En la Andalucía profunda, entre montañas suaves y dehesas de alcornoques, se esconde un secreto que ni siquiera muchos andaluces conocen. Su nombre resuena como una estampa antigua: Alcalá de los Gazules. Lejos del bullicio de la costa y de las rutas turísticas convencionales, este pueblo gaditano conserva intacto un legado medieval que se funde con el alma blanca de los pueblos del sur. Declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1984, su silueta encalada se alza sobre la Sierra del Aljibe, como un vigía silencioso del pasado.
Alcalá de los Gazules no es solo un pueblo con encanto. Es una ciudadela que guarda en su interior restos de murallas, torreones y puertas fortificadas que hablan de un tiempo en el que la frontera entre moros y cristianos no era solo simbólica. Sus callejuelas, empedradas y sinuosas, conducen al visitante entre rincones silenciosos, patios escondidos y miradores que asoman a un paisaje natural aún virgen.
Una muralla que todavía cuenta historias
El casco antiguo de Alcalá de los Gazules está marcado por las huellas de su muralla medieval, de la cual aún se conservan tramos visibles y dos puertas monumentales: la Puerta de la Villa y la Puerta del Sol. Estas estructuras defensivas formaban parte de un sistema fortificado que tenía su núcleo en el antiguo castillo de Alcalá, del que hoy queda en pie un imponente torreón del siglo XIII.
Este torreón, transformado en 1732 en residencia del corregidor, resistió los embates del tiempo e incluso los ataques de la Guerra de la Independencia. Aunque parte del castillo fue destruido por las tropas francesas en 1811, el torreón sobrevivió como testimonio de la fortaleza de esta villa. Su escudo original y las piedras reaprovechadas para construir depósitos de agua en las inmediaciones siguen presentes, como huellas de una historia que no se deja borrar.

Más allá de sus murallas, Alcalá de los Gazules ofrece un catálogo arquitectónico que armoniza con la serenidad del entorno. En la Plaza Alta, centro simbólico y vital del municipio, se encuentra la Casa del Cabildo, edificio histórico que comparte protagonismo con la majestuosa Iglesia Mayor de San Jorge, uno de los templos más notables de la comarca.
A pocos pasos se alza el Convento de Santa Clara, vestigio de la vida monástica que durante siglos dio forma al paisaje espiritual de la zona. Las fachadas austeras, las rejas de forja y las portadas barrocas se funden con el blanco de las casas y el cielo abierto del sur, haciendo de Alcalá de los Gazules un ejemplo exquisito del urbanismo tradicional andaluz.
Entre el toro y el alcornoque: naturaleza viva
El alma de Alcalá de los Gazules no se reduce a su pasado monumental. Integrado en pleno Parque Natural de los Alcornocales, forma parte de la Ruta del Toro, itinerario que permite conocer de cerca las dehesas donde pasta el toro bravo. La riqueza ecológica de este espacio es única en Europa. Bosques húmedos de laurisilva, gargantas de roca y ríos de aguas limpias conforman un paraíso para el senderismo y la observación de aves.
Uno de los lugares más frecuentados por los amantes de la naturaleza es El Picacho, un área recreativa a los pies del monte del mismo nombre, desde donde parten diversas rutas por la Sierra del Aljibe. Caminar por estos parajes es encontrarse con alisos, helechos gigantes y antiguos caminos de pastores que aún conservan su trazado original.

Cerca del núcleo urbano, en el yacimiento arqueológico de la Mesa del Esparragal, se halló uno de los documentos más antiguos de la presencia romana en Hispania: el Bronce de Lascuta. Esta placa, que contiene la primera inscripción romana conocida en la península ibérica, constituye una prueba del peso histórico de la zona desde tiempos prerromanos.
Hoy, el Bronce de Lascuta se encuentra en el Museo del Louvre de París, aunque su hallazgo vincula de forma permanente a Alcalá de los Gazules con las raíces más profundas de la civilización en la península.