Opinión

La depresión de Rebeca: una odisea por el infierno

Según la OMS, las mujeres son más propensas a la depresión que los hombres
Actualizado: h
FacebookXLinkedInWhatsApp

La zarpa viscosa y amarilla de la depresión agarró del cuello, no hace tanto, a un muy querido amigo. A un tipo bueno y espléndido, de los que tienen duende para dar y regalar. Por pudor y por el pavor que me generaba la posibilidad inconsciente de cebar al xenomorfo que le parasitaba, cuando conversábamos bajo su nube negra, apenas mencionábamos esa avalancha que, como cantaba Leonard Cohen, cubría su alma: “El deforme que vistes y alimentas / no se muere de hambre ni de frío. / Él no ha solicitado tu compañía, / no en el centro, el centro del mundo”.

La cosa fue dolorosa, pero también domable, controlable o como se diga. Por fortuna, mi pana terminó librándose del bicho –de un bicho insistente que, a la menor oportunidad, trata de asomar el hocico– y volvió a refulgir.

La depresión, ese agujero negro con dientes de lamprea, estuvo a punto de engullir, letal e irremediablemente, a la pintora Rebeca Khamlichi, una tipa interesante y con mucho talento cuya mente le declaró la guerra civil a su cuerpo y que, hechizada por “un dolor que trae hambre atrasada”, intentó quitarse la vida. Varias veces. Si respira es porque algún ser querido la encontró a tiempo en el tiempo de descuento y porque en los frenopáticos, donde no aflojaron las tentaciones, se las saben todas.

Palabras implacables

La ilustradora ha escrito y dibujado su peregrinación por el averno en un libro hermoso y abrumador, Sanatorio (Crossbooks, 2024), elaborado con palabras implacables y con el trazo trémulo mientras entraba y salía de instituciones psiquiátricas. Supe de su existencia gracias a Jeosm, el fantástico fotógrafo de la revista Zenda.

Durante nuestro encuentro, brotaron preguntas terribles, impregnadas de remordimiento, exentas de piedad buenista y de, cómo no, pornografía sentimentaloide: que si alguna vez se arrepintió de haber nacido, que si qué piensa cuando recorre determinadas cicatrices, etcétera; Rebeca las respondió a todas con sinceridad, templanza e, incluso, sentido del humor. Sigo creyendo que mi oficio es el más hermoso del mundo por episodios como este.

Según la OMS, las mujeres son más propensas a la depresión que los hombres: “En todo el mundo, más del 10% de las embarazadas y de las mujeres que acaban de dar a luz experimentan depresión”. Los psicólogos arguyen razones biológicas, psicológicas y sociales. El organismo de la ONU especializado en prevención, promoción e intervención a nivel mundial de la salud también muestra que cada año se suicidan más de 700.000 personas: “Es la cuarta causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años”.

Un tema frágil y explosivo

Dios me libre de emitir juicios sobre una materia que se me escapa, que no he estudiado ni, toco madera, vivido en mis propias carnes. Detesto la frivolidad que supuran los discursos de algunos políticos, influencers, pseudochamanes y demás marcas blancas cuando se refieren a un tema tan frágil y explosivo, como barnizado con nitroglicerina.

Sí sé que Sanatorio es un buen libro y que el testimonio de Rebeca Khamlichi está cargado de verdad y de belleza, aunque su verdad y su belleza no destaquen, precisamente, por su amabilidad. Sí sé que el cóctel molotov que estalló en su cabeza estuvo a punto de llevársela por delante y que, con la ayuda profesional adecuada y el apoyo de su gente, consiguió salir de su albino y tremendo infierno. Por ella alzo mi copa. Y por mi amigo, por supuesto.

TAGS DE ESTA NOTICIA