Generación conectada Phil González
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Moflin, la nueva cibermascota: del amor animal a adoptar una máquina

Elena trabaja en temas de divulgación, innovación y tecnología. A pesar de pasar casi todo el día enchufada, trata de evadirse por la noche, en familia y con su cacatúa. El animalito reproduce curiosamente divertidas expresiones y alguna palabra. Durante sus fines de semana, Elena comparte en redes, y desde su casa, la cariñosa relación que mantiene con el ave de cresta colorida.

Elena siempre fue muy educada, tanto en su relación con los demás, los animales o con las máquinas. Me dice incluso que cuando habla con su computadora, su ChatGPT u otro tipo de inteligencia, saluda primero, da las gracias y se despide antes de apagar la pantalla. Opina que portarse bien con la informática no cuesta nada y en algo afecta. Todo cuenta, cuando a través de prompts, se dialoga. Su cacatúa es real, pero, en un futuro cercano, no sería descabellado tener todos nuestra réplica, bajo la forma de una pequeña maravilla de la ingeniería, alada.

Al margen de los recientemente estrenados robots de Tesla, destinados a optimizar la productividad en domicilios y en fábricas, han aparecido en el mercado, distintos formatos de gatos, perros y mascotas. De hecho, la firma Casio presentó recientemente su Moflin, un adorable animalito peludo y electrónico. Pesa tan solo unos gramos, va aprendiendo de sus dueños, y hasta adapta a ellos sus movimientos y sentimientos.

En este mundo cada vez más hiperconectado, los vínculos emocionales con los distintos asistentes virtuales, o ahora incluso con las “ciber mascotas”, podrían revelarse importantes. Estos verdaderos prodigios autómatas llegarían también para llenar un vacío afectivo que, por distintas razones, muchos sufren en sus solitarios domicilios.

Las mascotas: ADN de nuestras vidas

Las mascotas han sido un pilar fundamental de nuestra vida social a lo largo de la historia. Nuestros queridos animales de compañía ofrecen no solamente entretenimiento, sino también una inagotable de amor, consuelo y cercanía. Estudios científicos han demostrado que convivir con una o varias mascotas reduce el estrés, la ansiedad y es bueno para la “patata”. Sin embargo, en esta época de mini pisos y reducidos sueldos, no todas las personas tienen la posibilidad de cuidar de un animal por falta de dinero, espacio o tiempo.

En este contexto, surgieron distintas iniciativas (¡y hace ya más de veinte años!) un tanto surrealistas: ofrecer unas mascotas diminutas, digitales y robóticas.

Tamagotchi, Furby y pasión electrónico-perruna

Desde el Tamagotchi, juguetito de plástico que marcó los 90, los Furby y hasta el Aibo de Sony, un perro capaz de responder a la llamada de su dueña, los avances tecnológicos han sido llamativos y dejaron cierta huella. Este año Casio y su Moflin, el pequeño robot con alma propia, lleva el concepto a otra dimensión y a otra era.

Esta pequeña cobaya textil y esponjosa emite sonidos, se ríe y realiza movimientos dignos de cualquier animal fetiche en tu palma. A diferencia de sus distintas predecesoras, no solamente actúa con comportamientos preprogramados, sino que utiliza la inteligencia artificial para desarrollar una personalidad “muy suya”. La convierten en una compañera inestimable para una persona que vive sola, sin tener que hacer frente a tantas responsabilidades, tareas diarias, ni “recoger la caca”.

La ficción supera la realidad

Estamos cada vez más cerca del distópico mundo imaginado por Spike Jonze, un mundo donde las personas establecían relaciones profundas y hasta amorosas, con sistemas operativos dotados de distintas formas de inteligencia. En Her, Joaquín Phoenix interpretaba un ciudadano de carácter asocial que se enamoraba de Samantha, su asistente virtual. Un largometraje que anticipaba ya un trascendente cambio cultural, unas conexiones significativas que desafían cualquier norma tradicional.

