Es uno de los cantantes mejores pagados del mundo. En el año 2023, lucía entre los diez artistas con más pasta en el bolsillo: unos 42 millones de euros anuales, según la revista People With Money. Su patrimonio total asciende, también según este medio, a los 146 millones.
Ha encontrado también su hueco en el pódium de los cantantes más influyentes del mundo: es el artista español con más premios Grammy. Tiene una estrella en el paseo de la fama, en Hollywood. Resulta difícil encontrarse con alguien que, al menos una vez en su vida, no han tarareado ese Corazón partío con el que saltó a la fama mundial en el año 1997. Es hijo predilecto de Andalucía. También de Cádiz. En resumen, un tío con poder. En todos los sentidos. Hablamos de Alejandro Sanz.

Alejandro Sanz y el abuso de poder: ella, 18. Él, 49
Si viviésemos en una sociedad alejada de la misoginia y del paternalismo seguramente nos ahorraríamos estas líneas. Y, probablemente, tampoco existiría este artículo.
El caso es que aquí estamos, tratando de explicar la reacción social a una denuncia pública sobre el abuso de poder que presuntamente ejerció Alejandro Sanz contra una chica de 18 años en el momento en el que sucedieron los hechos. Vamos con el contexto.
El contexto
Ivet Playá, una joven catalana de ahora 26 años, se viralizaba en redes sociales el pasado 15 de junio por relatar su ex relación con el cantante. Lo ha acusado de haberla “utilizado” y “manipulado”, como un trapo sucio, en el momento en el que comenzaron una relación afectivo-laboral.
“Ha sido muy duro saber que Alejandro sabía lo que yo era: una niña”, explica Playá. Su historia se remonta al año 2015, cuando ella era aún menor de edad, aunque su relación personal comenzó cuando ya tenía 18 años: “Quedamos por primera vez cuando yo tenía 18 años, él tenía 49”. Previa a esa quedada, hubo mensajes por redes sociales, likes y otro tipo de interacciones que dieron pie a conocerse después en persona. Playá llegó a trabajar única y exclusivamente, cuenta, para costearse los viajes que costaba acompañarle a sus conciertos: “Me hice 10 conciertos en un mes y medio. Él lo sabía y jugó con mis sueños”.
La víctima describe la relación como “una pesadilla”
Poco después, Sanz le ofreció un trabajo y ahí comenzó, explica, su relación “íntima y sexual”. Desde los 18 años, denuncia, Alejandro Sanz -30 años mayor que ella- la “humilló y la engañó” hasta que consiguió lo que buscaba: sexo. “Lo que viví traspasa cualquier límite que considero moral y humano”. Imaginen.
Asegura la joven que “en esa época nos espiaban las conversaciones que manteníamos pro privado”. Detalla que comenzó su “pesadilla”. Su libertad desapareció. Su privacidad, también.
A este testimonio, del que ella misma ha recalcado que “no se trata del qué sino del cómo pasó”, que sus declaraciones “se refieren exclusivamente a actitudes y comportamientos moral y humanamente inaceptables” y que “en ningún caso” culpabiliza a Alejandro Sanz de “ninguna conducta delictiva”, decenas de usuarios han saltado en redes. La juzgan, la insultan y la culpabilizan a ella de lo sucedido. Para la sorpresa de nadie, en redes sociales todos son valientes.
Condena social para ella, no para él
“Lo haces para que te hagan casito en redes”, “se siente despechada”, “debes ser capaz de hacerte responsable de tus decisiones”, “decidiste follarte a un famoso, asume responsabilidades”, “eres responsable de tus decisiones”. En fin. Al menos hay quien se pregunta: “No entiendo. ¿Cuál es el problema?”. Irónicamente o no, está bien preguntarse. Y para dar respuesta a esta pregunta, contamos con Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno para la Violencia Género y médico forense.
“Lo primero que debemos destacar es la falta de empatía ante una situación dramática, ante una situación dolorosa, ante una situación que ella expresa de manera clara como algo negativo”, apunta Lorente. Playá denuncia esta situación porque quiere evidenciar un problema social y ese problema no es otro que el abuso de poder presuntamente dado de “una la relación sexual en un contexto de jerarquía profesional”.
Jerarquía profesional, el arma de Sanz
“No estamos hablando de una persona a la que conoce en la calle o a la que le presentan, sino que hay un vínculo profesional”, puntualiza. Para el exdelegado de Gobierno “ya no es solo la diferencia de edad, no es solo la distinta maduración, sino que además hay otros factores que puedan estar influyendo para condicionar la decisión y las circunstancias”. Y esos factores son, entre otros, los que les hemos narrado al inicio de este texto. Un hombre influyente, un hombre con pasta.
Con independencia de la circunstancia, lo que cabría esperar ante este tipo de denuncias, es “empatía, apoyo y solidaridad”. Él tenía 49, ella 18.
“Debemos tener en cuenta que no estamos hablando de una relación entre los 30 y los 65, donde la mujer en este caso puede contar con una más experiencia vital, que la ayudan a diferenciar qué sí y qué no permitir en una relación afectivo-sexual”, reflexiona Lorente.
Por meses, se hubiese considerado un delito sexual
Pero aquí estamos hablando de una relación que se fraguó cuando ella aún era menor de edad y que se consolidó apenas había cumplido la mayoría de edad. “Aunque legalmente no entra en conflicto, lo hace por un poco. Aunque legalmente no exista un reproche penal, existe un reproche social lícito”. Y es importante que lo haya.
“Estamos hablando de una sociedad y cultura que juega con los mitos del amor romántico, para que todo esto se vea como parte de ese príncipe azul que te elige a ti”. Una idea peligrosa que hace pensar a las mujeres que son “las elegidas” de esos hombres poderosos sobre los que nadie más que ellos mismos tienen control. “Las decisiones de esta joven- casi niña- se toman en un sentido determinado muy influido por lo que es esa construcción social y androcéntrica de la que hablo”, sentencia Lorente.
No es un hecho aislado
Este testimonio, para el exdelegado, no es un hecho aislado. De ahí que debamos reflexionar. Alejandro Sanz no tenía nada que perder: Playá “era solo una más” en su presunto juego de poder. Porque puede. Porque socialmente, a ellos, se lo permitimos.
“Si esto hubiese ocurrido con una diferencia menor de edad, de 15-46 años, por ejemplo, hubiese sido un delito contra la libertad sexual de la joven. Un delito de agresión sexual”. Simplemente por un par de años y meses de diferencia. A pesar de que el nivel madurativo entre ambos hubiese sido, casi, el mismo, la ley hubiese castigado este hecho.
El abuso de poder es otra forma de violencia machista
Esos dos años y pico de diferencia, a pesar de no conocer con exactitud la relación afectivo-sexual entre Playá y Sanz, ha desencadenado una ola de críticas en redes sociales por parte de usuarios que ‘todo lo saben’. Son capaces, incluso, de asegurar que ella denuncia esta situación para “conseguir fama”.
Todo ello a pesar de que ella misma ha detallado que su intención no es denunciar un delito de agresión sexual, sino evitar o ayudar que futuras presuntas víctimas– con este u otro poderoso- caigan en sus redes.
El abuso de poder de un hombre hacia una mujer es también violencia machista. No crean todo lo que leen en redes sociales: el ciberespacio castiga a los valientes y ensalza a los que hoy aún se esconden. Alejandro Sanz no se ha pronunciado por el momento.