Caitlin Moran, cronista mordaz del feminismo británico —una autora admirada por su humor explosivo y mirada libertaria—, se replantea el escenario retratando a los hombres. Su último libro, ¿Y los hombres qué?, avanza desde la habitual interrogante del feminismo hacia una senda menos explorada: poner a los hombres bajo la lupa, no para juzgarlos, sino para entender qué les pasa y qué se podría hacer al respecto.
Ante el público feminista que alguna vez respondió con un irónico “¡Yo soy feminista! ¡Mi especialidad son las mujeres! No me ocupo de… los otros”, ella contesta con mirada desafiante: “En este libro hay cosas que he observado sobre los hombres que quiero compartir con ellos. Hay aspectos de los hombres que quiero conocer. Y también hay muchos chistes sobre pollas y huevos porque, reconozcámoslo, son graciosos. […] A menudo pienso que las cosas divertidas y ridículas son las más importantes. Ahí es donde suele empezar todo: lo bueno y lo malo”. Esta declaración resume el espíritu del libro: fraternidad emocional envuelta en irreverencia.

Con su habitual desenfado, Moran aborda temas que van desde la comunicación y amistad masculina, el deseo, la pornografía, los roles sociales, hasta la vejez. Pero lo hace con un enfoque distinto: no desde la denuncia moral, sino desde la curiosidad empática. El texto se mueve “a medio camino entre la encuesta sociológica, un documental a lo David Attenborough y el chascarrillo”. El balance es una radiografía divertida, irreverente, con espacio para carcajadas y para momentos sinceros.
Esta mirada no esquiva las críticas: hay quienes consideran que el libro —al centrarse demasiado en su círculo social y en generalizaciones— resulta algo superficial. No obstante, concede a los hombres una voz atípica dentro del feminismo, comprendiendo fragilidad, culpa y expectativas no resueltas, y dejando claro que “es más fácil ser mujer que ser hombre”.
La autora va más allá: hace un llamado explícito a crear un feminismo masculino, adaptado, que dé espacio a su vulnerabilidad. Ya en 2018 comentaba desde un festival literario: “Los hombres mueren porque no pueden hablar de sus sentimientos, no pueden admitir debilidad… Y durante los últimos cinco años he estado loca de remate porque, en cierto modo, las mujeres hablamos sobre qué significa ser mujer, pero mis pares masculinos no suelen hacerlo”. Para ella, “no hay conversación y eso es un vacío enorme… Para mis hijos, nietos y chicos adolescentes, porque de lo contrario solo tienen a Jordan B. Peterson”. Y concluía entonces: “Voy a tener que hacerlo yo misma… el próximo libro va sobre hombres: ¿cómo pueden sentirse mejor consigo mismos?”.
Estos fragmentos reflejan una toma de posición clara: la masculinidad también merece reflexión, acompañamiento y reforma interna. Y el libro es su manera de invitar a ese cambio. Caitlin Moran entiende que el feminismo ha ofrecido a las mujeres redes de apoyo, diagnóstico, palabras e identidad. Ahora reivindica que los hombres —una parte subordinada de esa historia— también necesitan estructuras parecidas. En palabras suyas: “El patriarcado nos jode a todos por igual”. Esa frase libera al feminismo de una posición de antagonismo absoluto, elevándolo como arma de sanación, no revancha.

El libro también ha sido elogiado por su práctica utilidad. Se sugiere que podría convertirse en herramienta pedagógica para docentes en secundaria que buscan contrarrestar la seducción misógina del discurso tóxico en adolescentes. Ese esfuerzo de abrir una conversación sincera sobre masculinidad la convierte en una voz actual y necesaria.
Pero no todo es aplauso: incluso en comunidades masculinas, se la acusa de caer en caricaturas, generalizando y reduciendo a los hombres a clichés simplistas. Si bien el libro parte de la buena intención, su tono puede parecer superficial si se busca un análisis riguroso de largo aliento. La contradicción entre empatía y chiste fácil no siempre es equilibrada.
De todos modos, su capacidad para cuestionar sin moralizar ya la distingue. La propia autora insiste en que explora con empatía la falta de debate y de apoyo en torno a los problemas de los hombres, y que su libro es “reconfortante, ilustrativo e inspirador”. En otra ocasión lo definió directamente como “irreverente y revelador”.
¿Qué aporta ¿Y los hombres qué? a la conversación feminista contemporánea? Primero, un reconocimiento: que la escucha mutua importa. Segundo, una invitación sincera: que cambiar los roles no es solo una exigencia sobre ellas, sino también una posibilidad de liberación emocional para ellos. Y tercero, que el humor puede suavizar el debate, sin invalidar su profundidad.
En esencia, Caitlin Moran se lanza al filo de lo incómodo: ser feminista y hablar de hombres como si no fuera un contrasentido. Su libro es un intento valiente de tender puentes emocionales entre dos géneros bajo tensiones históricas, ofreciendo una visión conciliadora, crítica y, sobre todo, humana.