En los hogares de millones de personas ya entraron Siri o Alexa, como un nuevo miembro de la familia o como una estrella invitada. Son unos asistentes de conversación aún limitados, pero no dejan de aprender y se convierten, cada día más, en los cancerberos de nuestra casa.

Mascotas con almas cibernéticas

En el caso de estas mascotas japonesas es la inteligencia artificial la que rige tanto la actitud como el comportamiento de las pequeñas criaturas. El aprendizaje automático les permite no solo responder a estímulos predefinidos, sino que también pueden aprender de sus propietarios. Moflin, por ejemplo, utiliza sensores para detectar patrones de comportamiento y ajustar así sus reacciones. Si detecta que una persona está sola y triste, puede ofrecer un “ronroneo” calmante. Si la persona está alegre, se ríe o da señales de estar emocionada, responde con movimientos animados y agita la cabeza.

Esta adaptación al medio permite a estas cobayas virtuales, y de pelajes blancos y grises, batirse una personalidad exclusiva y auténtica, generando una relación única con su dueño, así como una genuina conducta. Más allá de su apariencia externa, el verdadero atractivo de estos cariñosos aparatos radica en su capacidad para establecer un vínculo emocional con nosotros. El perro Aibo podía reconocer a su amo, aprender rutinas específicas, recoger su pelota o esperar a que vuelva del trabajo detrás de la puerta. Estos bichitos caseros plantearán probablemente, en un futuro cercano, unas preguntas fascinantes sobre el límite entre nuestras vidas virtuales, las impresiones simuladas y las verdaderas emociones.

Hámsteres digitales, androides y beneficios mentales

Una de las aplicaciones más alentadoras de las mascotas virtuales es su capacidad de ayudar en el tratamiento de diversas patologías y condiciones mentales. Por ejemplo, en el caso de personas que padecen ansiedad, depresión o autismo, estas criaturas podrían proporcionar un tipo de apoyo terapéutico. En hogares de ancianos, por ejemplo, los robots de compañía ya están siendo utilizados para combatir la soledad y activar la memoria. Está científicamente demostrado que los pacientes con Alzheimer también reaccionan positivamente a los estímulos de niños y mascotas.

La soledad, considerada por muchos expertos como una de las mayores epidemias de nuestra era, también podría encontrar una solución parcial en estas tecnologías. Personas mayores que viven solas y retiradas, jóvenes emocionalmente inestables debido a la digitalización de las relaciones, podrían verse también beneficiados enormemente. Las mascotas virtuales no solo llenan un vacío afectivo, sino que también fomentan sanas costumbres y un rito cotidiano.

A nivel emocional, tener un “ser” que responda a nuestra atención puede ofrecer un tipo de apoyo que, si bien diferente al que brindan los animales reales, puede ser igualmente significativo. La dinámica que se genera al cuidar de alguien o de algo —sea un ente digital o mecánico— crea una sensación de empoderamiento, de responsabilidad y de estar arropado.

Por supuesto, el impacto potencial sobre la vida social no está exento de abrir un auténtico debate moral. Algunos argumentan que depender de un simulacro de emociones podría reducir nuestra capacidad para conectar con otra gente, aunque realmente eso con la actual tecnología, es ya pan de cada día.

Corazón, conexión y desconexión

Las mascotas virtuales y los robots de compañía conformarán una fascinante y revolucionaria época mezclando olas de sentimientos encontrados, emociones y tecnología. Brindarán una opción innovadora para combatir el aislamiento personal, mejorar la salud mental y crear una conexión social significativa. Plantearán probablemente también muchas preguntas sobre el rumbo de nuestras relaciones humanas. ¿Podremos realmente sustituir el genuino afecto de un cariñoso Chiwawa por una simulación aséptica y de piel plástica? ¿O estas tecnologías llenarán ese vacío que nosotros mismos creamos al desconectarnos de los seres humanos de nuestro entorno?

Al igual que en la película Her, donde el protagonista encontraba en una máquina una conexión emocional que no hallaba en el entorno social, nosotros también deberemos reflexionar sobre la esencia de nuestras relaciones en esta convulsa era digital.