Corrupción con nombre de mujer: qué fue de Maria Antònia Munar, la “princesa” balear

No hacen falta estadísticas para deducir que la corrupción política es mayoritariamente masculina. En España abundan los casos de mujeres arrastradas por sus maridos, pero esta mallorquina lo fue por derecho propio

Es significativo que, al hablar de corrupción femenina, la memoria apunte directamente a Imelda Marcos, exprimera dama de Filipinas. Acumuló tres mil pares de zapatos, siete delitos y 77 años de cárcel, condena que no cumple debido a su avanzada edad, 95 años actualmente. La historia de la llamada “mariposa de hierro” nos deja sin aliento para seguir recordando, aunque, afortunadamente, la lista no tarda en acotarse.

Quedémonos en España. En nuestro país abundan mujeres arrastradas por la estela corrupta de sus parejas; mujeres que no sabían nada, excepto dónde estaba la caja fuerte (algunas). Es el caso de Marta Ferrusola, esposa de Jordi Pujol y “madre superiora de la congregación”, según se refería a sí misma en sus transferencias de dinero. Fue investigada por ocultar fortunas en paraísos fiscales.

Al menos en folclore, nada supera al escándalo de Mayte Zaldívar e Isabel Pantoja en la Operación Malaya, protagonizado por Julián Muñoz, que cumplió prisión por corrupción urbanística y prevaricación. Exmujer y novia fueron condenadas por blanqueo de capitales.

Quien merece por derecho propio un lugar prominente en la orla de mujeres corruptas es Maria Antònia Munar (Barcelona, 1955), política balear y expresidenta de Unió Mallorquina, que tuvo que apartarse de la política en febrero de 2010 al verse implicada en varios casos de corrupción: Son Oms, Can Domenge y Maquillaje. Su condena sumó 14 años de prisión, pero no llegó a devolver los 12 millones de euros que dejó a deber a las arcas públicas. Con su ambición Munar hizo de su partido una formación al servicio de las aspiraciones personales de algunos de sus dirigentes. Fue, de hecho, el primer partido español que desapareció de la escena política por la corrupción.

Doctora en Derecho por la Universidad de las Islas Baleares, está casada y es madre de un hijo. Nació en una familia de clase media mallorquina y desde niña soñó a lo grande. Enseguida se aficionó a las tiendas de lujo, la ropa de marca y las pasarelas de moda en las ciudades europeas más emblemáticas. Sus adversarios le afeaban su propensión a ostentar y a moverse con el glamur de una estrella de cine. En los corrillos se la conocía como la “femme fatale” de la política balear.

Con 24 años, Munar llegó al Ayuntamiento de Costitx como la alcaldesa más joven de España. Fue también la segunda mujer alcaldesa que tuvo Mallorca. En 1992, aprovechando una profunda crisis interna en su partido, presentó su candidatura para presidir la UM. Fue elegida por una abrumadora mayoría, si bien tuvo que enfrentarse a traiciones dentro de su propia formación. Supo hacer valer su condición de partido bisagra para pactar tanto con el PP como con el PSOE.

Poco a poco, fue despuntado su carácter frío y enigmático, así como una elegancia bien labrada que le mereció el sobrenombre de “Sa Princesa”, ideado por un periodista. No había nada que pudiese apaciguar sus ansias de poder. Llegó a presidir el Consell de Mallorca en tres legislaturas consecutivas. Si Jaume Matas puso en marcha la televisión autonómica IB3, ella no estaba dispuesta a ir a la zaga, por lo que creó la Televisión de Mallorca, en 2006. Con él mantuvo una mala relación y le desafiaba con continuos pulsos, aunque su mayor lastre fue el clientelismo.

En su última legislatura, de 2007 a 2011, su poder se fue apagando, a pesar de que aún mantenía importantes parcelas de poder. Mientras, las investigaciones de la Fiscalía Anticorrupción sobre desvíos de fondos públicos fueron cercándola cada vez más, hasta que en febrero de 2010 presentó su dimisión y el abandono de la política.

De su carácter altivo dio muestras el primer día que tuvo que ir a declarar ante el juez, lanzando besos desde la entrada de la Audiencia Provincial de Palma, sin hacer distingos entre quienes la jaleaban y quienes la abucheaban. Consiguió, por cierto, sentarse en los acolchados sillones de los letrados, más dignos para una “princesa” que el banquillo de los acusados.

Munar ingresó en el Centro Penitenciario de Palma el 24 de julio de 2013, un día después de haber sido condenada por la Audiencia Provincial a seis años de prisión por los delitos de fraude y revelación de secretos en el caso Can Domenge, centrado en la adjudicación irregular del solar del mismo nombre a la promotora Sacresa.

Sumó cinco años y medio por desviar 240.000 euros públicos a una empresa que controlaba a través de testaferros, en el caso Maquillaje; y otros tres meses por blanqueo de capitales, prevaricación y tráfico de influencias en el caso Som Oms. Las tres condenas por corrupción supusieron un total de 14 años de privación de libertad. De ellos cumplió siete. La Audiencia Provincial dictó el 21 de octubre de 2020 un auto por el que se le concedía el tercer grado penitenciario.

Su otra lucha la tuvo que librar a nivel personal. En octubre de 2010 fue diagnosticada de cáncer de mama, una enfermedad que anunció públicamente el 5 de marzo de 2011 en una entrevista: “Tengo cáncer de mama, un carcinoma ductal infiltrante, triple negativo; y estoy luchando con todas mis fuerzas, con la ayuda del equipo médico que me atiende y de cuya profesionalidad y calidad humana estoy admirada y muy agradecida. Un golpe así te cambia la vida radicalmente. Ahora sólo pienso en superar el cáncer”.

En diciembre de 2011, durante una comparecencia judicial, Munar se acogió a su derecho a no declarar debido a la confusión mental y desánimo derivados de la enfermedad. En la actualidad, esta mujer que durante años manejaba los hilos de las instituciones baleares, vive en Costitx, retirada de la política activa. Su condena marcó el fin de una era de influencia política en Baleares.

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