Apenas a 22 km al norte de la ciudad de Alicante, en la vertiente oriental de la sierra del Cabezón de Oro, se encuentra un pequeño municipio muy peculiar. Su historia y su esencia están íntimamente ligadas a sus aguas termales. Pero hoy en día, apenas quedan manantiales en el área. Es, de hecho, un pueblo con un balneario abandonado.
En otro orden de cosas, con poco más de 1.000 habitantes, este pueblo combina tradición rural, patrimonio histórico y un entorno natural privilegiado, pero su historia con el agua es un poco… turbulenta.
Este pueblo con un balneario abandonado es un curioso destino para una escapada
El municipio recibe el nombre de Aigües, aunque para evitar confusiones con localidades de nombre similar, se le llama Busot o Aguas de Busot. Como cabe esperar, dicho nombre proviene de los numerosos manantiales minerales que tiene. Ya aprovechaban las propiedades de sus aguas los árabes y los romanos, pero estas gozaron de su máximo punto de esplendor en el siglo XIX. Concretamente, en el año 1816, el conde de Casas Rojas promovió la construcción y el desarrollo del Balneario de Aguas de Busot.
Tras un conflicto entre la administración pública y el Conde, este decidió celebrar su victoria judicial por el control del balneario transformándolo en el Hotel Miramar. Rápidamente, su gran tamaño atrajo a la aristocracia española, incluyendo visitas de la realeza. Llegó a contar con casino, piscinas termales, billares, capilla e incluso un sistema de saneamiento muy innovador para la época.
El Estado lo adquirió en el año 1936, y lo convirtió en un hospital para niños con tuberculosis. Con la llegada de la Guerra civil, empezaron las historias de túneles subterráneos y sucesos paranormales. El edificio se abandonó un tiempo después, y de momento, continua abandonado. Desde hace un tiempo, es objeto de rumores paranormales, y diferentes grupos de personas con equipos especiales han afirmado ver sombras y apariciones en el complejo. También se han grabado psicofonías y similares.
Más allá del balneario y sus rumores
Dejando las leyendas a un lado, Aigües es mucho más que un pueblo con un pueblo con un balneario abandonado. Tiene un gran área recreativa a su alrededor, con diferentes senderos, miradores y un frondoso bosque de pinos centenarios, con aroma a lavanda y romero. También se pueden ver la Casa del Conde de Casas Rojas, los restos del castillo de Busot (siglo XIII), la ermita de San José (siglo XVIII), y su casco urbano rural coronado por la Parroquia de San Lorenzo Mártir (siglo XVI).
La mayoría de sus restaurantes tienen muy buena fama. La olleta con perdiz, el gazpacho de pollo y conejo de la zona, la borreta y el suquet de peix son sólo alguno de los deliciosos platos que ofrecen. Es recomendable dejar hueco para un buen vino con DO de la Marina Alta y para la repostería, con sus magdalenas de almendra, rosquillas de anís y las empanadillas de boniato. Una experiencia gastronómica encomiable.
Las Cuevas de Canelobre culminan una escapada que no deja indiferente a nadie. Se tratan de unas cuevas de cavidad kárstica, llegan de estalactitas, columnas y estalagmitas de formas impresionantes. La iluminación artificial hacen la experiencia aún más mágica, si cabe. Es una parada obligatoria si se va a Aguas de Busot. Allí, en definitiva, la escapada está llena de agua, historia y misterio.