Opinión

Noelia Núñez es mi ‘girl crush’

Noelia Núñez, del PP
Actualizado: h
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Lo confieso: Noelia Núñez es mi girl crush. No es actriz, ni cantante, ni una influencer con la rutina de skincare perfecta. No. Es vicesecretaria general en el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular y, sobre todo, es una mujer que dice lo que piensa, con claridad, firmeza y sentido común.

No es fácil encontrar referentes así. En un panorama político que muchas veces parece una competición de victimismo, eslóganes y frases vacías, escuchar a Noelia hablar es un soplo de aire fresco. Va al grano. No dramatiza. No necesita disfrazarse ni sobreactuar. Dice lo que piensa, y punto.

Noelia representa una generación de mujeres —la mía— que empieza a levantar la mano para decir: no somos culpables de nada, ni tenemos que pedir perdón por pensar distinto. Que defiende valores como el mérito, la libertad, la propiedad privada o el respeto a las instituciones sin complejos ni florituras, sin camuflarlos ni endulzarlos para hacerlos más “aceptables” o “políticamente correctos”. Y sí, también sin necesidad de pedir perdón por ser mujer de derechas. De hecho, todo lo contrario.

Noelia Núñez, en la sede del Partido Popular en Madrid.
PP

Porque si hay algo que dejó claro el episodio de Ábalos —cuando insinuó que Noelia estaba donde estaba por “otras cualidades” que no eran su preparación ni su trabajo— es que el machismo real sigue ahí, tan casposo como siempre. Solo que encima, si el comentario lo suelta alguien “progre”, el escándalo brilla por su ausencia. Nadie se rasga las vestiduras. Las que van repartiendo carnés de feminismo desde el escaño, y se llenan la boca con palabras tan grandilocuentes como absurdas, se callan como si la cosa no fuese con ellas.

Y ahí, una vez más, Noelia volvió a demostrar por qué me flipa: porque no lloriquea, no pide cuotas, no monta campañas de marketing con violines de fondo. Simplemente se planta, señala la hipocresía y responde con firmeza. Sin escándalo artificial. Sin victimismo de manual. Solo con argumentos y con esa calma que jode más que cualquier grito.

Noelia no encaja en el cliché del político de derechas que a la izquierda tanto le gusta caricaturizar. Es de Fuenlabrada, tiene unos cuantos tatuajes, habla como una persona normal y no viene de una saga de apellidos compuestos. Ha currado, se ha formado y lleva años peleando en un sitio tan poco “fácil” como Fuenlabrada. No le han regalado nada. Y, precisamente por eso, las “feministas radicales” no se lo perdonan.

A veces da la sensación de que ser joven, mujer y de derechas es una anomalía que incomoda. Si encima no pides perdón por existir, y te atreves a decir que no necesitas que el Estado te proteja de todo y que el feminismo no es un monopolio de la izquierda, entonces directamente te conviertes en una amenaza.

Por eso me parece una feminista de verdad. Porque planta cara. Porque no acepta el paternalismo condescendiente disfrazado de altruismo. Porque no compra el relato de que toda mujer es víctima por sistema. Porque defiende la igualdad desde la ley, desde la educación, desde el ejemplo, y no desde la propaganda ni el eslogan pegado en la solapa. Porque no espera que le den espacio: lo ocupa.

Y, además, porque no necesita gustar a todo el mundo. Solo ser coherente con lo que piensa.

Yo quiero más mujeres así en política. Mujeres que no militen en el discurso actual simplemente porque está de moda. Mujeres con ideas propias, que no se dejen manipular. Que hablen claro. Que defiendan lo que creen sin camuflajes. Que no se pongan el gorro de feminista y luego callan ante una burrada como la de Ábalos. Que se planten, sin victimismo, pero sin agachar la cabeza.

Así que sí: mi girl crush es Noelia Núñez. Porque representa a una generación que no tiene miedo de pensar por sí misma. Porque defiende ideas que muchos no se atreven a pronunciar. Y porque en un mundo donde todas las voces suenan igual, verla en el Congreso, sin dramas ni disfraces, es un recordatorio necesario de que se puede ser joven, mujer y tener criterio propio. De que puedes llevar tatuajes, saber debatir sin gritar, y no tener que disfrazarte de la feminista roja de guardia que cita a Simone de Beauvoir sin haber pasado de la introducción. Que puedes ser mujer y no comulgar con los dogmas del Ministerio de Igualdad. Que puedes defender la libertad individual sin necesidad de convertirlo en eslogan.

Y, sobre todo, que puedes decir lo que piensas sin pedir permiso. Ni perdón.

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