Entrevista / Zar Amir Ebrahimi, directora y actriz iraní

“Necesitamos más y más historias sobre mujeres, y me siento responsable de ello”

Premiada en Cannes por 'Holy Spider' (2022), la iraní, que huyó de su país hace 17 años, asalta la cartelera con el drama 'Shayda' y con 'Tatami', el 'thriller' que dirige con el israelí Guy Nattiv

La cineasta iraní Zar Amir Ebrahimi
La cineasta iraní Zar Amir Ebrahimi

“Aprendo de muchos países y de muchas culturas con el cine desde que era una niña”, asegura la cineasta iraní Zar Amir Ebrahimi, premiada como mejor actriz en el Festival de Cannes por su interpretación en Noches de Mashhad, de Ali Abbasi, así como en el Festival Internacional de Tokyo por Tatami, entre otros galardones. “Necesitamos más y más mujeres directoras, más y más historias sobre mujeres, necesitamos más y más apoyo, y me siento en parte responsable de esto”. Como mujer iraní que reside fuera de su país, Zar Amir se siente “afortunada” de poder contar estas historias no contadas, ya que allí “no tienes tanta libertad para contar todo lo que quieres decir y hacer todas estas películas”.

Su última película, Shayda, llega a los cines este fin de semana. Se trata del primer largometraje dirigido por la joven Noora Niasari, directora y guionista iraní-australiana, inspirada en su propia vivencia al salir de Irán cuando era niña y vivir en una casa de acogida para mujeres en Australia: la verdadera historia de su madre, que inspira el personaje de Shayda. Tras huir de su marido, y solicitar el divorcio, Shayda lucha por mantener la normalidad para su hija de 6 años. La nueva situación y el régimen de visitas que la niña está obligada a cumplir con su padre aumentan la tensión día a día, pero no merman sus ganas de iniciar una nueva vida. Espectacular Zar Amir y desgarradora historia, aunque, por desgracia, veraz.

Fotograma de la película 'Shayda'

Fotograma de la película ‘Shayda’

Noora Niasari dedica la película a su madre y a las valientes mujeres y niñas de Irán. Actualmente, una revolución liderada por millones de mujeres como ellas lucha en el país por sus derechos y libertades. Usted se ha implicado en proyectos que narran casos de violencia contra la mujer iraní (Holy Spider, Tatami, Shayda). ¿Qué significa para usted poder ser instrumento de esta revolución, ser el rostro que visibiliza estas historias reales?

Me siento afortunada de poder contar estas historias no contadas, como mujer iraní no tienes tanta libertad para contar todo lo que quieres decir y hacer todas estas películas. Siempre digo que en Irán tenemos buen cine y buenos directores, y es así, pero de la mitad de la realidad o de la mitad de la imagen de esta sociedad. Así que estar fuera y poder contar todas estas historias que estando allí no podemos contar es una oportunidad para mí, aunque no me gusta ponerme a mí misma en un marco. Como cineasta, como artista, necesitas experiencias, necesitas variedad de historias, y quiero tener una carrera diversa, pero a veces estoy sola, me traen estas historias a mí; puede que porque estoy abierta a ello, puede que por mi carácter. Soy muy selectiva con las películas sobre Irán porque mucha gente quiere contar sus historias y yo quiero tener una carrera internacional. Siempre me pregunto si valen la pena, si es el momento. Cuando trabajo en una película lo doy todo, y es todo para mí durante tres o cuatro meses de mi vida, es muy intenso y algunas historias requieren incluso más energía por el tema que tratan, es importante para mí, si tengo que invertir mi tiempo y mi energía, saber qué estoy diciendo exactamente y qué tipo de película estoy haciendo. Sé que el cine no puede cambiar el mundo pero sí creo que podemos tener un impacto y podemos inspirar a mucha gente, podemos abrir una ventana a diferentes sociedades y culturas, y traer una conversación y compartir nuestros sentimientos. Lo que veo con Shayda es que llega tanto porque no solo apela a las mujeres, veo a muchos hombres saliendo de las proyecciones con lágrimas en los ojos, y que me dicen que comparten la historia de Noora. Creo que al final del día tenemos una responsabilidad como ciudadanas, como cineastas, como artistas, como actrices; tenemos que hablar claro sobre muchas cosas: las injusticias, los derechos de las mujeres. Aunque hay progreso, en el cine incluso, necesitamos más y más mujeres directoras, más y más historias sobre mujeres, necesitamos más y más apoyo, y me siento en parte responsable de esto.

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Logra transmitir mucho con su expresión y empatiza mucho con la madre de Noora (directora), en quien está inspirado el personaje de Shayda. ¿Habló con ella para preparar el papel? ¿Cómo fue el proceso de preparación de su interpretación?

