La noticia cayó sobre la industria audiovisual como un meteorito en plena madrugada californiana: Netflix ha cerrado un acuerdo para adquirir Warner Bros., incluidos los legendarios estudios de Burbank, HBO y la plataforma HBO Max, por 72.000 millones de dólares, 82.700 millones si se incluye la deuda que asumirá la compañía. Una operación colosal que, de completarse tras un previsible y arduo examen regulatorio, reconfigurará de arriba abajo el mapa del entretenimiento mundial. Hollywood, en su definición clásica, queda súbitamente desplazado hacia un nuevo centro de gravedad ubicado en Silicon Valley.
“Nuestra misión siempre ha sido entretener al mundo”, afirmó Ted Sarandos, codirector ejecutivo de Netflix, en el comunicado en el que anunció la compra. “Al combinar la extraordinaria biblioteca de Warner Bros. desde clásicos intemporales como Casablanca o Ciudadano Kane hasta éxitos modernos como Harry Potter y Friends con nuestros títulos que ya definen la cultura global, como Stranger Things, KPop Demon Hunters o El juego del calamar, podremos hacerlo aún mejor”. El mensaje concluye con una promesa que es también un manifiesto de poder. “Juntos, podemos dar al público más de lo que ama y ayudar a definir el próximo siglo de narrativas”.
Un terremoto en la meca del cine
La operación, una fusión de facto entre el mayor servicio de streaming del mundo y uno de los estudios de legado tradicional, llega en un momento crítico para Hollywood. La crisis del modelo tradicional tras la pandemia, la fatiga del espectador ante la multiplicación de plataformas y la caída de los ingresos en taquilla han abierto un período de incertidumbre sin precedentes. Que la solución llegue desde un gigante tecnológico no sorprende, pero sí la magnitud del golpe.
La transacción coloca bajo el paraguas de Netflix a algunos de los iconos más rentables del cine como Batman, Harry Potter, Looney Tunes o los Picapiedra. Y, sobre todo, le garantiza el acceso a una maquinaria creativa que ha definido el imaginario global durante casi un siglo. La consecuencia directa es una concentración de poder sin precedentes en la era del streaming con más de 420 millones de suscriptores en todo el mundo, según las estimaciones. Un volumen difícil de neutralizar por parte de sus competidores.

La batalla regulatoria que se avecina
Ese poder es precisamente lo que anticipa un choque frontal con las autoridades de competencia de Estados Unidos y de la Unión Europea. Algunos legisladores ya han expresado su alarma. “La ambición de Netflix de absorber a su competidor debe activar todas las alarmas en los reguladores antimonopolio”, advirtió el senador Mike Lee. “Es quizá la operación con mayores riesgos para la competencia que hemos visto en una década”.
La propia industria ha reaccionado con inquietud. Cinema United, el principal lobby de exhibidores, alertó de que la fusión representa “una amenaza sin precedentes para el negocio global de salas”. Michael O’Leary, su presidente, fue más contundente: “El modelo de Netflix no sostiene la exhibición cinematográfica”. El temor es claro de que la ventana de exclusividad en cines se reduzca drásticamente y acelere el declive de un sector en caída libre.
Netflix, consciente del escrutinio al que se enfrenta, se apresuró a prometer que mantendrá las operaciones tradicionales de Warner Bros., incluida la distribución en salas. Pero las dudas persisten. Una carta anónima enviada por un grupo de productores a miembros del Congreso advertía esta semana de que la operación podría “estrangular” el mercado teatral y afectar a miles de empleos. Los productores citaban, además, repetidas declaraciones de Sarandos sobre la irrelevancia estratégica de las salas para Netflix. “Llevar gente al cine no es nuestro negocio”, dijo el ejecutivo en 2023.

Hollywood, entre la fascinación y el miedo
En Los Ángeles la reacción combina estupefacción, temor y una creciente sensación de inevitabilidad. La fusión es vista como la culminación de un proceso iniciado hace más de una década con el traslado del epicentro de la industria desde los estudios tradicionales hacia las plataformas tecnológicas. En ese tránsito, Hollywood ha perdido poder y prestigio dentro de la cultura. La compra de Warner Bros. por Netflix simboliza que la resistencia por contar historias de calidad se ha roto.
Los sindicatos también han mostrado preocupación. El Directors Guild of America (Sindicato de Directores) recordó que una industria vibrante exige competencia real, diversidad de oportunidades y condiciones que protejan la creatividad. “Nos reuniremos con Netflix para entender su visión y expresar nuestras inquietudes”, afirmó un portavoz del gremio.

A esta inquietud se ha sumado ahora un actor clave dentro del propio sindicato de directores, cuyo presidente es Christopher Nolan, firme defensor de los estrenos en salas y crítico habitual del predominio del streaming. La DGA ha anunciado que solicitará una reunión directa con Netflix tras conocerse que la plataforma ha entrado en negociaciones exclusivas para adquirir Warner Bros. Discovery. El gremio afirma que la operación plantea “preocupaciones significativas” para los directores y para todo el tejido creativo de la industria. En un comunicado, el sindicato advirtió de que el sector depende de una competencia real por el talento y de la existencia de múltiples compradores fuertes. La concentración del poder de un gran estudio y un gigante del streaming en una sola empresa podría romper ese equilibrio. La DGA quiere conocer de primera mano los planes de Netflix, especialmente ante los rumores, no confirmados por la compañía, de que podría reducir la ventana teatral a apenas dos semanas antes de llevar las películas directamente a la plataforma. Para un sector que lucha por mantener vivo el ritual cinematográfico, ese gesto sería percibido como una amenaza existencial.
El fin de una rivalidad y el cambio de una era
De completarse, la fusión supondría también el cierre simbólico de una de las batallas más intensas que ha librado la industria en la última década en su guerra por el streaming. HBO, con su prestigio histórico, ha sido durante años el contrapeso narrativo e industrial de Netflix. Su integración en la plataforma roja supone, según analistas de Bank of America, que “las guerras del streaming han terminado” y que Netflix se convierte en “la potencia global indiscutible de Hollywood”.
Los otros contendientes en la puja por Warner, Paramount y Comcast, quedan descolgados. Para David Ellison, el joven magnate al frente de Paramount, la derrota es devastadora ya que aspiraba a crear un coloso combinando Paramount, Warner Bros. y los canales de cable. Comcast, por su parte, veía la operación como una oportunidad para reordenar sus activos audiovisuales y construir un estudio de escala inédita. Pero la audacia financiera de Netflix, incluida su disposición a asumir elevadas penalizaciones si la operación fracasa, inclinó la balanza.

Pese a la espectacularidad del anuncio, el desenlace está lejos de ser el esperado. Warner Bros. Discovery prevé dividir la compañía en dos partes en 2026 con Netflix adquiriendo sólo la mitad vinculada al estudio y al streaming, mientras que los canales de cable, incluido CNN, pasarían a una nueva empresa llamada Discovery Global. Ese calendario, unido a la revisión regulatoria, podría prolongar la incertidumbre durante años.
Mientras tanto, los rivales no se resignan. Paramount y Comcast podrían intentar nuevas ofensivas, políticas o financieras, para frenar la operación. Y los gobiernos, especialmente en Europa, podrían cuestionar el impacto de la concentración en sus mercados audiovisuales. Entre tanto ruido, la frase inicial de Sarandos resuena como una declaración de hegemonía. “Nuestra misión siempre ha sido entretener al mundo”. Si el acuerdo llega a culminar, el mundo del entretenimiento será otro. Y Hollywood, tal como lo conocíamos, habrá muerto en directo.


