España arrancó el Mundial con una puesta en escena seria, sólida y ambiciosa. El debut mostró a un equipo que tenía claro su objetivo: competir por todo desde el primer minuto. El dominio de balón, la presión alta y la capacidad para generar ocasiones fueron rasgos que se repitieron durante todo el torneo. Las primeras goleadoras del campeonato para España respondieron a ese espíritu colectivo, con una circulación rápida y una superioridad constante en cada tramo del partido. Fue un estreno que, sin deslumbrar en goleada, sí transmitió autoridad y avisó de lo que vendría.

El segundo partido de la fase de grupos confirmó el crecimiento del equipo. España se mostró más afilada en ataque, más firme en la salida de balón y más precisa en los metros finales. Las rotaciones funcionaron, las automatizaciones se hicieron visibles y varias jugadoras comenzaron a asumir jerarquías ofensivas. La capacidad para corregir errores del debut y aumentar la intensidad permitió controlar el ritmo del encuentro de principio a fin.
España cierra el grupo con autoridad
En el tercer partido, ya con la clasificación encarrilada, España completó su mejor actuación de la fase inicial. El equipo combinó madurez táctica, contundencia goleadora y una defensa prácticamente impenetrable. Cada gol reflejó la variedad de alternativas ofensivas: disparos exteriores, finalizaciones al segundo palo y acciones colectivas muy trabajadas. España terminó la fase de grupos con sensaciones inmejorables y como una candidata seria al título.

El cruce de cuartos llegó con el mejor rendimiento del torneo hasta ese momento. España firmó una goleada contundente, marcada especialmente por el acierto de su jugadora más determinante en la faceta ofensiva, que dejó una actuación memorable con un póker de goles que desbordó al rival en apenas unos minutos. La selección dominó el ritmo, la presión, la posesión y la pegada, accediendo a semifinales con una mezcla de convicción y brillantez ofensiva.
El muro brasileño, la prueba definitiva
En semifinales esperaba Brasil, la mayor potencia del futsal femenino. España firmó un partido valiente, intenso y físicamente desgastante, tratando de competir cada tramo con disciplina táctica y ambición ofensiva. Aunque Brasil terminó imponiéndose con claridad, el marcador no restó mérito al esfuerzo español, que logró sostener fases de igualdad, generar peligro en transiciones y mostrar personalidad ante un rival de talla mundial. La derrota, dolorosa pero digna, representó el punto final a un campeonato sobresaliente.

El torneo dejó una protagonista indiscutible: Irene Córdoba, máxima goleadora de España, decisiva en los momentos clave y autora de algunos de los tantos más determinantes del campeonato. Su póker en cuartos la situó entre las jugadoras más destacadas del Mundial, pero su influencia fue más allá del gol: presión, movilidad, liderazgo y capacidad para desbordar defensas rivales. España encontró en ella a su referencia ofensiva y uno de los nombres propios del torneo.
Un Mundial esperado durante diez años
Este campeonato marcó un hito para el futsal femenino: fue el primer Mundial organizado por la FIFA desde hacía más de una década. España llegaba con ilusión y responsabilidad, consciente de que la estructura del fútbol sala femenino ha crecido enormemente en los últimos años. Su papel, llegando al top 4 mundial, confirma el salto competitivo de una generación que mezcla juventud, experiencia y un proyecto sólido. Más allá del resultado, España sale del Mundial reforzada, consolidada y con un futuro prometedor.