Noora tenía grabadas horas y horas de entrevistas con su madre. De hecho, escribió el guion basándose en esta larga entrevista. Y fue súper generosa porque lo compartió todo conmigo y tuve la oportunidad de oír su voz y ver su caligrafía, fue maravilloso. Ese proceso empezó tres o cuatro meses antes del rodaje, así que tuve mucho tiempo para conseguir más información y conocer más a su madre, a ella y toda la historia del pasado con su padre, incluso compartió conmigo documentos, fotos y todo lo que tenían, así que tuve un material muy rico con el que trabajar. Cuando llegué a Melbourne, conocí a su madre y nos convertimos en muy buenas amigas, era como si la conociera desde años atrás, es una gran persona, siempre abierta a compartir y a hablar, incluso durante el rodaje, nunca vino al set, pero siempre estuvo ahí para mí por si tenía alguna pregunta o si podía contarme algún sentimiento sobre algún momento en especial. Y también sobre el refugio, porque la directora del refugio es ahora su mejor amiga, así que tuvimos la oportunidad de hablar con ella y, de hecho, la maravillosa actriz que hace el personaje de Joyce tuvo una charla con ella y me pasó también detalles e información sobre el refugio. Noora y su madre crearon la imagen del refugio para mí. No sabía mucho sobre estos refugios… aprendí que existen también en Europa. Es muy triste, no lo sabía. Generalmente empiezo con mi proceso con una enorme investigación y Shayda ha sido un gran ejemplo en cuanto a esto.

Se percibe una conexión mágica entre usted y Selina, parecen realmente madre e hija, hay mucha complicidad. ¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con ella?

Bien, esta es la magia del casting, y creo que es muy buen trabajo de la directora, que nos encontró a Selina y a mí. Fue genial, desde el primer momento de conocernos, conectamos. Empezamos a jugar y a reír, una conexión increíble, de verdad desde el primer momento. Pero a la vez, Noora empezó su trabajo con Selina puede que uno o dos meses con un coach, antes de llegar yo a Melbourne, así que estaba casi lista y ya me conocía desde hacía un año, que había estado en Cannes en 2022, donde presentamos Holy Spider, y gané la Palma y fue muy lindo porque después de la Palma de Cannes me llegó una carta de Selina y Noora con una pintura de mí con la Palma que había hecho Selina, fue un momento de cariño hacia mí. Me dieron la bienvenida en Melbourne, ya me conocía, me estaba esperando, nos costó un poco llegar, no me acuerdo exactamente, como dos semanas. Allí hacíamos un montón de cosas juntas, estábamos todo el rato juntas, íbamos al cine, de compras, nos sentábamos a pintar juntas, empezamos a aprender todas estas canciones de la película que cantamos juntas. Yo intentaba decirle de lo que va esto e intentaba conseguir sentimientos desde el principio por ella, y bueno la química está ahí. Lo más importante para Noora era cuidar a Selina y mantenerla apartada del “tema”, así que no sabía de lo que iba la película exactamente, pero tenía sentimientos y estaba de verdad conectada y desde el principio era una actriz fuerte, con una conexión muy fuerte con la gente, y con sus compañeros. No conocía mucho la historia, pero estaba ahí y a veces no le pedimos llorar pero estaba tan conectada que podía inmediatamente entender el sentimiento del set y de la escena. Por ejemplo, en la escena del mueble y la abuela, nadie le pidió que llorara, pero solo con escuchar la voz de la abuela desde la otra habitación empezó a llorar, creo que algo había en esa voz que le recordó a su propia abuela, fue muy emotivo. Fue una experiencia fuerte con ella. Solo podía trabajar seis horas al día, y teníamos dobles para ella, y después de unos pocos días, yo misma me ponía muy nerviosa cuando no estaba en el set. Quería ser amable con todos los dobles también, ellos querían actuar conmigo querían ser mis hijas también, pero era una sensación un poco rara porque necesitaba a Selina, que estuviera ahí para responder a mi personaje de Shayda y cada vez que llegaba al set traía consigo tanta alegría y vida, y luz, para todos, no solo para mí. Creo que si sigue actuando va a ser una gran, gran actriz.

Fotograma de la película 'Shayda'

Fotograma de la película ‘Shayda’

Es muy interesante la simbiosis que se genera entre cineastas occidentales y cineastas iraníes que, obligados a exiliarse de Irán, se establecen en Europa, Estados Unidos o Australia. ¿Qué le ha aportado profesionalmente este encuentro de culturas y trabajar con personas de distinta formación, mentalidad o forma de trabajar?

Creo que personalmente me tomé este concepto de encuentro como una oportunidad para conocer personas de diferentes culturas y de diferentes sociedades. Siempre pienso que el cine es en sí mismo una ventana hacia otras culturas y otras sociedades. Aprendo de muchos países y de muchas culturas con el cine desde que era una niña. Tener la posibilidad de trabajar internacionalmente y encontrarme con toda esta gente, a veces increíbles directores o compañeros, actores, por supuesto aporta mucha comprensión. Vas más al fondo de las cosas. Escuchas más historias, historias diferentes, cambia tu perspectiva y creo que sientes más profundamente si te abres a ello. Ahora tal vez es distinto, pero antes estábamos muy aisladas en Irán, en relación a lo que teníamos acceso sobre el mundo, no había redes sociales, era muy difícil encontrar películas buenas. Tal vez ahora es un poco distinto pues todo el mundo sabe lo que hay en cualquier sitio. Pero hace 17 años cuando me mudé a París, mi situación no había sido así, y realmente me lo tomé como una oportunidad. Intento no quedarme encerrada en la cultura francesa o el cine francés y desde el principio estuve dispuesta a trabajar internacionalmente y conocer gente distinta. Sí, creo que es importante, podemos inspirarnos unos a otros, a veces mi visión o como veo algún tema o incluso personajes, cómo analizo un personaje muchas veces es muy distinto desde mi punto de vista, que desde un punto de vista americano. Es interesante compartir todos estos puntos de vista distintos y ver todas estas ideas diferentes sobre cómo contar historias.

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