Sabrina Carpenter ha vuelto a situarse en el centro del debate político estadounidense tras responder con contundencia a un vídeo difundido por la Casa Blanca en el que se utiliza, sin su permiso, un fragmento de su canción Juno para promover las operaciones de deportación del ICE. El montaje, que combina imágenes de protestas con detenciones de migrantes a plena luz del día, pretende adoptar un tono humorístico. El resultado, sin embargo, es un clip que trivializa la violencia institucional y que emplea frases sexuales de la canción como si fueran un guiño cómico sobre la persecución policial.
En las imágenes se ven agentes inmovilizándole las manos a personas en situación irregular, obligándolas al suelo o arrastrándolas por la calle. Sobre ese montaje, la música de Sabrina Carpenter repite preguntas como “¿Alguna vez has probado esta?” o “¿Quieres probar alguna postura curiosa?”, y remata con “Sé que quieres que te toque durante el resto de tu vida”, sincronizado expresiones de connotación sexual con la carrera de un agente detrás de un migrante. Un gesto que la artista ha calificado de “malvado y repugnante”: “Nunca vuelvas a involucrarme a mí o a mi música en beneficio de tu agenda inhumana”, escribió en X.
Have you ever tried this one?
Bye-bye 👋😍 pic.twitter.com/MS9OJKjVdX
— The White House (@WhiteHouse) December 1, 2025
La respuesta desde la Casa Blanca no rebajó la tensión. La portavoz Abigail Jackson publicó un mensaje defendiendo las deportaciones y atacando a la artista con dureza: “No nos disculparemos por deportar a asesinos, violadores y pedófilos ilegales. Cualquiera que defienda a esos monstruos debe ser estúpido. ¿O es que es corta?”. Es la segunda vez en pocas semanas que la administración de Trump utiliza música pop sin permiso para campañas relacionadas con inmigración y seguridad.
Sabrina Carpenter, que ha sido una voz constante a favor de los derechos LGTBQ+ y de las mujeres, reaccionó igualmente tras la victoria de Trump en noviembre, cuando durante un concierto expresó su preocupación por el retroceso en libertades civiles: “Lo siento por nuestro país y por las mujeres que estáis aquí. Os quiero muchísimo”. Su posicionamiento no es nuevo: en los VMA de este año, sus bailarines portaron pancartas como “Protejan los derechos de las personas trans”, y la cantante pidió apoyar al Centro Nacional de Derecho de Inmigración ante las deportaciones masivas.
🚨White House spox @ATJackson47 didn’t mince words in a statement issued to TMZ
“Here’s a Short n’ Sweet message for Sabrina Carpenter: we won’t apologize for deporting dangerous criminal illegal murderers, rapists, and pedophiles from our country. Anyone who would defend these… pic.twitter.com/BQVB6O9roy
— Daily Caller (@DailyCaller) December 2, 2025
Este episodio se suma a una larga lista de artistas que han exigido al presidente que deje de utilizar sus obras sin autorización. Olivia Rodrigo protestó recientemente tras la difusión de un vídeo institucional con su tema All-American Bitch para promover una aplicación de “autodeportación”. Rihanna pidió en 2019 que no se empleara Don’t Stop the Music en actos antimigrantes; Pharrell Williams envió una carta de cese y desista después de que sonara Happy el mismo día de un tiroteo masivo; y Taylor Swift criticó la utilización de The Fate of Ophelia en otro montaje propagandístico.
Detrás de estas quejas subyace un debate más amplio: el uso de la música —creada en su mayoría por mujeres jóvenes, artistas racializadas o miembros de la comunidad LGTBQ+— como herramienta política sin consentimiento, instrumentalizando su imagen y su obra para reforzar políticas que ellas mismas combaten. La disputa revela una tensión que va más allá del copyright: el intento de apropiarse del capital cultural femenino para legitimar medidas que afectan directamente a colectivos vulnerables. Mientras tanto, Sabrina Carpenter ha recibido una oleada de apoyo de fans, activistas y otros artistas, que ven en su posicionamiento un recordatorio de que la cultura pop sigue siendo un lenguaje político decisivo.


