La última cumbre de la OTAN, celebrada en La Haya, ha confirmado el giro que vive la seguridad euroatlántica: una alianza dividida y bajo presión, que actúa ante una amenaza creciente con decisiones más simbólicas que prácticas. El gran titular fue la aceptación general de una exigencia impuesta desde Washington: que los países miembros aumenten el gasto en defensa hasta un 5% del PIB.
La cifra, impulsada por Donald Trump como condición para mantener el compromiso de Estados Unidos con la Alianza, marca un nuevo estándar, que aún carece de garantías de cumplimiento real. Se estipuló llegar a esta cifra de gasto de cara al año 2035.

Para comprender las implicaciones de esta cumbre, Artículo14 conversó con Maria Martisiute, analista especializada en defensa, que dibuja un mapa lleno de urgencias, falsas esperanzas y contradicciones internas. La experta cree que Europa no está preparada. Y si Estados Unidos se retira, la OTAN podría quedar como un cascarón vacío.
-¿Qué significado tiene aceptar gastar el 5% del PIB en defensa?
-Fue una forma de apaciguar a Trump, pero también responde a realidades geopolíticas urgentes. Es una ambición simbólica más que un compromiso real, porque la OTAN no tiene mecanismos para sancionar a quien no lo cumpla. El objetivo es 2035, pero los riesgos son inmediatos. Estamos hablando de una ventana de riesgo de cinco años o menos, así que, si no hay una aceleración real, este compromiso llega tarde.
-¿Es realista alcanzar esa cifra para todos los países?
-No todos están en la misma situación. Países como Polonia o los Bálticos ya lo están alcanzando o superando. Pero muchos otros, como Alemania o España, están lejos. Además, dentro de ese 5% se están incluyendo desde el apoyo a Ucrania hasta las pensiones de militares retirados. La definición es muy amplia, así que si haces una contabilidad creativa puedes llegar fácilmente al número. Pero si eso se traduce o no en capacidades letales es otra historia. Lo que importa es tener capacidades convencionales e innovadoras reales: drones, defensa aérea, guerra electrónica, misiles o aviones de combate.

-¿Cómo afectó la sombra de Trump a esta cumbre?
–El objetivo principal fue evitar que Trump dinamite la Alianza. Por eso se aceptó su demanda del 5%, aunque no esté completamente respaldada por capacidades reales ni planificación detallada. Todo giró en torno a complacerle, lo cual expone nuestra dependencia de Estados Unidos. Se suponía que Europa debía caminar hacia una mayor autonomía. En cambio, terminamos plegándonos a sus caprichos.
-¿Existe realmente el riesgo de que Estados Unidos se retire de la OTAN?
-Sí, y no es una amenaza vacía. Trump lo ha dicho con claridad. Su apoyo está sujeto a que los demás “cumplan”. Es un chantaje político que muchos en Europa aceptan para no quedar desprotegidos. Cuando el principal garante de seguridad condiciona su presencia, la disuasión pierde fuerza. Y si yo fuera un adversario, me preguntaría hasta qué punto la OTAN está dispuesta a actuar de forma colectiva.
-¿Qué lectura hace del enfrentamiento entre Pedro Sánchez y el resto de miembros de la OTAN?
-Hubo decepción. En un momento tan crítico, se esperaba más compromiso. Su discurso de “somos un país soberano” puede entenderse internamente, pero externamente suena a evasión. Todos los países tienen dificultades internas, elecciones, coaliciones inestables… pero este no es un momento para anteponer los intereses domésticos a la seguridad colectiva.

-¿Europa está a la altura del desafío?
-Hay una ingenuidad preocupante, sobre todo en Europa Occidental. Es como en los años 30, cuando se pensaba que Hitler no pasaría de ciertos límites. Hoy se repite esa falsa esperanza: que Rusia no nos atacará, que Trump no nos abandonará. Pero la historia ya nos enseñó lo contrario. No hay suficiente sentido de urgencia. Mientras algunos países del este ya están movilizando tropas o planeando evacuaciones masivas, otros siguen sin tomar medidas reales.
-¿Quién lidera entonces dentro de la OTAN?
-El liderazgo lo está asumiendo el Este: Polonia, los Bálticos, incluso Escandinavia. Sin ellos, no habría tantas sanciones ni declaraciones fuertes en la UE o en la OTAN. Muchos aliados occidentales se esconden detrás de Trump. Lo usan como excusa para no asumir responsabilidades. Y eso debilita la cohesión interna.

-¿Hay preparación real para un conflicto en Europa?
E-n algunos países, sí. Estonia ha desplegado tropas en Narva, en la frontera rusa. Los ministros del interior de los países bálticos firmaron un plan de evacuación masiva. Estas son señales claras de que se toman la amenaza en serio. Pero en el resto de Europa, seguimos atrapados en debates estériles. La respuesta debería ser clara: prepararse, incluso sobre prepararse. Esa es la única forma real de disuadir un ataque. No con comunicados, sino con capacidades.
-¿Qué rol debería asumir Alemania en este escenario?
-Si Alemania despertara militarmente, cambiaría todo. Por su historia, su economía, su industria… tendría un gran efecto disuasorio sobre Rusia. Alemania tiene el poder de decir: “Retírense los estadounidenses, nosotros nos hacemos cargo”. Si reemplazara los 10.000 soldados estadounidenses que se irán de Polonia y Rumania, Putin lo pensaría dos veces. Pero hasta ahora, Alemania sigue atrapada en sus propios dilemas históricos y burocráticos. Putin conoce bien la historia alemana y sabe jugar con esa memoria colectiva.