Hay discos que se escuchan y otros que se habitan. Cancionera, el nuevo trabajo de Natalia Lafourcade, es de los segundos: un refugio de emociones, una casa con múltiples estancias donde caben todas las formas del amor, de la pérdida, de la gratitud y del renacimiento. En su umbral, la artista mexicana nos espera con una guitarra entre las manos, un altar de flores interiores y una voz que ya no canta solo para los demás, sino también para sí misma. Desde la intimidad de sus cuarenta años, y envuelta en una cinta analógica que resuena a madera y sangre, Lafourcade invoca a las musas que la han sostenido —la madre, la tradición, la canción misma— para mirar de frente su propio recorrido.
En esta entrevista, la artista mexicana despliega con generosidad las raíces de Cancionera, un disco en forma de ritual que nació antes del propio disco, como un pacto consigo misma. Con la madurez que otorgan el tiempo, el arte y la vulnerabilidad, nos habla de dualidades sagradas, de flores que no se regalan, de amores clandestinos y de la dicha de habitar lo creativo como una ceremonia. A lo largo de la conversación, la cantautora no solo responde: borda, esculpe, danza con sus palabras. Porque Cancionera, como su autora, no se explica: se siente.

¿Qué encontramos en Cancionera, este disco que tiene tantos discos dentro?
Estoy contenta, orgullosa del trabajo que hicimos. Es un disco-cinta, con canciones muy emotivas. Como bandera está Cancionera, que es la canción que llega a mi vida en la entrada a los 40 años. Es una canción bonita de homenaje, un homenaje a mi propio camino y a la canción en sí misma, y a todos los que me han inspirado. Es también una canción a todos los tipos de amores. Tanto canción como disco en sí abarcan todos los amores: el casamiento, el amor clandestino, el amor que nunca sucede, el que se queda lejano… Y hay mucha mística, muchos elementos que tienen que ver con mi personalidad y con este alter ego que nace aquí y se va transformando en estas dos dualidades: la cancionera, la roja, la negra; y luego la flor, la flor del mundo interior, la que cuidas, la que honras, la que valoras y proteges también, que no se regala necesariamente, pero contiene esa complicidad propia, ese amor propio.
En Cancionera presentas este alter ego que encarna la dualidad entre luz y sombra, tradición y transgresión. ¿Cómo ha influido este personaje en tu proceso creativo y en tu percepción de ti misma como artista?
Fue algo que se dio de manera muy orgánica. Comenzó porque quería hacer una gira (Cancionera Tour) y eso se transformó en una gira y en un disco. Vinieron los integrantes de la banda también, los músicos y la selección, el coproductor que es Adam Jodorowsky, que lo nutre con su universo musical, y cantidad de músicos que tuve en el estudio. Gente de mucho talento y de mundos muy ricos musicalmente. Muy conectados con la musicalidad y la mexicanidad, reflejados en cada una de las canciones.
El álbum fue grabado en cinta analógica, con 18 músicos tocando en vivo. ¿Qué buscabas transmitir al optar por este método de grabación más orgánico y menos intervenido digitalmente?
Es una especie de conexión profunda y de mucha “presencia”: te otorga mucho poder entrar en un estudio de grabación con muchas personas; grabar tomas únicas genera humanidad y sinergia. Es muy importante la parte de la búsqueda: búsqueda del momento, de lo mágico, de lo que uno no sabe cómo va a desarrollarse… Eso es lo auténtico. Lo que buscaba transmitir era justo eso: autenticidad. Un reto como este, ponernos juntos y grabar en analógico.
Has mencionado que Cancionera surgió en un momento de introspección al cumplir 40 años. ¿De qué manera este hito personal se refleja en las temáticas y emociones del disco?
Me siento feliz de haber llegado a este punto. Cancionera fue una forma de fortalecer un pacto conmigo misma: agradecer el camino, valorar mi lugar, mi trayectoria y continuar honrando todo eso. A medida que pasan los años, algo dentro de uno se acomoda. Hablo de esa lealtad y complicidad con uno mismo. Hoy vivo de lo que amo, y eso me permite conectar con los demás, creativa y emocionalmente. Es una alegría.
¿Es también agotador a veces?
Sí, claro. Hay momentos de mucho trabajo, de calma, de caos. Pero el proceso creativo necesita ese caos. Por eso es fundamental que te guste lo que haces, que lo ames, que lo defiendas, incluso en los días más difíciles.
La cultura veracruzana es una influencia constante en tu música. ¿Cómo se manifiestan tus raíces en las composiciones y arreglos del disco?
