A las once en punto, en Londres, y al paso firme de los regimientos reales y entre salvas de honor, reapareció la princesa de Gales. Kate Middleton, con esa mezcla única de sobriedad inglesa y sensibilidad moderna, volvió al centro de la escena pública. Su presencia en el Trooping the Colour 2025 -el desfile militar que celebra oficialmente el cumpleaños del rey Carlos III- marcó su primera aparición desde que en marzo revelara que estaba recibiendo quimioterapia preventiva por un cáncer. Y aunque no pronunció palabra, todo en ella hablaba: su porte, su sonrisa, la elección minuciosa de su vestuario.
La protagonista del día lució un abrigo‑vestido azul turquesa, obra de Catherine Walker, la firma que ha vestido tanto a ella como a la inolvidable Diana. El diseño, de líneas sobrias y corte midi, presentaba un cuello blanco estructurado y puños del mismo tono, una clara alusión a un conjunto que la madre de William lució en 1988 durante un viaje oficial a Australia. Más que una coincidencia, un gesto de continuidad y respeto al linaje femenino de la Casa Windsor.

Los detalles de su look hablaban con sutileza pero con intención. En la solapa, el broche de la Guardia Irlandesa, cuerpo militar del que Kate es coronel, brillaba con sobriedad. En sus orejas, los pendientes Bahrain Pearl Drop, legado de la reina Isabel II, aportaban el peso simbólico del joyero real. Completaba el estilismo un tocado de Juliette Botterill en tono a juego, sobrio pero escultural, perfectamente equilibrado con su recogido pulido.
Acompañada por sus tres hijos -George, Charlotte y Louis-, la escena familiar evocó armonía, continuidad y ternura. Charlotte, en particular, lucía un vestido también azul con lazada blanca, estableciendo un delicado paralelismo visual con su madre. Una escena que evocaba aquellas entrañables imágenes de Diana con sus hijos, aunque reinterpretada en clave contemporánea.
El príncipe William, por su parte, montó a caballo como coronel de la Guardia Galesa. El rey Carlos III y la reina Camilla saludaron al pueblo con gesto contenido, luciendo brazaletes negros en señal de respeto por las víctimas del reciente accidente aéreo de Air India. La realeza británica continúa reinventándose en el equilibrio entre tradición, empatía y estrategia institucional.

Al término del desfile, la familia real se reunió en el balcón de Buckingham para presenciar el tradicional sobrevuelo de los Red Arrows, este año con un número más reducido de aeronaves como gesto ecológico. Los fotógrafos captaron una imagen esperada: la sonrisa de Kate, leve pero luminosa, y un intercambio de miradas con William que destilaba complicidad.
Este regreso ha sido una aparición orquestada al milímetro, sí, pero también una declaración íntima de voluntad, presencia y resiliencia. Porque Kate, además de representar a la futura reina consorte; representa a una generación de mujeres que afrontan la adversidad sin renunciar al estilo, a la sensibilidad ni al legado. Y esta vez, lo ha hecho vestida de azul. Azul esperanza, azul dignidad, azul Gales.