Hablar del origen del 25N es volver a una historia concreta, dolorosa y profundamente política. La de las hermanas Mirabal, tres mujeres dominicanas —Patria, Minerva y María Teresa— asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Su muerte no solo marcó el final de una era oscura en República Dominicana, sino que se transformó en un símbolo internacional de resistencia frente a la violencia contra las mujeres.
Con el paso del tiempo, el relato que rodea a las Mirabal ha evolucionado hasta convertirse en mito. Pero la verdad histórica sigue ahí, firme y precisa, reclamando ser contada sin simplificaciones.
En España, donde cada año miles de personas salen a la calle para denunciar la violencia machista, pocas fechas están tan cargadas de significado como el 25 de noviembre. Sin embargo, entender el origen del 25N exige volver a ese momento exacto en el que tres mujeres decidieron desafiar a un régimen que no admitía ni la disidencia política ni la autonomía femenina.
El contexto: un país sometido a una dictadura feroz
Para comprender por qué las hermanas Mirabal se han convertido en la raíz simbólica del origen del 25N, hay que situarse en la República Dominicana de mediados del siglo XX. Trujillo llevaba gobernando treinta años con un sistema marcado por el control absoluto, la persecución política, la represión policial y una estructura profundamente patriarcal donde la figura del dictador era intocable.
Minerva Mirabal fue la primera en enfrentarse abiertamente al régimen. Cultivada, brillante, con estudios de Derecho, se negó a los intentos de seducción del propio Trujillo, un gesto que en aquel país equivalía a una sentencia. Junto a sus hermanas, formó parte del Movimiento 14 de Junio. Una agrupación clandestina que buscaba derrocar al dictador. El régimen las vigilaba, las detenía, las torturaba y, aun así, ellas seguían organizándose. A ese espíritu de resistencia indoblegable se sumó el apodo clandestino de Minerva: “Mariposa”. A partir de ahí, la leyenda comenzó a tomar forma.

El 25 de noviembre de 1960, las hermanas Mirabal regresaban de visitar a sus esposos, encarcelados por motivos políticos. En la carretera, agentes del Servicio de Inteligencia Militar interceptaron su coche. Fueron golpeadas, estranguladas y arrojadas a un barranco dentro del vehículo, en un intento torpe de simular un accidente. Nadie creyó esa versión.
Aquel triple asesinato agitó a un país entero, hasta entonces paralizado por el miedo. Trujillo quedó señalado internacionalmente. Pocos meses después, el 30 de mayo de 1961, fue asesinado en una operación donde participaron sectores que habían dejado de tolerar sus métodos. Las Mirabal, sin pretenderlo, se convirtieron en uno de los detonantes que aceleraron la caída del régimen.
De la tragedia a la reivindicación feminista internacional
Entonces, ¿cómo pasó aquel asesinato a convertirse en el origen del 25N? La respuesta no fue inmediata. Durante décadas, la historia de las hermanas Mirabal circuló sobre todo en República Dominicana. Pero el movimiento feminista hispanoamericano la rescató y le dio un nuevo significado.
En 1981, durante el Primer Encuentro Feminista Hispanoamericano y del Caribe celebrado en Bogotá, activistas de distintos países propusieron fijar el 25 de noviembre como día de denuncia de la violencia contra las mujeres. Eligieron la fecha no solo por el asesinato, sino por lo que simbolizaba: la convergencia entre violencia de Estado, violencia machista y resistencia femenina.

Esa decisión marcó el inicio de un proceso que culminó en 1999, cuando Naciones Unidas declaró oficialmente el 25 de noviembre como Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Desde entonces, el planeta entero asume que el origen del 25N está ligado a las hermanas Mirabal, a su lucha y a su muerte.
Entre la historia y el mito
Con el tiempo, el relato de las “Mariposas” ha adquirido un aura mítica que, en ocasiones, simplifica su historia. Pero las hermanas Mirabal no fueron mártires pasivas. Fueron militantes políticas, mujeres que organizaron movimientos clandestinos, que imprimieron panfletos, que guardaron explosivos, que articularon redes de resistencia. La memoria popular ha tendido a centrarse en el crimen. Pero su aportación real está en la vida que llevaron antes de ese 25 de noviembre.
Comprender el origen del 25N implica también recuperar esa dimensión completa, lejos de las versiones edulcoradas. La fuerza simbólica del día no proviene solo de su muerte, sino de su decisión de enfrentarse a un régimen que había convertido la violencia en norma.
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