Cine

‘Mamífera’, o el derecho a no querer tener hijos

La película se adentra en las reflexiones de una mujer, interpretada por María Rodríguez Soto, que no quiere ser madre y se queda embarazada

Fotograma de la película 'Mamífera', dirigida por Liliana Torres y protagonizada por Lina Cardona, Max Marieges y Hamza Zaidi

Lola tiene 40 años, y está contenta con la vida que lleva. Se siente realizada gracias a su labor como artista y educadora, y el novio con el que vive desde hace años es un tipo decente y cariñoso; disfruta de sus paseos con Cleo, su perrita ciega, y de sus conversaciones con sus amigas, y también dedica tiempo a cuidar de los hijos de su hermana. Ella nunca ha querido tener hijos. Un día, Lola descubre que está embarazada, y la noticia la enfrenta no solo a un caudal de emociones en conflicto sino también a una serie de expectativas y presiones sociales, y dudas propias acerca del camino que quiere seguir durante lo que le queda de vida.

Lola es la protagonista de Mamífera, tercera entrega de la trilogía autobiográfica de la barcelonesa Liliana Torres acerca de la familia y las relaciones personales –Family Tour (2013) y ¿Qué hicimos mal? (2021) son las otras dos– y primero de esos largometrajes en el que la directora apuesta por la ficción pura. Su peripecia argumental se sitúa antes de que la reciente reforma de la ley del aborto eliminara el periodo de reflexión de tres días por el que todas las solicitantes de la interrupción voluntaria de su embarazo debían pasar antes de acceder a ella, y en su mayor parte se dedica a contemplar cómo vive Lola esas 72 horas.

'Mamífera'

Fotograma de la película ‘Mamífera’, dirigida por Liliana Torres

Inevitablemente, en buena medida las pasa hablando con su madre y sus amigas sobre lo que la maternidad significó para ellas y el tipo de sacrificios y renuncias que debieron hacer al convertirse en madres, y debatiendo asuntos como lo que significa ser una buena progenitora o la culpa que puede llegar a sentir una mujer que se queda embarazada por accidente cuando hay tantas que lo intentan desesperadamente sin éxito.

Culpa y crisis existencial

A ojos de quienes la rodean, incluso de los de la persona que la asesora cuando visita la clínica, Lola tiene un perfil ideal para la maternidad, por lo que pone en entredicho los clichés asociados a las mujeres sin hijos. No odia a los niños, no sufre de inestabilidad psicológica ni conyugal, no es una hedonista empedernida ni una adicta al trabajo incapaz de compaginar su carrera con la vida doméstica. Dicho de otro modo, no le pasa nada. Y el dilema que afronta no lo sería tanto de no ser por los problemas de fertilidad de su amiga Judit y, sobre todo, por los verdaderos deseos de Bruno, que la abocan a algo parecido a una crisis existencial. Y Torres la trata con delicadeza, no la hace protagonizar escenas de gritos ni momentos melodramáticos; vamos descubriendo lo que siente tanto a través de sus gestos y sus miradas como a través de los extraños sueños que experimenta.

De esa forma sutil, Mamífera reflexiona sobre los distintos estigmas que la idea de la maternidad sigue acarreando en la sociedad actual. Hay mujeres que deciden tener muchos hijos, mujeres que pelean con uñas y dientes por la oportunidad de quedarse embarazadas una primera vez y mujeres que no desean ser madres, y, aunque ninguna de esas opciones es equivocada, aún existen ciertos prejuicios que pretenden lo contrario.

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Mamífera está llena de detalles que funcionan a modo de recordatorio de lo que la sociedad opina de la maternidad y de las mujeres que renuncian a ella –en una de sus escenas, Lola busca en Google “mujeres sin hijos”, y los resultados que obtiene son bastante inquietantes–, aunque también recuerda la discriminación laboral que sufren quienes la ejercen.

“A las madres se les exige una perfección absoluta, una maternidad exhaustiva y perfecta. Y a las no madres se nos ha encasillado en muchos estereotipos”, explica Torres, para quien Mamífera intenta mostrar cómo “el sistema elimina las voluntades propias de las mujeres que toman esta decisión” y desmontar esa lógica perversa que “nos ha hecho asociar la maternidad con un instinto, y dar por hecho, si una mujer no lo siente, es porque sufre algún fallo biológico”. Y su gran virtud es la sutileza, la naturalidad, el humor y la habilidad para esquivar simplificaciones y tremendismos con la que lo hace.

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