabremos hasta qué punto, en una red de corrupción y apaño de contratos. Y ahora nos viene -maquillado como un indio sioux o como si David James Fisher, el tanatopráctor de la serie “Dos metros bajos tierra” hubiera tenido un día malo- a pedir perdón. Haciéndose, como siempre, la víctima. Hasta ahora lo había sido de la derecha, del lawfare o de los pseudomedios. Esta semana como damnificado por la traición de una persona en la que había confiado tanto. Y, en la izquierda, las víctimas no dimiten. Da igual que, cuando el ex presidente del Gobierno Mariano Rajoy anunció en 2013 una auditoría externa de las cuentas del PP y se disculpó por la corrupción del que fuera el tesorero de su partido, Luis Bárcenas, él mismo las rechazara de plano: “No basta con pedir perdón”.

No, no esperen que Sánchez se vaya por dignidad, vergüenza o cualquiera de esos sentimientos que desconocen los de la Tríada. Si el hombre enamorado regresó de los 5 días de reflexión avisando de que lo hacía “con más fuerza si cabe”, ahora va a ser peor. Al fin y al cabo, la del vestido azul le esperaba, aunque fuera “con mucho dolor”, en la cama. Y Santos lo único que le provoca es grima. Que le den “jarabe con un tenedor” y andando.

TAGS DE ESTA NOTICIA