Esa mexicanidad y veracruzanía se reflejan muy orgánicamente: en el gusto que tengo por estas músicas, que me rodean en todos mis contextos, pero también en las letras y en los arreglos. Esa riqueza se queda ahí contenida. Los discos tienen el sello del momento, de lo que uno está pasando, lo que a uno le nutre; todo ello se convierte en la energía que despunta para que uno pueda hacer lo que tiene que hacer, que en mi caso fue este disco.
Has colaborado con artistas como Israel Fernández, El David Aguilar y Los Hermanos Gutiérrez. ¿Qué aportaron sus visiones a la narrativa y sonoridad del álbum?
Ha sido una dicha y un enorme placer. Los músicos, los invitados, los duetos… Cada uno de ellos trae una enorme riqueza. Cada uno empapa mi mundo de su mundo. Comprobé en este caso que en la música no hay barreras. Puede pasar y se permite ser y existir, y surgen cosas que uno ni siquiera imagina cómo podrían crearse. Surge “lo musical”.
Eres una artista total. Has explorado la danza, la pintura… ¿Cómo se entrelazan estas disciplinas con tu música?
Es todo parte de un único proceso creativo. Es súper importante mezclar las disciplinas; todo está conectado. Poderme nutrir de música, cine, trabajo de otros compañeros… poder probar, dibujar, hacer borradores, mapas… Me permite a mí entender el camino, hacia dónde quiero ir y entender cómo se va dando sobre la marcha. Uno piensa que quiere ir hacia un lado y sobre la marcha se va transformando. Y está bien. Hay que amoldarse, hay que fluir.
En canciones como El Palomo y La Negra rindes homenaje a las tradiciones mexicanas, sobre todo en las bodas. ¿Qué importancia tiene preservar y reinterpretar la música tradicional hoy, y qué peso ha tenido tu propia boda y tu proceso amoroso?
Es una fortuna. Contar con alguien que te acompaña, que te apoya… te aporta esa tranquilidad afectiva, la tranquilidad de tener hogar: hacemos hogar, nido, lo valoramos, lo respetamos, lo cuidamos… Es muy importante. Eso acompaña y ayuda en todo el proceso.
La figura de la Cancionera parece ser una guía espiritual en tu viaje artístico. ¿Cómo describirías la relación entre esta entidad y tu identidad personal?
Es mi manera de crear. Es la forma en la que me conecto para poder hacer música, compartir algo desde mi interior. Casi todos mis discos han tenido esta parte muy autobiográfica, y de ahí se despliegan universos. En Cancionera hay un personaje que tiene su historia, que no es necesariamente mi historia, y eso es muy bonito para mí, poder jugar con otros tintes, posibilidades, tonos… Transformar el desde dónde se interpreta una canción. Ser mujer no me limita, me da fuerza para crear desde otro lugar. Eso ha sido maravilloso, y no me había pasado nunca.
Se cumplen diez años desde Hasta la raíz, una canción que ya tiene vida propia. ¿Sientes que tu música se completa cuando llega al público?
Es una liberación. Es un descansar también. Es un desapego importante con la creatividad, con la creación. “Entregar” es una parte del proceso, necesaria para que se pueda cumplir el ciclo completo y la música pueda hacer su labor. Tengo conciencia y entendimiento de que esa otra parte, cuando la música llega al público, no la puedo controlar. No sé qué va a pasar una vez que se comparte, cuando sale de mí… Eso me gusta mucho. No lo puedo controlar, y eso es parte de hacer música. A veces pasa y a veces no. He tenido ideas de proyectos que no llegan a su fin, y también tienen un valor: valen porque salen de mí. La parte de soltar es muy importante: cuando sueltas y entregas es que ya terminaste.
Con Cancionera Tour buscas una conexión más íntima con tu audiencia. ¿Qué esperas que el público experimente contigo en este nuevo capítulo?
Antes de hacer el disco pensaba en una gira para celebrar mi entrada en los 40. Quería que fuera a guitarra y voz, como ritual, encuentro; generar un pacto conmigo misma. Y después nació la idea de hacer Cancionera, primero como canción, y después entendí que era un disco que venía con música, con la narrativa del disco homónimo. Para mí ha sido muy importante cumplir ese deseo conmigo misma de dar conciertos a guitarra y a voz. El tour ya ha comenzado, me voy a Estados Unidos y continúo con la gira, y llegaré a España con ese canto de guitarra y voz y esa conexión, esa intimidad, en el mes de julio. Hay algo mágico cuando se desnuda la voz, la letra, la canción… incluso se desnudan los espectadores. Hay un reflejo muy claro en el público que viene: ese vacío que se habita se va llenando de todos nosotros. No solo de mi mundo, sino del de los espectadores. Y se genera una relación, una complicidad… insuperables.