Opinión

¿Por qué los algoritmos no aparecen en el anuncio de Campofrío?

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De los creadores de la versión navideña de “ofendiditos”, ha llegado a nuestras pantallas “polarizaditos”, un anuncio que nos vende el fuet envuelto en mensajes de paz y amor. Como el villancico de toda la vida, pero con influencers y tablas de embutidos.

Cada Navidad, esta popular marca de alimentación elige un tema que represente las preocupaciones de la sociedad española para resolverlo de una manera emocional y facilona: no hay que tomarse nada a pecho y lo mejor es hacer la vista gorda. El tema escogido este año ha sido la polarización, que comienza en las redes sociales y los medios de comunicación y termina perjudicando a nuestra salud y nuestras relaciones.

Poner sobre la mesa debates que nos afectan como sociedad para hacernos reflexionar es muy loable, el problema surge cuando temas complejos, que necesitan espacio y tiempo para comprenderse, se tratan de manera tan superficial que acaban confundiendo e, incluso, entorpeciendo la solución. A lo que se suma querer quedar bien con todo el mundo y, así, multiplicar la promoción.

No esperamos que un anuncio publicitario sea un ensayo profundo sobre nada, pero sí sería conveniente que, al menos, comunique con precisión. Esta campaña acierta poniendo el foco en la falta de entendimiento y tolerancia, un mal contemporáneo que tiene consecuencias nefastas, pero yerra al responsabilizar a la ciudadanía.

Una de las principales críticas a la campaña ha sido por situar en el mismo lugar a las personas afectadas y a algunas de las voces que contribuyen a crear ese clima de crispación: familias que acuden a la consulta médica preocupadas por su salud aparecen mezcladas con comunicadores que, en muchas ocasiones, recurren al efectismo y la alarma para lograr repercusión. Lo de meterlo todo en el mismo saco y no hacer distinción no sabemos si es un guiño a Papá Noel o a la elaboración del fuet, pero ya se ha convertido en marca de la casa. Hace unos años hicieron lo mismo con los chistes. Al final la receta es la misma para unos y otros: os tenéis que relajar un poco. Y así dan por zanjada la cuestión.

Pero, además de situar a polarizantes y polarizados en el mismo lado, se ha dejado completamente fuera del plano a quienes más culpa tienen de esa situación: las plataformas tecnológicas que, con sus algoritmos, multiplican los contenidos que generan odio y desinformación al tiempo que silencian los positivos, dialogantes y constructivos. No somos las personas las que nos dejamos arrastrar por las polémicas, ni tampoco está de moda. Son las plataformas las que no nos dejan escapatoria. Su objetivo es captar nuestra atención y, para ello, recurren a las emociones que más nos enganchan: el enfado, la tristeza, la sorpresa y la indignación. El resultado es un bucle infinito de mensajes que nos alteran y de los que no es nada fácil zafarse porque están hechos para crear adicción. Además de arrastrar a los medios de comunicación a imitar esa fórmula para no quedar sepultados bajo todo ese torrente de animadversión.

Pedir a las personas que están expuestas a horas y horas de contenidos extremos y preocupantes que mantengan la calma y restauren la paz y el amor es bastante injusto. Habría que cambiar a los destinatarios de este mensaje y pedir a los dueños de X, Meta y TikTok que cambien sus políticas y nos liberen de la tiranía de los algoritmos. Pero claro… eso no vende salchichón.