Mi padre era profesor y quería que yo siguiera sus pasos. Creo que le hacía ilusión eso de trabajar algún día juntos en el mismo colegio. Pero opté por otra profesión y no le disgustó la elección porque, como él decía, también tenía algo que ver con “el manejo de las palabras”. Así veía el periodismo.
Luego, con el tiempo, en algunos momentos críticos, me pregunté cómo habría sido mi vida de haberle hecho caso. Por supuesto, me la imaginaba perfecta: con unas vacaciones interminables, tareas controladas y unos niños maravillosos de los que me ocuparía con absoluta soltura. Todo lo que la gente piensa al observar el mundo escolar desde fuera.
Pero la realidad es bien distinta. El otro día salió un informe elaborado por la Unesco y Fundación SM en el que se señala que los docentes españoles presentan “síntomas de agotamiento”, “desmotivación” y sufren “precariedad laboral”. Al leerlo pensé que me resultaba algo familiar. Al final, no iba a ser tanta la diferencia entre nuestros puestos y los suyos. En los medios de comunicación también se padecen esos problemas.
Entonces, me acordé de ‘Stoner’, la obra de John Williams. En ella, el protagonista deja los estudios agrícolas por la literatura. Le gusta tanto, que termina impartiéndola en la universidad. Iba para granjero, pero cambia de rumbo cuando su mentor Sloane le abre los ojos y le dice que va a ser maestro. Él duda y quiere que se lo confirme. “¿Cómo lo sabe? ¿Cómo puede estar seguro?”, le interroga. A lo que le responde: “Es amor. Está usted enamorado. Así de sencillo”.
Lamentablemente esa chispa se enciende cada vez menos. Según la investigación realizada, Europa y América del Norte se enfrentan a una terrible escasez de profesores. Se estima que hacen falta 44 millones en el mundo para lograr una educación de calidad en 2030. La situación es especialmente difícil en Secundaria. Hay cifras terribles. Entre ellas, el dato de que España se quedó hace dos años con 720 plazas de Matemáticas sin cubrir. Algo que también ocurre con las de Formación Profesional, lenguas autonómicas y filosofía.
La inestabilidad laboral es otra de las principales preocupaciones. Según la OCDE, más del 20% del profesorado en España tiene contratos temporales, un dato que aumenta entre los menores de 30 años. Por eso, no es de extrañar que muchos se enfrenten a su labor “con distanciamiento e indiferencia”. Esta desafección ha hecho que la tasa de abandono se haya incrementado notablemente.
¿Dónde está entonces la ilusión por la enseñanza? Puede que sepultada bajo una montaña de burocracia y unos chavales que lo ponen cada vez más difícil.
Reconozco que yo de pequeña no tuve en clase ningún modelo a seguir. Por eso me gusta escuchar a esos amigos que me hablan de sus tutores con auténtica pasión. Pero no todos van a ser John Keating en El club de los poetas muertos, inoculando belleza y ayudando a sus alumnos a pensar por sí mismos. También hay muchos que no saben explicarse y que sólo ponen palos en las ruedas del molino. Yo prefiero pensar que se ven superados por una inmensa mayoría que está pendiente de motivar a sus estudiantes para que avancen intelectualmente y sean capaces de desenvolverse en dinámicas sociales.
En la obra de Williams, tras la epifanía relatada, uno puede concluir que las vicisitudes del personaje son dignas de convertirse en leyenda o simple anécdota. En cualquier caso, envidiará que haya sido capaz de alcanzar la felicidad de un modo tan simple y cotidiano. Rodeado de sus libros, concentrado en sus estudios, llevando a cabo su propio aprendizaje y transmitiéndolo de una forma distinta.
“Sentía por fin que empezaba a ser profesor, lo cual era simplemente ser un hombre a quien el libro le dice la verdad, a quien se le concede una dignidad artística que poco tiene que ver con su estupidez, debilidad o insuficiencia como persona. Era un conocimiento que no podía expresar pero que le había cambiado una vez obtenido y mediante el cual nadie podía confundir su porte”. De esta manera explica Stoner su transformación en esta novela tan conmovedora.
Los jóvenes requieren de una guía. Los profesores necesitan condiciones para sentirse realizados. Se trata de una combinación imprescindible para no acabar con un país desnortado.